Capítulo 33

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Yeji se giró.

-Claro que puedo culparme. ¿Quieres saber dónde estaba cuando el corazón de mi hermano empezó a fallar? Estaba en un bar, emborrachándome, pensando que estaba divirtiéndome, relajándome por primera vez en una década.

-Estabas de vacaciones. Tenías que relajarte.

-Tenía que cuidar de mi hermano, Lia, no...

Sacudió la cabeza y se giró hacia la ventana.

-¿No... qué?

-No estar sentada en un bar pensando que ya era hora de que mi hermano se ocupara de algo por una vez.

Las palabras habían salido de su boca como un susurro, áspero y doloroso. Parecía totalmente abatida, como si el peso que había cargado durante tanto tiempo finalmente la hubiera aplastado.

-No puedes culparte por eso, Yeji. Todo el mundo...

-No, Lia, sí que puedo. Y lo hago. ¿Qué clase de hermana hace eso?

-Una que quería tener su propia vida y que merecía tenerla -dijo ella deseando poder reparar con sus manos su corazón hecho pedazos-. Tus padres no habrían querido que renunciaras a tu felicidad por cuidar de tu hermano y dudo que él lo quisiera.

-Debería haber estado ahí, debería haber... -se le quebró la voz.

Ella la abrazó y apoyó la cabeza sobre su hombro..

-Hiciste todo lo que pudiste, Yeji -ella sacudió la cabeza-. Un problema congénito puede atacarle a cualquiera en cualquier momento. Tanto si estás ahí
como si no.

-Me llamó y no respondí. Porque no quería trabajar. Yo, la que siempre trabaja, quería descansar.

-Pero eso no es egoísmo, Yeji -la rodeó hasta tener su cara entre sus manos y la miró fijamente a los ojos-, eso es humano. Y no pasa nada. Siempre has sido la responsable, y está bien dejar de serlo alguna vez. Vivir tu propia vida.

Yeji comenzó a sacudir la cabeza con lágrimas en los ojos, pero ella seguía repitiendo esas palabras, diciéndole una y otra vez que lo que hizo estuvo bien, que no era un pecado.

Finalmente Yeji dejó de llorar y pareció estar intentando aceptar que no había hecho otra cosa que ser una persona normal.

-Si hubiera respondido al teléfono, tal vez podría haber...

-Tal vez -dijo ella en voz baja-, y tal vez eso no habría cambiado nada. De cualquier modo, ¿crees que tu hermano querría que pasaras el resto de tu vida sintiéndote culpable?

-No.

Pero Yeji seguía sintiendo que tenía que pagar una penitencia por un crimen que no había cometido.

-¿Recuerdas lo que me dijiste sobre por qué te gustaban esas rocas que sobresalían del lago Mead?

-¿Las rocas? ¿Qué tienen que ver con esto?

-Que no cambian, como tú dijiste. Que siguen igual año tras año. No se mueven, no van a ninguna parte, no crecen. Tú eres como una de esas rocas, Yeji. No te has movido ni has crecido o cambiado en estos años, a excepción de aquella noche que estuvimos juntas.

-Lia, no entiendes...

Una triste sonrisa cruzó el rostro de Lia.

-Sí que lo entiendo, Yeji. Lo único que tienes que hacer es decidir que estás cansada de ser una roca y comenzar a ser una persona otra vez. Permítete vivir. Deja de pagar por un crimen que no has cometido.

-¿Y qué? ¿Convertirme en madre? Lia, no tienes ni idea de cuánto lo deseo, pero ¿y si...? —miró su vientre, el pequeño abultamiento cubierto por esa casaca rosa—. ¿Y si cometo los mismos errores? ¿Y si nuestro bebé nace con los mismos problemas que
tuvo mi hermano?

Embarazo en las Vegas (YEJISU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora