Capítulo 19

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-¿De quitarse los zapatos y caminar por la arena?

-Exactamente. Así que si hacemos que el programa sea interactivo, con actividades que los animen a salir fuera y poner en práctica en el mundo real lo que ven en la pantalla...

-Será un programa que les haga interactuar de verdad con el mundo.

-Exacto -Yeji comenzó a alejarse de la orilla-. ¿Ya tienes lo que querías? Tengo que volver a la oficina.

-No se te da muy bien esto, ¿verdad? -Lia se rió antes de agacharse a recoger los zapatos de las dos. La agarró del brazo y fueron caminando hasta el aparcamiento-. No tengo la más mínima intención de dejarte volver al trabajo. Es más, deberías ver esto como un secuestro. Un secuestro de aventuras durante todo el día.

La sonrisa de Lia y el modo en que se había hecho cargo de la situación, tanto física como verbalmente, hizo que lo recorriera un cosquilleo.

Durante muchos años Yeji había sido la jefa, la que había estado al mando de todo, la que le decía a todo el mundo lo que tenía que hacer. La que tomaba decisiones. Y ver que Lia le quitaba
responsabilidades y le restaba ese peso de encima era una sensación embriagadora.

Sonrió y se dejó llevar por ella.

-¿A dónde vamos?

-Eso sólo lo sé yo y tú tienes que descubrirlo -le guiñó un ojo y Hwang Yeji, la mujer cuyos días siempre seguían una agenda, puso temporalmente su futuro en las manos de otra persona.

Choi Lia apenas se reconocía. Y la razón no era ni la camiseta que decía "Yo Nevada" que se había comprado y se había puesto, ni las chanclas rosas que se había calzado en lugar de sus sandalias. Lo
que no reconocía era a esa nueva persona que había asumido el mando y que había llevado a Hwang Yeji hasta el paseo al otro lado del lago Mead, le había dicho que entrara en la tienda de recuerdos, que comprara algo de ropa para cambiarse y que alquilara un barco para que pudieran pasar la tarde navegando.

¿Quién era esa persona? ¿Y por qué cada vez que estaba cerca de Yeji se volvía más... salvaje?
Había dejado de intentar sacarle información sobre su vida personal para convertirse en la mujer que había sido aquella noche que la conoció y por eso tenía que tener cuidado, y no desviarse de su camino.

Eso no haría más que meterla en problemas y hacerle tomar otra mala decisión. Una que no podía permitirse. Ni ahora, ni nunca.

-Parezco una turista -dijo Yeji cuando se reunieron en el muelle. Había cambiado su traje por unos pantalones cortos color caqui, una camiseta azul claro con el logotipo del lago Mead en el bolsillo y una par de náuticos.

Lia rió.

-Creo que de eso se trata -le dio una palmadita en el pecho-. Me gusta este look. Te sienta bien.

-¿Tú crees?

-No es que no me gusten tus trajes, pero esto te hacer parecer más...-se detuvo-. Más como la mujer que conocí aquella primera vez.

¿De verdad había dicho eso? No había pretendido dejar salir esas palabras, pero su mente debía de estar dándole vueltas a aquella noche, como un disco rayado. Se forzó a mirar a otro lado, a concentrarse en el barco.

El capitán les hizo una señal y arrancó el motor.

Yeji y Lia tomaron asiento en el banco de felpa blanco y en cuestión de segundos ya habían zarpado y estaban cruzando el lago mientras una suave brisa compensaba el implacable sol de Nevada.

El estómago de Lia protestó un poco ante el movimiento, pero la ayudó algo mordisquear las galletitas saladas que había comprado en la tienda.

-No es un almuerzo de lo más nutritivo -dijo Yeji.

-Eh... he desayunado mucho.

Yeji no insistió, la respuesta pareció convencerla.

-¿Sabes? Tengo un barco. Un yate, en realidad, aunque jamás lo he usado. Lo compré hace unos años con buenas intenciones que nunca se hicieron realidad.

-¿Y lo tienes ahí en el agua?

-En un dique seco. Esperándome hasta que encuentre tiempo.

-Me encanta el agua -dijo Lia-. Siempre he querido un barco, pero no es posible con un sueldo de maestra.

-Entonces puede que algún día te dé un paseo en el mío.

Ella oyó las palabras, la promesa y se preguntó si Yeji lo diría en serio o si era sólo uno de esos muchos comentarios que la gente hacía para ser educada. No obstante, se sintió emocionada y se imaginó con Yeji, disfrutando de un día de barco y de su compañía.

-Sería agradable -dijo ella en voz baja-. Muy agradable.

El barco se detuvo en el centro del lago y el capitán echó el ancla antes de apagar el motor.

-Si quieren pescar, es un gran día para hacerlo. Tengo algunos cebos abajo.

Yeji agarró una caña de pescar y le dio otra a Lia mientras el capitán bajaba a la galera a por unos refrescos y el cesto de los cebos.

-Creo que tenemos que vivir la experiencia del barco al completo, ¿no te parece?

Lia sonrió.

-Totalmente. Es una labor de investigación, después de todo.

Yeji le devolvió la sonrisa.

-Siempre estás hablando de trabajo, trabajo y trabajo.

-Dios mío, Hwang Yeji. ¿Acabas de hacer un chiste, y encima sobre el trabajo?

-Eso parece. Sacas lo peor de mí -respondió entre risas.

-¿No será lo mejor? -le sonrió y al hacerlo se dio cuenta de que... ¡Estaba flirteando con Yeji!

Resultaba que había modificado su misión de conocer mejor a la madre de su bebé por la de acercarse a Yeji otra vez, a la Yeji que había conocido aquella primera noche, la misma que le había hecho explorar un lado de sí misma que desconocía.

Había dejado de buscar información sobre su pasado, de buscar las respuestas que necesitaba para el diario y en su lugar había estado buscando algo que le dijera si... Si Yeji también estaba interesada en ella.

Yeji la miró y le lanzó una sonrisa idéntica a las que le había dirigido aquella noche. Lia sintió un cosquilleo en el estómago y la caña de pescar se le escapó de las manos, yendo a parar al suelo.

Yeji se agachó para recogerla justo cuando la embarcación se sacudió con la ola provocada por un barco que pasaba delante de ellas e hizo que cayera contra el cuerpo de Lia.

-Lo siento.

-No pasa nada, ha sido el... agua... o el barco.

-O... no.

En ese momento el inconfundible susurró del deseo se alzó en el aire. Lia abrió la boca para decir algo que calmara la tensión, pero no se le ocurrió nada.

Apenas podía respirar, así que mucho menos pensar. Lo único que veía eran los ojos intensos de Yeji; lo único que sentía era la calidez de su cuerpo contra el suyo.

Fue como si no hubiera pasado el tiempo desde la última vez que se habían acariciado, que se habían besado, que habían hecho el amor.

Yeji le acarició la barbilla.

-Oh, Lia... -lo dijo con una profunda voz-. ¿Qué me estás haciendo?

Lia se quedó sin aliento y el corazón se le aceleró.
Después, Yeji se acercó y la besó.

Embarazo en las Vegas (YEJISU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora