Capítulo 12

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JELENA

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JELENA.

Luego de haber encontrado a esa chica y ponerla en las manos seguras de un Can desesperado por sujetarla y no soltarla más, regresé con mi familia a casa para obtener respuestas de lo sucedido con mis hermanos, a estas alturas ya deberían tener algo, Delano no es ningún incompetente, pero no llamó ni una sola vez con noticias positivas.

¿Qué está pasando?

Era temprano en la mañana cuando llegamos a nuestro hogar, los niños cayeron rendidos en sus respectivas camas, en cambio nosotros, no pudimos descansar, tomamos una ducha rápida, una follada mañanera para despertar los sentidos, nos vestimos y fuimos directo a la primera planta, al comedor específicamente, dónde todos esperan por nosotros para comer, de pie tras sus respectivas sillas, todos, incluso Ivanna, lo cual era sorprendente, porque esta chica no solía respetar la jerarquía de esta casa.

— ¡Hola bonita! ¡Te extrañé!

Soltó moviendo sus manos de forma animada, lo cual me hizo sonreír, esta sí es ella, ser correcta y callada no le va.

— Shh... pecas, después.

Le susurró Delano, tomándole la mano, entrelazando sus dedos.

— Por el culo me paso tus modales, guapo — le respondió esta en un volumen audible para todos— La extrañé y se lo voy a hacer saber.

— Yo también te extrañé, guapa.

Respondí sonriente, tomando mi lugar en la mesa junto a mi marido.

Ambos tomamos asiento, Alexander empujó el café lejos de mi mano y en su lugar, puso un tazón de leche, estamos recién intentándolo y ya está privándome de la exquisita cafeína que bebo prácticamente nunca por estar lactando, pero ya qué, yo también quiero otro hijo, será divertido.

Mi esposo siempre atento preparó el sándwich como sabe que me gusta, y acercó también unas galletas de chocolate, colocándolas en mi plato, pidiéndome que comiera primero mientras él se dedica a preparar lo suyo ahora, comiendo también, luego Delano y así, el resto, según los niveles jerárquicos, comenzaron a comer, llenando el espacio de sonidos de cubiertos, tazas al ser revueltas, y banales conversaciones matutinas.

— Hija, luego quiero hablar contigo... los chicos, tus hermanos... no estaban en la casa que tus contactos dijeron que debían estar, la casa estaba vacía...

Dijo Zara, la tristeza expresa en su rostro, grandes ojeras bajo sus ojos.

— Así que no salió bien... —mirando de reojo a un Delano que mira un punto ciego tras Misha que está sentado frente a él— No me dijeron nada, les dije que me mantuvieran informada.

Lanzándole un trozo de pan a mi segundo para que dejara de hacerse el tonto y me mirara.

— Yo no quería sumar más problemas, no sacaba nada con decirte que no había nadie ahí, iba a esperar a que regresaras para darte la mala noticia.

Condéname (+21) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora