Capítulo Veinte

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Harper

—¿Está todo bien con Ryan?

Me di vuelta en mi silla para encontrar a Charlize de pie en la puerta de mi cubículo, pero miraba al final del pasillo con el ceño fruncido de preocupación. Me puse de pie y seguí su mirada. La puerta de Ryan estaba abierta, y las dos lo vimos caminando de un lado a otro como un maníaco, pasaba sus manos inquietas por su cabello, murmurando algo en sus auriculares. Sonaba muy molesto, me preguntaba con quién estaría hablando.

—No sé qué le pasa, pero si sigue así tendrá que comprarse un peluquín pronto —murmuré.

—Ha estado así desde la semana pasada —dijo ella, moviendo la cabeza—. Parece que estuviera perdiendo la cabeza.

Me mordí la lengua para no reírme.

—Tiene sentido, escuché que recibió una gran sorpresa la semana pasada.

—Oh, por supuesto, el bebé, el compromiso. No soporto que los hombres no se molesten en dejar su vida personal en casa. Si una mujer viniera aquí actuando como una loca...

—Sé a qué te refieres —estuve de acuerdo.

Parecía arrepentida cuando se volvió hacia mí.

—¿Sabes lo que es gracioso? Y no te ofendas... pero pensé que ustedes dos tenían algo.

—¿Nosotros? —Me reí, mientras sentía como mi sangre se congelaba. Adobe Garamond Pro

—Lo sé, es una locura —me guiñó un ojo y se inclinó un poco a mí—. Siempre he pensado que puedes hacerlo mejor que él, eres demasiado inteligente como para fijarte en un tipo así —susurraba—. No sé en qué estaba pensando. Lo siento, espero no haberte insultado con ese cometario.

—Para nada —Le sonreí indulgentemente.

Cuando Charlize se fue, esperé unos minutos a que Ryan colgara el teléfono. Cuando lo vi calmarse un poco y sentarse en su escritorio, me revisé en mi espejo compacto. Mi cabello era brillante y lleno de vida, el color en mis labios seguía intacto, el rojo era un buen color para mí. La abuela siempre me decía que hacía que mi piel se viera saludable. No tenía los dientes manchados de labial, así que todo estaba en orden. De hecho, me veía bastante bien. Pasé mis manos por mi falda lápiz negra, enderecé mi columna y me dirigí a su oficina.

Llamé a la puerta de cristal. Sus ojos casi se le salen al verme e hizo un movimiento con su mano y yo entré.

—Hola, Harper. ¿Cómo te va? —Me dijo con una gran sonrisa.

Esto iba a ser incómodo.

—Hola. Quería hablarte de algo —Forcé una sonrisa.

Se recostó en su silla, su sonrisa era cada vez más amplia.

—Lo sé. No puedes ir a la fiesta, ¿verdad?

—¿Qué? —Mis ojos se abrieron de par en par.

—Que no puedes ir a nuestra fiesta de compromiso —Se dio una palmada en el muslo—. Bárbara lo pensó bien —Se regocijó.

—¿Qué? —Le repetí como una tonta.

—Dijo que de ninguna manera saldrías con una tipa como Morgan, estaba fuera de tu alcance. Pensó que probablemente era una amiga que se había compadecido de ti. Supuso que vendrías a mi oficina en algún momento de esta semana con alguna excusa de que no podrías asistir —Tragué en seco y deseé haber cerrado las persianas. Llevaba puestos los tacones más afilados y puntiagudos que tenía. Pensé en acercarme y apuñalarle los ojos con uno de ellos. Pero entonces, recordé lo que me dijo uno de mis maestros: Una mujer fuerte no se venga de sus enemigos, sigue adelante en su camino y deja que el Karma haga el trabajo sucio por ella— No te preocupes, no hay problema, entiendo perfectamente que aún tengas el orgullo herido. No tienes que ir. —Terminó.

Le mostré una sonrisa falsa.

—Siento decepcionar a Bárbara, pero Morgan y yo vamos a ir. A menos que tú o Bárbara sientan que es demasiado incómodo. Obviamente, no queremos estropearles su día especial. En ese caso, por supuesto, no iremos. Probablemente nos quedemos en casa teniendo sexo. Por cierto, puedes decirle a Bárbara que Morgan es más que una amiga y una diosa en la cama. Simplemente increíble.

Las cejas de Ryan casi se unían con su línea de cabello, estaba comenzando a retroceder.

—No, para nada. No es nada incómodo. A los dos nos encantaría que fueran. —Entonces sonrió.

—Bien. Te veremos allí entonces.

—Sí, espero verlas a las dos en la fiesta.

—De acuerdo.

—Tal vez podamos tener una cita doble alguna vez.

Quería vomitar.

—Qué gran idea. —Me di la vuelta para salir de su oficina.

—Mmm... Harper.

—¿Sí? —Me di la vuelta.

—¿Querías preguntarme algo?

Sus ojos se burlaban.

—Sí, por supuesto. Así es —Sonreí—. Quería preguntarle si podía llevarme ese archivo de allí.

Le señalé un archivo que le había traído hace dos semanas mientras usaba todas las excusas que se me ocurrían para venir aquí.

—¿No tienes una copia en tu computadora?

—Lo borré accidentalmente esta mañana —dije y me acerqué al archivo. Lo tomé, lo abrí y fingí que lo revisaba—. Sí, este es —Levanté la cabeza—. Gracias por esto.

Con una sonrisa en la cara, salí de su oficina. Volví a mi pequeño cubículo, me senté en mi silla y dejé que mi cabeza golpeara la mesa en un ruido sordo.

Demonios. Estaba en un gran problema.

Del engaño al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora