Harper
No podría describirla en toda su esencia aunque lo intentara durante una semana. No había palabras para describir el aura que parecía rodearla. Preciosa, elegante, sexy, podría seguir y seguir en una lista larga, pero no estaría ni cerca de ser suficiente.
Todo lo que podía hacer era admirar lo majestuosa que se veía con ese vestido negro. Ni en mis mejores sueños podría imaginar que se verías así, estaba acostumbrada a verla en sus trajes de trabajo pero esto era la perfección. El corte de ajustaba a sus perfectas curvas completando con una bufanda gris que combinaba con sus ojos de acero.
Sus ojos se movieron de Marie hacia mí, mostrando asombro.
—Vaya —dijo en un suspiró.
Cada célula de mi cuerpo se estremeció con esa única palabra. Sentí que mi nuca se me erizaba y un escalofrío me atravesó mientras sus ojos me recorrían de pies a cabeza.
—¿Pasé la prueba? —murmuré.
No dijo ni una palabra, no paraba de mirarme.
—Así que, soy Marie —dijo, aún de pie en la puerta—. Es un placer conocerte.
—¡Oh! —Morgan se rió, y luego le estrechó la mano—. El placer es mío, Morgan Gibs.
—Lo sé —dijo ella, sonando un poco risueña.
Por un momento dude que fuera Marie la que reía. Era la persona más obstinada que conocía, ni los hombres la hacían reír así. Rara vez lograba hacerla reír y eso que soy su mejor amiga.
—Bueno, esto es genial, pero creo que deberíamos irnos. No queremos perdernos la ceremonia, estoy segura de que Bárbara y sus amigas nos están esperando con ansias.
Saqué mi abrigo del perchero y Morgan estuvo a mi lado enseguida para ayudarme a ponérmelo. Puso su mano sobre mi hombro y temblé ante su tacto, se sentía muy bien.
—Nadie te molestará mientras yo esté cerca —me aseguró.
—Ahora me siento mucho mejor —bromeé, pero cuando la miré -un poco más cerca, gracias a los zapatos de Marie- no sonreía, lo decía en serio. Por una vez, estaba hablando muy en serio.
Marie fue al dormitorio a recoger sus cosas, dejándome a solas con Morgan por un momento. Me miró de arriba a abajo otra vez.
—Hablando estrictamente desde la zona de amigas, te ves increíble —dijo en voz baja.
Sentí que me sonrojaba y no pude corresponder a su mirada. La opresión en el centro de mi pecho era demasiado.
—Tú tampoco te ves tan mal —dije torpemente.
Vaya, qué subestimación. Debería haber un castigo por decir algo así.
—Siempre me veo bien —se encogió de hombros—. Pero tú...
—Sabes, me estás haciendo pensar que me veo mal el resto del tiempo —susurré.
Sus ojos brillaban.
—Recuerdo cómo te veías anoche.
Tragué con fuerza. Mi decisión de alejarme de ella después de esta noche ya estaba pendiendo de un hilo.
—Confío en que sólo recuerdes eso.
—Oh, no. Recuerdo todo, hasta la noche en que nos conocimos.
Mi corazón dio un vuelco cuando escuché el tono íntimo de su voz. ¿Me estaba engañando? Porque sonaba como si realmente le gustara, a menos que esa fuera parte de su técnica. La miré a los ojos, quería hacer una broma, decir algo gracioso para romper la tensión, pero estaba completamente muda.
—Muy bien, chicas, diviértanse —dijo Marie, poniéndose su abrigo mientras caminaba por la sala de estar.
No nos miraba a ninguna de las dos pero podía imaginarme lo que estaba pasando por su cabeza. Sin duda mañana tendríamos una llamada maratónica.
—Nosotras también nos vamos. Tomemos el ascensor juntas —sugirió Morgan.
Casi deseé que la dejara ir porque de repente quise estar a solas con ella. Quería que me mirara como lo hizo cuando salí de la habitación, mientras yo temblaba y sentía calor por todas partes. Decidí que podría manejar el daño a mi tarjeta de crédito si eso significaba que me mirara de esa manera.
Las tres salimos del apartamento y caminamos por el pasillo. Morgan y Marie hablaban, ella ya había superado la explosión de sangre que se produce al verla por primera vez y ahora hablaban casualmente. Para Marie no era difícil socializar rápidamente, era ingeniosa, divertida e interesante, deseaba poder ser como ella.
Aun así, aunque Morgan hablaba con ella, su mano estaba en mi espalda cuando salimos del edificio.
—Que tengan una buena noche —dijo Marie.
Le eché una mirada mientras entraba en la limusina y ella me dio dos pulgares arriba. Entonces, cuando Morgan no estaba mirando, se abanicó mientras redondeaba los ojos y jadeaba. Puse los ojos en blanco y la limusina se alejó de la acera.
—Parece agradable —dijo Morgan con una sonrisa.
—Ella es la mejor.
De momento me golpeó más fuerte que nunca el hecho de que nos dirigíamos a la boca del león. Esperaba que no fuera tan malo como lo imaginaba.
—Estarás bien —dijo, leyendo mi mente—. Nos divertiremos.
Su mano tocó la mía, tímidamente al principio. Cuando no me alejé, sus dedos se cerraron alrededor los míos y me apretaron, suavemente. Una corriente me subió por el brazo y me atravesó todo el cuerpo.
—Espero que tengas razón —Respiré.
Tenía el corazón acelerado e intentaba convencerme de que esa reacción era producto de los nervios y no de su toque.
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Lo sé, lo sé, les debo dos tandas de capítulos así que aquí van. Recuerden votar y recomendar. Besos
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Del engaño al amor
Storie d'amoreEl destino se encarga muchas veces de unir a las personas de la maneras más alocadas posible. Harper Phelps descubrirá que el amor de su vida se encuentra a una puerta de distancia pero las mentiras y engaños van de la mano con esta relación. Por s...