Capítulo Cuarenta y Tres

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Harper

—¿Tienes todo lo que necesitas? —preguntó Marie al otro lado del teléfono.

—Mmm... Dejé mis maletas con Morgan anoche. Las tendrá en el auto cuando me recoja.

Revisé la hora de nuevo, casi las tres en punto. El día en la oficina pasaba arrastrándose como una tortuga atrapada en el cemento o algo igual de lento.

—¿Y has hecho las maletas para cada posible giro de los acontecimientos?

—No estoy segura de cuantos eventos me esperan. Morgan dice que tienen una piscina climatizada, así que me puse mi mejor traje de baño, empaqué unos buenos zapatos para caminar por si se da el caso. Mi ropa de correr para estar al aire libre, no sé, navegando... y ropa bonita y elegante para la cena.

—¿Qué tal algo para la noche?

—Tengo pijamas.

—No me refiero a dormir.

Me alegré de que no pudiera verme la cara.

—Bueno, en ese caso, no necesitaré nada, ¿verdad?

—¡Bien hecho, chica!

—Estaba siendo sarcástica.

—¿Qué sentido tiene decir que no? Sabes a dónde va esto, así que ¿por qué no te relajas y lo disfrutas?

Me mordí el labio, sabiendo que probablemente tenía razón. Esto era todo, este era el fin de semana en el que tendríamos sexo. Parecía inevitable. Las dos, solas, durmiendo en la misma habitación, en la misma cama. Probablemente olería bien como siempre. Tal vez la vería cambiándose, su abdomen perfecto y sus hermosos pechos mientras se quitaba la camisa. Y mi corazón latiría más rápido precipitando la sangre a mi entrepierna y eso sería el final de eso.

—¿Hola? ¿Sigues ahí?

—Oh, claro. Estoy aquí.

—Como dije, disfrútalo, relájate y diviértete este fin de semana. ¿Qué puede ser más delicioso que desnudarse para una mujer así de sexy? Ohhh... imagina que te agarra por las caderas y te da una nalgada.

—¡Marie! —Me reí, me ardía la cara.

—Ahora intenta sacarte esa imagen de la cabeza.

—Ugh, te voy a matar.

—De nada y diviértete mucho, ¿de acuerdo? Hagas lo que hagas, no dejes que la Bestia y su Bestia te arruinen el momento.

—Eso va a ser muy difícil.

—Lo digo en serio, ignóralos. Agárrate al brazo de tu chica todo el tiempo y lo más importante: mantenme informada.

—Lo haré.

Estaba sonriendo cuando colgué la llamada. Necesitaba quitarme de la cabeza la idea del cuerpo desnudo de Morgan. Me iba a recoger en unos minutos, así que ruborizarme al pensar en ella y en toda su gloriosa desnudez no sería de ayuda.

—Hola.

Me balanceé en mi silla para encontrar a Ryan parado en la entrada de mi cubículo. Estaba apoyado contra la pared, con las manos en los bolsillos, con un estudiado aire de desenfado en la cara. Suspiré internamente. Era la última persona con la que me apetecía hablar.

¿Qué era lo que había visto en él?

La pregunta me dejó perpleja. Nada de él me parecía atractivo ahora. Solía pensar que sus ojos de cachorro eran lindos, indefensos y dulces pero ahora me parecían patéticos.

Del engaño al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora