Harper
Miré el salón mientras Morgan entregaba nuestros abrigos, notando los besos de aire y los chillidos de alegría de amigos que probablemente se vieron en la mañana pero que ahora se saludaban como si hubieran estado en lados opuestos del mundo durante años. Me alegré más que nunca de tener a Marie en mi vida.
La sensación de la mano de Morgan sobre mi espalda desnuda me sacó de mi pensamiento.
—¿Vamos?
—No lo sé. ¿Estás segura de que podemos lograrlo?
—Sólo sígueme la corriente, ¿ok?
—De acuerdo —susurré.
Se inclinó y murmuró en mi oído.
—Creo que eres la mujer más hermosa de aquí, no tienes competencia y apuesto todo mi dinero a que vas a entrar ahí y los dejaras a todos boquiabiertos con lo feliz que te ves sin ese ridículo en tu vida.
No pude evitarlo, la tenía tan cerca de mí, diciéndome todas esas cosas al oído. Su mano estaba tocando mi espalda desnuda y tan sólo quería que la moviera un poco más bajo. Por un momento pensé que su perfume me tenía en una especie de trance, así que antes de darme cuenta, volteé la cabeza y la besé, inocentemente, suavemente, como una novia besaría a su novia antes de unirse a un grupo de personas. Su palma presionó un poco más fuerte en mi espalda mientras lo hacía.
—Gracias —susurré, mi piel todavía hormigueaba donde me había tocado.
—Mira, si sigues así... —murmuró.
Tenía sus ojos medio cerrados y una sonrisa jugando en sus labios cuando nos separamos.
—¿Así como? —pregunté inocentemente.
—Volviéndonos locas a mí y a mi vagina.
—Eso es muy incivilizado de su parte, Srta. Gibs —la regañé.
—Sí, lo sé. Soy una especie cavernícola que sólo piensa en sexo cuando te tiene cerca.
—Por suerte para ti, me gustan las cavernícolas —Le guiñé un ojo.
¿Realmente estaba haciendo eso? ¿Estaba coqueteando con ella?
Hacía un buen trabajo, esa fue la parte más loca. Me hizo sentir ingeniosa y hermosa con sólo tratarme como si lo fuera. Tomadas de la mano empezamos a adentrarnos en el salón, me di cuenta de que me sentía lo suficientemente segura como para enfrentarme a cualquier cosa que me preparara la noche.
Menos mal, ya que la primera persona que nos saludó fue nada menos que Ryan. Morgan apretó mi mano antes de estrechar la suya.
—Me alegro de volver a verte —dijo con una amplia sonrisa.
—Sí, igualmente.
Ryan me miró y sus ojos se abrieron de par en par a tal punto que pensé que se saldrían de sus orbitas. Me di cuenta de que ya no sabía cómo actuar. Había estado tan convencido de que Bárbara tenía razón respecto a Morgan, de que era una simple amiga y fingía ayudarme a salvar las apariencias, pero ahora parecía que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.
Podía fingir ser el chico prodigio ultra seguro del mundo de la planificación financiera, pero yo lo conocía mejor que eso. Al final, vivía bajo el tormento de que personas más inteligentes y talentosas que él descubrieran lo farsante que era. En ese momento, lo miré como realmente era. De pie junto a Morgan, se veía francamente ridículo. Por fuera y por dentro, me sorprendió la idea que alguna vez me pareció atractivo.
—Es una gran fiesta —dije suavemente, echando un vistazo a la habitación—. Realmente te esforzaste al máximo, ¿no?
—Oh, esto no tiene nada que ver conmigo —dijo, con cara de avergonzado—. Todo esto es obra de Bárbara.
—Espero que eso no sea un indicio de lo que vendrá —bromeó Morgan.
Sólo yo sabía que no estaba bromeando. Le apreté la mano, con fuerza.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Ryan, con una sonrisa que se le escapaba.
Me apresuré a intervenir antes de que Morgan diera el golpe final.
—Oh, ya sabes cómo es esto. Si las mujeres dejáramos cosas así a los hombres, nunca lo harían bien.
Le lancé una mirada a Morgan, enviándole señales de advertencia con los ojos. Por mucho que me encantaba ver a Ryan retorcerse -realmente me encantaba más que el chocolate negro y el vino combinados-, lo último que quería era que el ambiente en la oficina se hiciera más incómodo.
—Ella tiene razón —dijo Morgan, con una sonrisa afable—. Los hombres solo se encargarían de poner el dinero.
—Oh, mis futuros suegros pagaron por todo —Se encogió de hombros, con una mirada tímida en su cara.
Le hice una mueca de dolor a Ryan. De repente sentí pena por él y por la trampa que le tendió Morgan. Estaba a punto de abrir la boca para cambiar el tema de conversación cuando Bárbara nos alcanzó. Me lanzó una sonrisa completamente falsa antes de volverse hacia Ryan.
—Te estaba buscando —le dijo, en un tono que me recordó a una madre hablando con su hijo pequeño.
—Lo siento. Sólo estaba saludando a nuestros invitados.
Ella lo miró con sentido.
—Mis padres quieren que conozcas a uno viejos amigos de la familia.
Se volvió hacia nosotros, fijando los ojos en Morgan más tiempo del debido antes de llevarse a Ryan con ella. Para ser una novia, parecía muy hostil.
Vimos cómo ella prácticamente lo arrastró hasta un grupo de cuatro personas sin sentido del humor. Sentía pena por Ryan. Sin siquiera intentarlo, Morgan lo había expuesto como lo que era: un débil sin voz en su propia vida y nunca la tendría mientras estuviera con Bárbara. Me di cuenta de que ella frotaba su mano sobre el cuello de él como si lo estuviera ajustando antes de deslizar su brazo a través del de él.
Morgan también se dio cuenta.
—Pobre tonto —murmuró.
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Del engaño al amor
RomanceEl destino se encarga muchas veces de unir a las personas de la maneras más alocadas posible. Harper Phelps descubrirá que el amor de su vida se encuentra a una puerta de distancia pero las mentiras y engaños van de la mano con esta relación. Por s...