Capítulo Tres

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Harper

Al parecer el sexo de al lado había terminado. Mi vecina y su gritona amiga ya estaban en su camino de la vergüenza. Miré los números iluminados encima de las puertas del ascensor mientras subía lentamente hasta el último piso.

Detrás de mí, la mujer seguía riendo.

— Vamos. —Rogué al ascensor en silencio.

Si llegaba en los siguientes segundos, podía entrar y cerrar las puertas antes de que esas dos llegaran.

Pero por supuesto, la vieja y decrépita máquina se negó a jugar a mi favor. Desde donde estaba podía oler su perfume. Traté de calmarme, pero el calor subió a través de mí y mis palmas comenzaron a sudar.

La Diosa del Sexo era casi sobrenaturalmente hermosa. En el último año, la había visto unas pocas veces y cada vez parecía como que acabara de salir del sueño sexual de alguien.

Alta, de buen cuerpo, con el cabello oscuro. Tenía labios sensuales que una vez la vi lamiendo, un hoyuelo insoportablemente sexy en su mejilla y ojos grises hipnotizantes. Usaba trajes de sastre a la medida que sabía la hacían irresistible. Podría haber sido modelo.

Tal vez lo era, no sabía nada sobre ella, siempre me sofocaba y me volvía incapaz de pronunciar una palabra cuando estaba cerca. Mientras que por su parte, había mirado en mi dirección sólo una vez y tenía sentido. Las tipas de cuerpo perfecto y sexys pechos siempre eran unas imbéciles engreídas. No necesitaban ser dulces o amigables para tener sexo y ella parecía encajar perfectamente en esa descripción.

Desde que estaba en secundaria me di cuenta que me atraían ambos sexos. Gracias a mi compañera de laboratorio de Biología pude notarlo. Cada vez que se sentaba a mi lado mi corazón se aceleraba y comenzaban a sudar mis manos y aunque nunca se lo dije ella fue mi primer amor. Luego en la universidad comencé a experimentar con chicas y descubrí lo mejor de ambos mundos.

La primera vez que vi a mi sexy vecina, fue un año antes, cuando se mudó al apartamento más grande de mi piso. Pobrecita, recuerdo que apenas se había instalado cuando esos monstruos de Noble & Flaherty ya querían sacarla pero así como yo, se aferró a su apartamento. Como ambas estábamos pasando por lo mismo pensé en presentarme la próxima vez que me topara con ella. Que estúpida fui al pensar que teníamos algo en común.

Cuando la vi por segunda vez le sonreí, pero su respuesta fue mirarme de arriba a abajo con el tipo de expresión que la gente suele tener cuando algo huele mal. Fue casi suficiente como para hacer que me oliera, por si acaso. Pero no, no era yo, era ella siendo una imbécil arrogante. Con un pequeño asentimiento dio la vuelta y se fue, tuve que morderme la lengua para no preguntarle cuál era su problema.

Sacándome de mis recuerdos, una mano se extendió para apretar el botón del estacionamiento subterráneo, y mis ojos fueron atraídos por un extraño poder magnético hacia arriba a lo largo de su manga inmaculadamente hecha a medida, más allá de eso estaban sus maravillosos pechos. Estaba distraída mirando los números iluminados sobre las puertas y no pude evitarlo, miré su cuerpo descaradamente y ¡que diosa de mujer!

La reacción de la gritona al viaje de mi mirada fue instantánea.

Se acercó a ella y le puso la mano sobre el brazo. Nuestros ojos se encontraron, su mirada era petulante. Ella era lo que uno esperaría, bronceada, hermosa y delgada, aunque la palabra que preferiría describirla es "perra". Con indiferencia dirigí mi mirada hacia los números iluminados y me abstuve de decirle que la Diosa del Sexo prefería la calidad a la cantidad. Dudaba de que volviera después de eso.

Las puertas del ascensor se abrían con una laboriosa lentitud y sus ojos grises se posaron en mí.

—Después de ti.

Su voz grave recorrió toda mi espalda. Entré en el ascensor y miré fijamente hacia adelante cuando entraron y las puertas se cerraron. El viaje de bajada fue una especie de calvario, nadie habló. La musaraña me miró mal durante todo el trayecto, mientras yo luchaba por mantenerme en calma.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, la tortura terminó. El ascensor se sacudió y las puertas se abrieron lentamente a nivel del suelo. Llevaba tanta prisa que salí disparada y casi me caigo. No me quedé lo suficiente para oír si las puertas se cerraban tras de mí. La pareja podría irse hasta las profundidades del infierno, no me importaba.

Del engaño al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora