Harper
—¿Qué hizo qué? —Marie gritó.
Estaba sentada a mi lado en el sofá, con los pies metidos debajo de ella.
Asentí. Las otras chicas llegarían más tarde, así pude contarle toda la terrible historia a Marie en privado. Sorbí el Bloody Mary que me había dado en cuanto llegué. Vio lo afectada que estaba y sabía lo que me hacía sentir mejor.
—Sabía que era un idiota sin personalidad, pero está resultando ser un completo psicópata. Deberías estar agradecida porque todo terminó entre ustedes, no quieres estar con alguien así. Sí te alegras de que todo haya terminado, ¿verdad? —exigió saber.
Tomé un pequeño sorbo de mi bebida. Estaba buenísima, en realidad.
—¡No lo sé! ¡Jesús, sólo ha pasado una semana!
—¿Todavía quieres a ese imbécil? —sus ojos se volvieron redondos.
—No, por supuesto que no. Es sólo la rapidez con la que se comprometió con ella, y la forma en la que actúa ahora, como si nada hubiera pasado entre nosotros. Me siento como en un mundo paralelo, supongo que me dolió.
—Los dos son unos enfermos. Es la única manera de describirlo —escupió, mientras me miraba con expectación—. ¿Y? ¿Qué dijiste?
—No dije nada —murmuré, mirando mi vaso para evitar mirarla a los ojos—. Alguien más se encargó de responder por mí.
—De acuerdo. Ahora estás empezando a intrigarme de verdad. ¿Quién habló?
—No te asustes, ¿pero recuerdas a Morgan? —Me reí.
Miré para ver cómo sus ojos se hacían más anchos y redondos de lo que nunca los había visto.
—¿Tu vecina? ¿El mujer soy extremadamente sexy?
Eché mi cabeza hacia atrás soltando una carcajada.
—Sí, ella me salvó.
Le di los detalles, observando cómo su mandíbula se caía más con cada detalle.
—Es tu héroe —suspiró, con las manos cruzadas sobre su pecho.
—Oh, perdóname. ¿Desde cuándo eres tan romántica?
—¡Desde que empezaron a pasar cosas románticas en tu vida, Harper Phelps! —saltó sobre los cojines, aplaudiendo.
Sus brazaletes plateados chocaban musicalmente.
—No es romántico, fue sólo una coincidencia, es todo.
—Puede que suenes convincente cuando dices cosas como esas. Pero estoy segura que ni tú te lo crees, chica.
—Lo creo —insistí firmemente.
—Olvidas que te conozco desde el primer día que llegaste a la universidad. Recuerdo a la dulce y tímida chica sentada en el borde de su cama en nuestro dormitorio. Lo sé todo sobre ti, incluyendo todos tus gestos.
—¿Mis gestos?
—Sé cuándo mientes —dijo con una sonrisa—. Incluso sé cuándo sólo te mientes a ti misma.
—¿Cómo lo sabes? —Le pregunté, de repente curiosa.
—Por un lado, te tocas la oreja. Mano izquierda, oreja izquierda.
Dejé caer mi mano sobre mi regazo y Marie echó la cabeza hacia atrás, riendo.
—Lo siguiente —dijo una vez que se había calmado— tus fosas nasales se abren.
—Oh, no —me apreté la nariz.
—Sólo digo que deberías pensártelo dos veces antes de pensar en mentirme.
Suspiré, riéndome de mí misma.
—Muy bien —murmuré—. Puede que me haya ayudado un poco.
Ya que estábamos sólo nosotras dos y ella podía descifrarme tan bien, decidí por fin contarle.
—¿Un poco? —exclamó—. Es como un caballero con armadura brillante que siempre viene a rescatarte, o bueno la versión femenina y sexy.
—Estaba en el lugar correcto en el momento correcto. Probablemente me estaba persiguiendo para avergonzarme o para burlarse de mí por lo que pasó el lunes, y escuchó por casualidad lo que estaba pasando. Le hablé de Ryan, ¿recuerdas?
—Sí, y te evitó la vergüenza de estar sola en esa situación. Y tiene razón, apuesto a que la perra de Bárbara le dijo a Ryan que se acercara y hablara contigo, apuesto lo que sea a que te clavara un cuchillo en el pecho en algún momento.
—Sí, bueno, el cuchillo es para ella. Aún no sé qué fue lo que le vi a Ryan —agité la cabeza con tristeza—. ¡Y se va a casar con él! ¿No debería conocerlo mejor? No cambiará sólo porque tenga un anillo en el dedo.
—¿Quién sabe? Tal vez ella piense que puede cambiarlo —ambas nos reímos, sabíamos que eso era imposible—. Sí, es más fácil para ella culparme, aunque no tenía idea de yo que existía, hasta el lunes.
—Supongo que está embarazada y desesperada —admitió Marie, poniéndose de pie.
Su largo y suelto caftán fluía sin esfuerzo mientras se movía. Me paré y la seguí hasta la cocina. Era pequeña y acogedora, igual que la mía, aunque la suya estaba pintada de un amarillo soleado para compensar la falta de ventanas.
—Bueno, al menos ahora no tienes que preocuparte de ir sola a la fiesta.
Marie abrió el refrigerador y sacó el jugo de tomate.
—No voy a ir a la fiesta, en absoluto.
—Tienes que ir.
—No, ¿para qué?
Marie mezcló tranquilamente otro Bloody Mary para nosotros. Hice una nota mental para no exagerar como lo hice el lunes, no valía la pena emborráchame de esa manera. Me llevó dos días completos recuperarme.
—Tienes que ir porque si no lo haces, significa que ella gana y no puedes dejarla ganar. ¿Quieres que piense que te ha intimidado? Créeme, si no apareces, eso es exactamente lo que ella pensará.
—No me importa lo que ella piense. —Me apoyé en su mostrador.
—Si yo fuera tú, iría. Salvaría mi orgullo llegando acompañada con una mujer como Morgan. Por lo que me has dicho, es capaz de hacer lo que sea para hacerte quedar bien —Me dio un Bloody Mary fresco y continuó—: Confía en mí, mi intuición nunca se equivoca cuando se trata de cosas como éstas, y creo que ella es la mejor acompañante que puedas tener. Pudo haberte dejado sola el lunes por la noche, pero no lo hizo, al contrario, te llevó a su apartamento y trató de calmarte cuando perdiste la cabeza.
—Bueno —dije mordiéndome el pulgar—. Le dije que no quería que fuera conmigo. No sé con qué locura vaya a salir ahora.
—Bueno, tendrás que decirle que has cambiado de opinión —tomó un sorbo.
—No puedo hacer eso.
—¿Por qué no?
—Porque hicimos una estúpida apuesta, la primera en pedir ayuda a la otra pierde y paga. Se supone que ella debería pedirme ayuda antes.
Ella sonrió sobre el borde de su vaso.
—Creo que esto podría ser el comienzo de una muy, muy buena novela romántica.
—Y yo creo que ya has bebido demasiado. No hay amor para mí en un futuro cercano. Necesito un descanso después de Ryan.
—Vale, entonces... —se miró, con las cejas arqueadas.
El timbre sonó antes de que pudiera preguntarle porqué estaba tan contenta consigo misma.
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Del engaño al amor
RomansaEl destino se encarga muchas veces de unir a las personas de la maneras más alocadas posible. Harper Phelps descubrirá que el amor de su vida se encuentra a una puerta de distancia pero las mentiras y engaños van de la mano con esta relación. Por s...