Capítulo Veintitrés

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Harper

Mi primera parada al entrar al edificio siempre era el buzón. Saqué algunos sobres y me dirigí al ascensor. Apareció una sonrisa en mi cara cuando recordé lo bien que me iba en el trabajo. Podía mantener mi cabeza en alto y cuando me encontraba con Ryan, que era muy a menudo, me resultaba fácil actuar como si no guardara rencor en absoluto. Tal vez no lo sentía, mi corazón nunca le había pertenecido y me sentí realmente aliviada de descubrirlo.

Charlize tenía razón, era mucho mejor que él. Todavía no entendía en qué estaba pensando cuando decidí acostarme con él. Cuando lo miraba, lo único que veía era a un chico de fraternidad que nunca había crecido. Hacía ejercicio, pero tanta bebida con sus amigos lo mantenía ligeramente blando y un poco gordito. Su idea de leer era una revista Franim, no tenía nada en contra de las películas de acción, pero eso era todo lo que estaba dispuesto a ver. Ahora iba a ser padre. No estaba segura de por quién me sentía peor, si por Bárbara, por el bebé o por él.

Presioné el botón del ascensor y miré mi correo. Un sobre escrito a mano en medio de facturas y correo basura me hizo olvidarme de Ryan. Lo abrí cuando entré en el ascensor. Había un boleto adentro, junto con una nota.

Tengo una entrada extra para el show de esta noche. ¿Estás libre? - Morgan».

Miré más de cerca el boleto y me quedé sin aliento. ¿Adele? ¿Tenía una entrada extra para ver a Adele? ¿Quién demonios tiene una entrada extra para ver a Adele? Y por lo que noté, el asiento estaba a sólo cuatro filas del escenario. Mis manos temblaban de emoción mientras luchaba por averiguar si todo era parte de una broma pesada. Una dulce venganza por el truco del laxante que le hice.

No quería que pensara que lo que pasó aquella noche en su apartamento volvería a pasar, estaba demasiado borracha cuando nos besamos. No perdería el control de nuevo, y definitivamente, no tenía ninguna intención de acostarme con ella.

Recordé como ese beso me hizo revolotear el alma. Con ella, podría perder mi corazón, y eso sería una estupidez. Mucho más estúpido que salir con Ryan.

Pero... Adele.

Intenté conseguir entradas, pero fue imposible. Ni siquiera logré conseguir asientos en la sección para los desmayados, nada, y aquí estaba Morgan, entregando una como si no fuera nada.

Si lo dejó en mi buzón, significaba que probablemente estaría en su apartamento. Me armé de coraje y fui hasta su puerta. Tenía que mantenerme firme, no podía ceder ante sus hermosos ojos grises o ante esa atracción magnética que parecía salir de ella o de esa boca sensual.

Cuando abrió la puerta, tenía una sonrisa en la cara y un cóctel en una mano.

—Hola.

No podía ser más irresistible. Me forcé a no mirar su cuerpo. Llevaba sudaderas, y pude ver el contorno de sus grandes pechos.

—Hola. ¿Hablas en serio? —Saqué el boleto.

Se encogió de hombros y una sonrisa sexy tiraba de la comisura de su boca.

—¿Parece una entrada de verdad?

—Sí.

—Bueno, entonces supongo que hablo en serio.

Miré de nuevo el boleto, y luego a ella.

—¿Quién va a ir? Quiero decir, ¿cuántas entradas hay?

—Dos.

—¿Tú y yo?

—Eso es todo, sí.

No pude evitar inclinar la cabeza hacia un lado y entrecerrar mis ojos ante la incredulidad.

—¿Eres fan de Adele?

—¿A quién no le gusta Adele? —Se encogió de hombros.

—No te veo sentada en uno de sus conciertos, eso es todo.

—Lo harás si vienes conmigo esta noche.

Sorbió su licor de ámbar, incapaz de borrar la sonrisa de sus labios. Demonios, era demasiado dócil, me tenía en sus manos.

—¿Puedo hacerte una pregunta seria y puedes responderme honestamente? —Asintió—. ¿Te debo algo por esto?

Sus ojos se entrecerraron.

—¿Parezco el tipo de mujer que espera algo de una persona cuando sólo intenta hacer algo bueno?

—No.

—¿Por qué siento que estás mintiendo? —Agitó la cabeza con disgusto y empezó a cerrar la puerta.

Puse mi mano con fuerza contra la madera para que no la cerrara.

—Está bien, está bien. Tal vez soy desconfiada —admití, queriendo cortarme la garganta.

—Desconfiada. Sí, entiendo —dijo, pero sus ojos habían perdido su brillo.

Estaba tan contenta cuando me abrió la puerta y yo fui a dañarlo todo.

—Lo siento, soy una tonta. No te lo tomes personal, por favor —le dije.

Me miró fijamente, tomándose un tiempo mientras parecía que lo estaba pensando. Entonces abrió la puerta y casi me caigo.

—Supongo que puedo ser un buena chica y ponerme en tu lugar.

Me enderecé.

—Muchas gracias. Eres un verdadero amor.

—¿Qué puedo decir? —Su sonrisa parecía asomarse de nuevo.

Le sonreí. El ambiente entre nosotras era diferente. Oh, Dios y tenía entradas para ver a Adele en vivo.

—¿A qué hora debo estar lista?

Del engaño al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora