Harper
Estaba solo. ¿Cuántas veces había mirado a través de esos cristales y le había sonreído? ¿Cuántas veces me había devuelto la sonrisa cuando sentía mis ojos sobre él? Solía fantasear con entrar, cerrar la puerta detrás de mí, las persianas y subirme a horcajadas sobre él, justo allí, en esa silla. O, tal vez, dejar que me recostara sobre el escritorio, me imaginaba todo tipo de cosas. Ahora sólo quería cerrar la puerta para partirle la cara.
Sintiendo el peso de mi mirada, levantó la vista y me sonrió. Entré a la oficina cerrando la puerta de cristal con llave.
—Qué gracioso... —dije, mientras empezaba a cerrar las persianas.
Sus ojos se iluminaron. El imbécil creía que venía a hacerle la mamada debajo del escritorio.
—Oh, nena, ven con papi. —Sonreía con suficiencia lo que me hizo sentir mal físicamente.
Era curioso cómo llegué a pensar que eso era sexy en un momento dado, tal vez diez minutos antes. Ahora mismo, acercarme a su pene podría resultar en una lesión seria y probablemente irreversible. Quería lastimarlo tanto como él me había lastimado. Tragué con fuerza, la rabia era como una piedra atascada en mi garganta.
—Tal vez deberías preguntarle a tu novia primero.
—¿Qué? —Preguntó, y su voz pareció haber subido una octava entera.
—¿De verdad vas a fingir que no sabes a qué me refiero? ¿Vas a sentarte ahí y actuar como si no supieras de lo que estoy hablando?
—Harper, ¿es una broma? —Se puso de pie extendiendo sus manos.
—Y aún no llego a la parte divertida —le dije—. Recibí un email de una mujer que dice estar embarazada de ti.
Su primera reacción me hizo dudar por un instante. O era un buen actor o Bárbara Moreland era una gran mentirosa.
—¿De qué estás hablando?
La sensación de esperanza que revoloteaba dentro de mí era casi tan fuerte como el sentimiento de culpa. No le había dado la oportunidad de defenderse. Quizás sí estaba actuando como una lunática porque no tenía más pruebas que un estúpido escáner con un nombre y eso no probaba nada. ¿Y si había llegado a la conclusión equivocada?
Con mucha menos certeza de la que tenía cuando había entrado en la oficina, me acerqué a él y le mostré mi teléfono. Jadeó. A diferencia de su falsa sorpresa del inicio, esta expresión de conmoción era genuina.
—¿Está embarazada? —Me miró fijamente con los ojos bien abiertos y brillantes—. Demonios, ¿quién lo diría? Estoy disparando balas de verdad. ¿Por qué no me lo dijo? —Soltó una pequeña risita.
Había una extraña mezcla de alegría, esperanza y arrebato en su voz y con eso decía todo lo que necesitaba saber. Me sentía como si estuviera en una realidad alternativa, quería romper algo, preferiblemente sus piernas o cuello. O al menos, golpéale la cabeza con el extremo puntiagudo de mi zapato múltiples veces. Probablemente eso lo mataría, pero valdría la pena sólo para ver cómo se le sale el cerebro.
—Entonces, sí estás viendo a alguien más —dije, con los dientes apretados.
Miraba distraídamente el teléfono de su mesa antes de arrastrar sus ojos hacia mí. ¡El bastardo estaba impaciente por llamarla!
—Mira —Se excusó—. Nunca dije que fuéramos exclusivos.
—¿Qué? —Entré en cólera.
—Vamos, Harper. Eres una mujer adulta. Pensé que sabías que sólo estábamos pasando el rato, eso era todo. —Se encogió de hombros.
Di un paso hacia atrás y lo miré con odio.
—Me dijiste que era especial.
—Eres especial.
—Para ti. —Le recordé.
—Bueno, ya sabes, se dicen cosas por el calor del momento.
—Me dijiste que estabas soltero.
—Bueno, técnicamente estoy soltero. —Se movió incómodo.
—No puedo creerlo. —Agité la cabeza ante la incredulidad.
—Vamos, Harper. Nada de esto tiene que ponerse incómodo, sólo se vive una vez.
—¿Sólo se vive una vez? —Exploté—. No puedo creer que seas tan insensible. ¿Cómo pudiste engañarme de esa manera?
Era como si estuviera hablando sola. Desde el momento en que mencioné lo del embarazo, no le importó nada más. Pasó sus manos a través de su cabello corto de rizos castaños, cabello que tantas veces había enredado en mis dedos, y en un movimiento suave se lanzó sobre su silla. Sus ojos se movían de un lado a otro.
—¿Hola? —Agité mis brazos frente a él con furia.
—Oh, sí. Umm... lo siento... esto realmente me ha sorprendido —soltó una risa nerviosa, claramente conmocionado—. Creo que ya nos divertimos lo suficiente. Dejemos lo nuestro atrás y volvamos a cómo eran las cosas antes de que esto pasara. Somos un buen equipo de trabajo y no hay necesidad de estropearlo. Obviamente, lo siento mucho si herí tus sentimientos.
Odiaba cuando alguien usaba la palabra "si" y "herir tus sentimientos" en la misma frase. ¿Qué demnios...? Eso significaba que ni siquiera iba a reconocer lo que había hecho, pero aunque no lo haya tenido en cuenta, seguramente su pequeño discurso sería la más falsa, patética e insincera disculpa de la historia de la humanidad. No se preocupaba por mí en absoluto y nunca lo haría.
¿Cómo pude estar tan ciega para no ver lo escurridizo que era en realidad? Una total alimaña, ni eso, las alimañas eran más lindas que él. Ni siquiera valía la pena mi ira. Enderecé mi espalda, me puse firme y le lancé una sonrisa falsa.
—No te preocupes por eso, yo también mentí. Sabes, ese pequeño problema tuyo, el que te hace chupar vagina como desquiciado en vez de penetrarla, no es normal, y realmente deberías hablar con un profesional al respecto.
Sus ojos se agrandaron mientras yo sonreía ampliamente y salía por la puerta con la cabeza bien alta.
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Del engaño al amor
RomansaEl destino se encarga muchas veces de unir a las personas de la maneras más alocadas posible. Harper Phelps descubrirá que el amor de su vida se encuentra a una puerta de distancia pero las mentiras y engaños van de la mano con esta relación. Por s...