Capítulo Dieciséis

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Harper

Mi primer pensamiento consciente al despertar fue el profundo deseo de morir para terminar con esto. Mi cabeza palpitaba como si tuviera un pájaro carpintero adentro, ni siquiera había abierto los ojos, pero el resplandor se sentía como si estuviera en la azotea del edificio viendo hacía al sol.

¿Por qué diablos no había cerrado las persianas? ¿Por qué aún estaba tan borracha?

Me tapé la cabeza con el edredón, pero eso no sirvió de nada, significaba tener que oler mi propio aliento y era asqueroso. Recordaba vagamente haber vomitado dos veces durante la noche, sin tener la voluntad para de cepillarme los dientes después. Tenía la esperanza de que al menos hubiera logrado llegar al baño esas dos veces. Pero ¿quién lo sabía? Tal vez había decidido dejarme esa sorpresa. Pobre de mí, y con resaca.

Eso era malo, hasta que recordé mi viaje al apartamento de Morgan. Un nivel totalmente diferente de dolor me golpeó.

—No. No. No. No —gemí, quejándome por el dolor en mi cabeza y en mi corazón.

¿En qué estaba pensando?

Oh, cierto. Estaba pensando en lo divina que estaba ella, y lo mucho que odiaba a Ryan.

¿Qué estará pensando de mí?

No quería ni imaginarlo. Pequeños fragmentos de nuestra conversación volvieron para hundirme aún más en la vergüenza. Fui un completo desastre. Gracias a Dios, el supervisor llegó antes de tiempo, sino, quién sabe dónde habría despertado, o vomitado. Una sesión de besos como esa, sin duda habría terminado en sexo salvaje y quizás después le habría vomitado en su cama, o sobre su cuerpo. ¡Oh, Dios! Pensar en eso me estremecía.

Vino de porquería, nunca volvería a beber. Fue una muy mala decisión. No había manera de que pudiera ir a trabajar, especialmente por la idea de tener que ver a Ryan. Cuando estuviera libre de las garras de una muerte inminente por resaca, pensaría cómo seguir adelante con todo esto. Mientras tanto, busqué a tientas mi teléfono, lo agarré y le marqué a Charlize. Le dejé un mensaje entre dientes que resumía algo sobre mi estómago, mi malestar y mi ausencia esa mañana. Cuanto menos detalle, mejor. Sólo la gente que mentía dejaba mensajes largos.

Decidí aventurarme a salir de la cama un par de horas más tarde, cuando desperté por segunda vez. Me sentía un poco mejor, lo que era un buen primer paso, lo mejor de todo fue no encontrar sorpresas desagradables por la borrachera. Un excelente segundo paso.

Una vez que me puse en movimiento y comprobé que mi cabeza no estaba a punto de caerse, el horror me invadió de nuevo mientras aparecían los recuerdos de mi comportamiento con Morgan anoche. No podía sacudir el recuerdo de ese... ese beso.

En realidad, ni siquiera sabía si eso se podría considerar como sólo un beso. Aún en mi estado de total miseria, seguía latente el recuerdo de cómo se sentían sus labios contra los míos, e incluso era un poco excitante.

Supongo que tenía mucha práctica. Su técnica era suave, sexy, y tan intensa que casi se me derrite la tanga. Me imaginaba a las mujeres lanzándose sobre ella, no quería ser una más en su lista. Pero ya lo estaba. Literalmente me había lanzado encima.

Estaba sentada en el borde de la bañera con la cabeza entre las manos, esperando mientras se llenaba.

—Me subí a su regazo —me dije— Intenté acostarme con ella. Oh, Dios.

Pero Dios no me ayudó. Seguro estaba observándome y moviendo la cabeza en señal de desaprobación. No fue culpa mía, fue culpa del vino y de Ryan, él había sido la razón por la que el vino y yo nos juntamos en primer lugar.

Entré en la bañera y mientras me empapaba en burbujas, pensé en Morgan de nuevo y apenas pude evitar ahogarme. De ninguna manera pasaría otra vez por ese tipo de humillación.

—Probablemente piense que soy una puta —murmuré miserablemente.

Bueno, su opinión quizás no sea mejor de lo que había sido antes. La recordaba vagamente dando algún tipo de explicación de que estaba perdida en sus propios pensamientos la mayor parte del tiempo, pero por alguna razón, no le creí. No estaba perdida en sus pensamientos, ella había sido intencionalmente hostil conmigo. Eso sólo fue un consuelo frío de su parte, pero era lo más cercano a un consuelo que tenía.

—Mierda, Ryan —grité.

De paso, había llorado desconsoladamente.

¡Ugh! Qué estúpida fui.

Entonces recordé que Morgan había intentado consolarme. Había sido amable, ¿verdad? No recordaba con claridad, sin embargo, nunca se lo preguntaría. No podía soportar tanta humillación.

Me quedé en la bañera hasta que mis dedos se arrugaron. Para cuando salí, me sentía mucho mejor, al menos físicamente. Mentalmente, por otro lado, no dejaba de preocuparme por lo que le diría a Morgan cuando nos volviéramos a encontrar. Eso era inevitable y tenía que estar preparada. Le agradecería, por supuesto, porque se había ocupado de mí, se lo debía.

Tal vez podría usar una bolsa en la cabeza mientras le daba las gracias, ya que no podía ni imaginar mirarla a los ojos, estaba segura de que me pondría roja como un tomate. ¡Quizás una carta! Listo, eso era todo. Respiré aliviada.

Le escribiría una carta de agradecimiento. No, le compraría una tarjeta y la deslizaría por debajo de su puerta. No, la dejaría en su buzón. De esa manera, no me sentiría humillada si estuviera al otro lado de la puerta en ese momento. Sí. La solución perfecta.

Cuando salí a la sala de estar, mis pensamientos habían pasado de Morgan a la idea del desayuno. Mi estómago seguía hecho un desastre, gracias al vino, pero todos los que alguna vez han tenido una resaca saben que la comida grasienta es la mejor solución.

Percibí un olor increíble, alguien cercano estaba cocinando algo. Entonces, me quedé paralizada. No tenía más vecinos, sólo Morgan. Y no había manera de que me pudieran llegar olores de cocina de los edificios cercanos. Fui de puntillas hasta la puerta de entrada, oliendo el aire. Claro que sí, el olor se hacía más fuerte cuanto más me acercaba.

¿Qué diablos...?

Me acerqué a la mirilla de la puerta, pero el pasillo estaba vacío. Finalmente, me atreví a abrir la puerta, y lo que encontré me dejó boquiabierta. En el suelo, había una caja que me hizo agua la boca, contenía el pastelillo especial de la tienda de delicateses cercana, una botella de agua de un litro y una gran taza de café. Perfecto para la resaca.

Miré el pasillo de un extremo a otro, pero por supuesto, Morgan no estaba en ninguna parte. El pastelillo y el café seguían calientes.

Hmmm...

Me preguntaba cómo lo sabía.

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Hasta aquí por hoy!! Espero les esté gustando esta historia. Las cosas se pondrán más interesantes entre este par que ya se nota se tienen bastante ganas!!! No leemos el jueves. 

Del engaño al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora