Capítulo Treinta

5.1K 319 2
                                    


Harper

Para mi sorpresa, Charlize no fue llevada a la habitación donde levantan una sábana y te muestran el cadáver. En cambio, nos dijeron que esperáramos en una pequeña habitación. Ella caminaba nerviosa hasta que entró una mujer. Vestía una blusa blanca, una falda gris y llevaba un portapapeles en sus manos. Se presentó como Danna Darrent, consejera del dolor.

—La identificación será a través de una foto y yo estaré con ustedes durante todo el proceso —explicó en voz baja.

—¿Así no tendré que ver el cuerpo de mi hermano? — preguntó Charlize.

Agitó suavemente la cabeza.

—Puedes tomarte todo el tiempo que necesites. Pondré este portapapeles sobre la mesa, la fotografía está boca abajo y cuando estés lista puedes darle la vuelta. La foto mostrará a tu hermano acostado. Tiene algún traumatismo craneal, pero su cara no está marcada, también tiene algunos moretones en el cuello.

Charlize asintió lentamente y puso sus manos sobre la mesa con sus uñas pálidas bellamente cuidadas.

—Tómate todo el tiempo que quieras —dijo Danna en voz baja—. No hay ninguna prisa. Estoy aquí para ayudarte.

—Siento que tengas que estar aquí —dijo Charlize.

Danna agitó la cabeza y sonrió amablemente.

—No lo sientas. Considero mi trabajo un honor y un privilegio. El nacimiento y la muerte son procesos naturales. Algunas personas están al principio de la vida de una persona y otras al final.

Lentamente, Charlize levantó una esquina de la foto y le dio vuelta. Su hermano no se parecía en nada a ella, su cabello estaba cubierto de sangre en un lado y tenía un moretón en el cuello, pero por lo demás, parecía que estaba durmiendo. Miró la foto por un largo tiempo. La habitación estaba en absoluto silencio, tanto como para escuchar caer un alfiler. Podía oír mi propio corazón.

Luego respiró temblorosamente.

—Sí, es Mickey.

Danna se acercó, tocó la mano de Charlize y esta brincó hacia atrás en el asiento. Una expresión de sorpresa cruzó por la cara de la mujer y casi quería contarle sobre la fobia a los gérmenes que tenía.

La mujer le dio detalles de dónde podía ir para recibir consejería y ayuda si la necesitaba y luego se puso de pie para irse.

—Puedes irte ahora si quieres —me dijo Charlize.

Le temblaban las manos.

—No, me quedaré contigo.

Me miró con gratitud. Me quedé con ella hasta que se sintió lo suficientemente bien como para irse. Eran casi las tres de la mañana y el aire estaba frío afuera. Llamé a un taxi y la dejé en su apartamento antes de volver al mío.

Salí del ascensor y caminé lentamente hasta mi apartamento. Me sentía extrañamente agotada ver a Charlize de esa manera me afectó muchísimo. ¿Ese era el destino que me esperaba algún día? ¿Tendré que llamar a uno de mis empleados cuando me encuentre en un momento de terrible dolor?

Seguía viendo su cara pálida y sus labios temblando en mi mente.

Cuando traté de abrazarla, ella se paró en el círculo de mis brazos tiesa como un pedazo de madera hasta que de repente se desplomó una presa dentro de ella, me abrazó con fuerza y sollozó como un bebé. ¿Cuán solitaria debe ser su vida?

Saqué mi llave y la puerta de Morgan se abrió.

—¿Estás bien? —preguntó desde el otro lado del pasillo.

Asentí.

Nos quedamos mirándonos fijamente durante unos segundos. Luego cruzó el espacio entre nosotras y me abrazó fuertemente. Podía sentir el calor que venía de su cuerpo, olerla y escuchar el latido constante de su corazón. Me sentía tan cómoda y segura entre sus brazos. La deseaba tanto que me dolía, pero sabía que no podía tenerla.

Sentí que las lágrimas calientes empezaban a rodar por mi cara y realmente no sabía por qué estaba llorando. No era tan cercana a Charlize, tal vez era sólo la conexión humana, sentía su tristeza dentro de mí. Morgan estuvo en silencio, hasta que me alejé de ella.

—¿Quieres venir a mi casa? —preguntó.

Agité la cabeza. Estaba demasiado confundida con todo. Ella, mi vida, mis prioridades pero solo sabía una cosa con seguridad. No quería ser como Charlize dentro de quince años. Si seguía saliendo con tipos como Ryan o mujeres como Morgan, eso era exactamente lo que me esperaba.

—Creo que sería un error que continuáramos con esto.

Una extraña expresión apareció en sus ojos, pero fue tan rápida que no la pude descifrar, especialmente por cómo me hacía sentir.

—¿Por qué?

—Estoy muy confundida con todo esto Morgan. Acabo de romper con Ryan, y ni siquiera sé cómo me siento al respecto. No quiero ir de su cama a la tuya. Creo que necesito tiempo para evaluar mi vida, mis prioridades y hacia dónde quiero ir.

Sus cejas se apretaron.

—Me parece justo.

—Lo siento si te he engañado. Si no quieres venir a la fiesta conmigo mañana, lo entenderé.

—Te llevaré a esa fiesta. De ninguna manera les daré el gusto de reírse de ti.

Mi corazón latía un poco más rápido ante la expresión determinada de su rostro.

—¿Lo harás?

Asintió.

—Claro que lo haré.

La miré fijamente. Era muy hermosa. Quería extender la mano y tocar su rostro.

—Entonces, ¿somos amigas?

Algo dentro de mí dolió al preguntarle eso.

Se encogió de hombros.

—Sí.

—Gracias, Morgan.

—No hay problema. ¿Nos vemos mañana?

Estaba demasiado triste para hablar así que sólo asentí. Al entrar en mi apartamento y dar la vuelta para cerrar la puerta, ella estaba ahí parada.

—Buenas noches, Harper. Que duermas bien.

—Buenas noches, Morgan —susurré. Entonces cerré la puerta.

Esa noche me decidí. Iría a la fiesta de mañana con Morgan y luego, eso sería todo entre nosotras. La verdad es que nunca podría ser su amiga, había complicado las cosas acercándome a ella. Ahora me mataría ver el desfile de mujeres que traería a su apartamento, especialmente ahora que había probado cómo era como amante. Deseaba que aceptara la oferta del comprador y se mudara. Gracias a Dios que no llegamos hasta el final, pero el pensamiento me hizo doler el corazón.

Del engaño al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora