Harper
Mamá me estaba esperando en la puerta. La mantuvo abierta mientras yo maniobraba con mis maletas al entrar. No le había dicho por qué venía, sólo que estaba en camino y la necesitaba mucho. Echó un vistazo a mi cara hinchada y manchada de lágrimas y me abrió sus brazos para que yo la abrazara.
—¿Qué pasó, cariño? ¿Quién te lastimó?
—Oh, mamá. Soy una idiota.
—Estoy segura de que no es tu culpa —murmuró, acariciando mi cabello mientras yo temblaba con sollozos frescos.
—He sido tan estúpida.
—Vamos. Prepararé un poco de té y hablaremos de ello. Estoy segura de que todo saldrá bien. Todo se ve mejor después de una taza de té.
Uno de los dichos favoritos de mi abuela pasó a mi mamá y luego a mí. Pensar en ella y en ese apartamento que tanto amaba, sólo me hacía sentir peor. Me dolía el pecho, literalmente dolor físico. Tal vez ese era el dolor de un corazón roto. Si tuviera un ataque al corazón y muriera ya no tendría que sufrir más.
Para cuando el té estuvo listo ya había logrado dejar de llorar. Mamá esperó hasta que me senté en una de las pequeñas sillas de madera alrededor de la mesa antes de hacerme cualquier pregunta.
—¿Qué pasó, cariño?
Le conté todo. Ryan, Morgan, la forma en que me salvó cuando me acorralaron. La forma en que fingíamos ser una pareja. Ella sonrió cuando le conté como me había lastimado el tobillo, y la forma en que había sido tan dulce conmigo. Incluso insinué que las cosas pasaron al siguiente nivel con Morgan sin llegar a tantos detalles. Mi madre y yo éramos amigas, pero no éramos tan cercanas.
Luego le conté lo que Alexander dijo en la cena. Ella sabía del comprador que intentaba sacarme, por supuesto.
—Oh, no. ¡Oh, eso es horrible!
Parecía genuinamente desconsolada, como cualquier madre lo haría cuando su hijo sufría.
—Así que, eso es lo que pasó. Vine aquí en vez de ir a casa. No podría imaginarme estar allí sola ahora mismo.
—Por supuesto, cariño. Estoy muy contenta de que hayas venido. Siento mucho que esto haya pasado.
Me acarició la mano, secándose las lágrimas con la otra.
—¿Soy yo? ¿Soy un imán para las personas que creen que pueden usarme y salirse con la suya?
Ella agitó la cabeza.
—Por supuesto que no lo eres. Sólo estás teniendo una racha de mala suerte.
—Por decirlo suavemente —susurré.
El té de manzanilla me ayudó un poco, al menos. Sólo el aroma me relajó, y el recuerdo de las noches que pasé con Morgan, me golpeó el corazón herido.
—Creo que me enamoré de ella, mamá. Estoy muy avergonzada de mí.
Ella chasqueó su lengua en simpatía.
—No hay nada de qué avergonzarse. No puedes culparte por desarrollar sentimientos por ella. Además, la chica suena como el paquete perfecto cuando no se incluye el tema del apartamento.
—Eso era lo que yo también pensaba. Pensé que lo tenía todo. Y me quería, lo que obviamente la hacía más atractiva.
Las dos resoplamos en nuestras tazas de té, lo que terminó en un sollozo para mí.
—Déjame transmitirte un poco de la sabiduría que he adquirido —dijo ella, su voz tan suave y gentil como siempre.
—Por favor, hazlo. Estoy en extrema necesidad.
ESTÁS LEYENDO
Del engaño al amor
RomanceEl destino se encarga muchas veces de unir a las personas de la maneras más alocadas posible. Harper Phelps descubrirá que el amor de su vida se encuentra a una puerta de distancia pero las mentiras y engaños van de la mano con esta relación. Por s...