Namjoon soltó un bufido mientras veía la interminable fila de tráfico avanzar lentamente.
A ese paso no iba a llegar al orfanato a tiempo para las clases, ¡demonios!
Un oficial se acercó a su ventanilla y él la bajó rápidamente para recibir al hombre, tamborileando ansiosamente en el volante.
—La carretera va a estar cortada un buen rato hasta que se despeje la zona del accidente, señor —habló el hombre con voz ronca.
—¿Y no hay ninguna carretera secundaria que lleve al centro? —Quiso saber con impaciencia.
—Me temo que no —el oficial de tráfico sacudió la cabeza—. A unos cien metros hay un desvío de montaña, ya sabe, llevan a las aldeas rurales de Aewol, pero sigue siendo una ruta larga y no sé si todavía sale a la autopista.
Namjoon hizo una mueca y chasqueó la lengua.
—Gracias, oficial —dijo y cerró la ventanilla mientras el hombre seguía informando del estado del accidente a otros autos.
Acomodó la cámara de seguridad en el espejo central y luego buscó con la mirada la salida que el hombre había mencionado.
Si bien le había dicho que la ruta no era realmente buena, Namjoon estaba dispuesto a tomarla con tal de no pasarse horas estancado en el tráfico. Así que, cuando a los cinco minutos consiguió llegar a la entrada de la ruta rural, giró el volante con fuerza e ingresó.
A medida que se adentraba en el bosque todo se volvía más tranquilo. Ya no podía escuchar el estruendo de la autopista y, si bajaba las ventanas, podía apreciar pájaros piando por todas partes. Incluso el aire que respiraba era más limpio.
No hubo ni rastro de civilización durante los primeros quince minutos de camino y empezó a preocuparse: el carril era de única dirección y el cemento estaba muy descuidado, debido al desuso de la ruta.
De todas formas siguió hacia adelante, convencido de que en algún lado habría una salida que diera a una carretera secundaria dirección a la ciudad.
Cincuenta metros por delante vio a un gato salir de entre la maleza. Su pelaje era negro y apenas se podían apreciar la heridas si no te fijabas.
—Pobre criatura... ¿Qué le habrá pasado? — Namjoon redujo la velocidad, queriendo ayudar al pobre animalito, pero pisó el freno de golpe al ver al felino caer contra el cemento y su cuerpo volverse poco a poco en el de un niño de no más de nueve años.
Se quedó sin aliento. Su corazón golpeó su pecho con una fuerza desbocada y casi sintió que iba a vomitar ahí mismo.
Tuvo que salir del coche para tomar aire y asegurarse de que no estaba alucinando. Su pecho dolía tanto que apenas pudo caminar los metros que lo separaban del niño y soltó un grito al verlo inconsciente y lleno de heridas.
—¿Ho-hola...? ¿Hola? —Sacudió el débil cuerpo con miedo, su respiración cada vez más acelerada.
No sabía qué hacer, ni siquiera estaba seguro de lo que había visto.
Pero eso era un niño, un maldito niño.
Lo tomó en sus brazos, intentando mantenerse calmado, y lo metió en la parte trasera de su auto, usando su chaqueta de traje para cubrirlo antes de volver al asiento del conductor y pisar el acelerador al máximo.
Tenía los ojos bien abiertos, respirando agitado por la boca y sus manos tan aferradas al volante que sus nudillos estaban blancos.
Él tenía razón, apenas cinco kilómetros más adelante había un pueblo con conexión directa a la ciudad, y no tardó más de veinte minutos en llegar al hospital más cercano; Hwan-do.
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Gitty [myg + pjm]
Fiksi PenggemarJimin era apenas un niño cuando descubrió que podía hablar con los gatos, pero acabó repudiando aquella habilidad con el tiempo. Diez años después, un chico nuevo aparecería en su vida para cambiarlo todo: Min Yoongi, un solitario cambiaformas. ════...