Capítulo 13: Las cosas por decir

7 1 8
                                    

Media hora después de los consejos de mis amigas, tocaron el timbre.

Ya sabíamos que era él, no sé cómo pero lo sabíamos.

-Ve- Juliana me sonríe.

Abro la puerta y mi corazón da un vuelco al verlo. Lleva una camisa manga corta verde oscura y unas bermudas de jean azules con unas zapatillas urbanas.

Me sonríe al verme y al instante siento su mirada curiosa recorriendo mi vestido. Mira mi escote un poco más de lo necesario pero no le doy mucha importancia porque estoy intentando calmarme. Una tarea sorprendentemente difícil cuando tienes en frente a la persona que te gusta.

-Hola- digo por fin.

-Hola.

-Pasa- me aparto de la puerta para dejarlo pasar.

Entra al departamento y veo su mirada recorriendo toda la sala y la cocina.

Cierro la puerta y lo miro.

-Es muy bonito- dice al cabo de un rato.

-Sí, no está nada mal para estar viviendo dos meses aquí.

Sonríe.

Lo invito a sentarse y le pregunto si quiere algo.

Cuando dejo su té junto a él aparecen mis amigas y lo saludan.

-Clara, vamos a ir a hacer compras. Espero que la pasen bien- Juliana nos sonríe.

-Bueno, espero que no compren todo lo que vean. Recuerden que aun nos queda bastante tiempo aquí.

Me prometen que no van a comprar mucho pero no me convencen del todo. Al final se van y nos quedamos solos.

Me senté en una silla a su lado y comenzamos a hablar.

-Gracias por el té.

-No hay de qué. Si quieres algo más, solo dímelo.

-Estoy bien, gracias.

-Bueno- suspiro mientras apoyo un codo en la mesa y lo miro- ¿Qué tal el trabajo?

-Muy bien. Hace casi dos años que trabajo para una empresa y me va bastante bien.

-Me alegro.

-¿Y tú?

-Ahora estoy de vacaciones así que...

-Cierto, lo había olvidado.

-Igualmente he respondido algunos mensajes que me ha mandado la editorial y la estoy ayudando a Pamela con la novela que está escribiendo. Hace un tiempo fui su editora pero ahora tiene una nueva.

Él me escucha con atención mientras toma su té.

-¿Y eso se permite?

-No- me rio- pero nadie tiene porqué enterarse.

-Yo no diré nada.

Le sonrío y le doy las gracias.

En ese momento recuerdo la charla que tuve con mis amigas. ¿Y si le decía ahora? ¿Sería muy temprano? Decido esperar y prepararme mejor para el momento. Pero se lo diría, eso estaba decidido.

-¿Hace cuánto que vinieron a Estados Unidos?

-Mañana hará tres semanas y media.

-¿En serio?- parece sorprendido.

-Sí. Hace casi un mes que nos volvimos a encontrar- le recuerdo.

Sonríe.

-Es verdad, me alegro de haberlo hecho.

-Yo también.

-¿Porqué crees que el destino permitió que nos volviéramos a encontrar después de tantos años?

Su pregunta me toma por sorpresa.

-No lo sé. Pero una amiga una vez me dijo que cuando te vuelves a cruzar con una persona, no es casualidad. Algo quedó por decir, algo quedó por perdonar, algo quedó por hacer.

-Creo que nunca hicimos algo para que algunos de los dos tuviera que pedir perdón. ¿O si?

-No, claro que no– le respondo.

-Entonces..., algo por decir o por hacer.

-Quizá. Habrá que descubrirlo.

Intento sonreír. Mi corazón amenaza con salirse de mi pecho, mi mente me grita que le diga que quedó algo por decir. Pero no pude. Hoy no.

-Sí, tienes razón... Clara me ha encantado conocer tu departamento y charlar un rato contigo pero tengo que irme, he olvidado completamente que tengo que adelantar unas cosas del trabajo para mañana- dice mirando su celular que segundos antes había emitido un sonido.

-Oh, si. Claro- digo levantándome de la silla.

-Gracias por el té.

Le sonrío.

-Un placer.

Nos despedimos en la puerta y antes de perderlo de vista se gira hacia mi:

-Por cierto, ese vestido te queda precioso. Deberías usarlo más seguido.

Y con esas palabras desaparece en el ascensor. Me quedo con una mano en la puerta intentado calmar a mi pobre corazón acelerado.

Una vez leí que estar enamorado era como estar parado en una estación esperando el bus y te alegras cuando lo ves llegar, pero no sabes si parará en tu estación o seguirá, dejándote solo. Yo me sentía justo así: sin saber si podría subirme al bus. Con el miedo a que siga pero con la esperanza a que se detenga.

Al cabo de un rato llegaron las chicas y les conté lo que hicimos con Julio, aproveché un momento para llamar a mi madre.

El día pasó y me preparé para ir a dormir. Pero no pude, no hasta que agarré mi celular y le envié un mensaje diciéndole que había quedado algo por decir, que me llamara mañana cuando tuviera un rato libre.

Luego de eso mis ojos se fueron cerrando lentamente y me quedé dormida.

Lo increíble de ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora