Capítulo 2: El departamento

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- ¡Por nosotras!

- ¡Por nosotras, tía! - gritó Pamela

Los cuatro vasos de cerveza rebotaron a la vez mientras sonaba la música de fondo a todo volumen.

Estábamos en un pequeño bar de no sé qué calle que encontramos al volver de la playa. Por eso quizá la gente nos miraba un poco raro. Cuatro chicas con pinta de venir de la playa a esas horas de la tarde y tomándose una cerveza no debía de ser muy común en Miami.

Pero en esos momentos no nos importaba. Aunque si eso acababa mal la culpa era de Pamela, ella era la loca de las cuatro que siempre iba a fiestas.

A Pamela la conocí en España. Cuando comencé a trabajar en la editorial que estoy ahora, ella me recibió con mucha amabilidad y, como es escritora, digamos que siempre nos llevamos bien. Fui su editora en tres oportunidades hasta que le asignaron una nueva. Pero empezamos a quedar y así se formó una bonita amistad. Tiene treinta años, y, al igual que yo, ninguna suerte en el amor. Pero más allá de eso es muy divertida, siempre te hace reír y es la que más le levanta el ánimo a alguna del grupo si le pasa algo. Es una chica a la que quiero mucho y siempre me ha impresionado lo bien que baila el tango, una creación argentina.

Otra de mis amigas es Juliana. Sí, la que siempre me decía que Julio y yo acabaríamos juntos. Somos amigas desde que tenemos nueve años y siempre le tendré un cariño infinito. Ella me salvó de una manera muy bonita. Porque a esa edad no tenía ninguna amiga y cuando ella comenzó a ir a mi salón empezamos a hablar y desde ese día somos inseparables. Sigue viviendo en Argentina, pero se vino de vacaciones con nosotras, es profesora de arte en una escuela donde conoció a su actual novio: Fernán. Le gusta mucho dormir y pintar y no es buena tomando decisiones.

Y mi otra amiga es Sofía, también la conozco desde la escuela, aunque nunca fuimos tan amigas como con Juliana. Pero la quiero muchísimo y es la mejor compañera de piso que podría tener. Tiene un carácter increíble y es diseñadora de moda. Se puede pasar horas dentro de una tienda y de una librería, porque también le gusta leer. Otra cosa que tenemos en común es que nos gustan los gatos y la música.

Esas son mis amigas. ¿Diferentes?, mucho. Pero no podría pedir un mejor grupo.

Luego de estar un rato en ese bar fuimos al departamento que alquilamos durante toda nuestra estadía allí. Dos meses. Quedaba un poco apartado de la parte más poblada, cosa que agradecimos. Era un edificio blanco, impoluto y moderno. Como todo en Miami. Ya lo habíamos visitado antes de ir a la playa, pero estábamos tan apuradas por ir que abrimos la puerta, tiramos las maletas y nos fuimos sin antes echarle un vistazo.

Tenía tres pisos y nuestro departamento era en el segundo. El pasillo que los conectaba con el resto de los departamentos de ese mismo piso era estrecho. Pero al entrar en él te encontrabas con una sala sorprendentemente grande para lo que parecía de afuera. Los pisos eran de madera, al entrar había una mesa para seis personas y unos metros más atrás de esta, un sillón gris de cuatro piezas junto a dos más que eran individuales. Junto a la pared y delante de los sillones, un televisor. La sala se conectaba mediante un pasillo bastante grande a una cocina moderna pero bonita. Tenía una isla en el medio y la mayoría de las cosas eran blancas. Diferenciándose un poco con la sala anterior que era, más bien cálida. Y por último había otro pasillo entre la sala y la cocina que conducía a cinco habitaciones y tres baños.

A todas nos encantó el departamento.

- ¡Yo quiero esta habitación! - gritó Juliana desde la última puerta de la izquierda

- ¡Y yo esta! - dijo Sofía desde la habitación de al lado

-Bueno- Dijo Pamela a mi lado, ocultando una sonrisa por la emoción de las otras chicas- supongo que yo me quedo con esta- añadió señalando la puerta contigua a la de Sofía.

-Bien- le respondí- Yo con esta- le hice una seña con la cabeza porque tenía las manos ocupadas con las maletas.

-Okey.

Nos reímos brevemente y cada una entró a su respectiva habitación.

La mía era del tamaño perfecto. El piso también era de madera, como todo el departamento. Las paredes de un color parecido al guaraná. En la pared de la izquierda había un armario color madera y junto a él un pequeño escritorio con los mismos tonos de marrón. En la pared del fondo se encontraba una cama enorme matrimonial haciendo juego con dos mesas de noche. Y en la pared de la derecha una puerta, que me sorprendió descubrir que era un baño. Pero no uno común, era blanco, moderno, espacioso. Tenía una ducha, un lavamanos, un espejo, un inodoro junto a un bidet y en el fondo, oculto por la ducha con la mampara un poco transparente, un jacuzzi. Casi me largo a llorar cuando vi ese baño, iba a pasar largas horas allí.

Durante las horas que quedaban de día nos dedicamos a mirar las habitaciones que habíamos elegido. No tardé en darme cuenta que la mía era la más espaciosa y lujosa por ser para un matrimonio. Las de las demás chicas también eran preciosas, pero más sencillas. Cada una se duchó, acomodó sus pertenencias y a la hora de cenar decidimos quedarnos en nuestra temporal casa y pedir pizza.

Nos quedamos hasta tarde riendo y mirando una película a la que no le dimos mucha importancia. Porque tener a esas amigas significaba hablar por horas, de lo que sea. Y las risas siempre las tenías aseguradas. Se podría decir que mi vida iba en perfecta sintonía. Mis padres en Argentina, mi hermana, mi cuñado y mis dos sobrinas en Italia y yo en España, con amigas que eran familia y cumpliendo sueños. Pero todo iba demasiado bien para ser verdad. Y a la mañana del día siguiente, lo descubriría. 

Lo increíble de ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora