Capítulo 41: Perdido

5 1 0
                                    

CLARA RODRÍGUEZ

La vida está compuesta de pequeños momentos; lo más curioso es que el cerebro se empeña en recordar los momentos donde las emociones y los sentimientos se mezclan y se multiplican, haciéndote sentir cosas que no puedes explicar, como cuando llega el momento de tu boda, el nacimiento de tu hijo o la muerte de tu padre. Solo ocurre. Y de alguna manera un poco extraña te sientes vivo, más que nunca. Porque al fin y al cabo los seres humanos no seríamos más que huesos, carne y piel si no tuviéramos las emociones y los sentimientos viviendo en nuestro interior.

Creo que fueron esos mismos sentimientos los que por alguna razón que desconozco, obligaron a Julio a estar perdido. Sí, esa es la palabra. Perdido, perdido en su propio mundo, perdido en su propia piel.

El nuevo año empezó y ambos nos sumergimos en nuestras propias vidas, rutina, rutina y más rutina. Él se iba al trabajo por la mañana y por la tarde de lunes a sábados y cuando estaba en casa miraba televisión o ponía la excusa de que estaba cansado cuando yo quería hablar o hacer algo juntos. Y yo evité a toda costa aceptar esa realidad, que no estábamos bien, que necesitábamos hablar, dejé de insistir y de esa manera me refugiaba en mi trabajo. Adelanté muchas cosas y me mandaron la corrección de mi libro desde la editorial, por primera vez desde que se mudó, Sofía volvió a España así que pasé dos semanas enteras con mis amigas.

Todo iba bien, o eso es lo que me decía a mi misma cuando en las noches me acostaba y Julio no me buscaba, no me tocaba como solía hacerlo. Compartíamos palabras vacías y eso me fue agotando la paciencia poco a poco, el día que me dijeron que mi libro saldría el ocho de agosto de este año, él apenas escuchó lo que le dije porque no dejaba de mirar su teléfono. Yo sabía la razón. Su madre. Estaba aterrado de que le llegaran malas noticias, desde que se enteró que el cáncer volvió lo único que hizo fue tragarse el dolor y la tristeza en vez de compartirla conmigo o con alguien más.

Él se fue alejando poco a poco, y yo solo era capaz de verlo marcharse desde la puerta. A pesar de saber que cuando ese cuerpo que veía alejándose cada vez más por el camino desapareciera, ya no habría vuelta atrás.

Lo increíble de ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora