Capítulo 62: Llegar a casa II

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CLARA RODRÍGUEZ

-¡Clara!

Reconozco la voz de Julio y lo busco desesperadamente entre toda la gente. Cuando lo encuentro sonrío y voy corriendo hacia él, salto y rodeo mis piernas en su cintura y mis brazos en su cuello.

Él se ríe y da dos pasos hacia tras intentando mantener el equilibrio, me agarra del cuello suavemente y estampa sus labios contra los míos. Nos besamos desesperadamente, como si hiciera años que no nos vemos cuando en realidad solo fueron diez días.

-Me alegro tanto de que estés aquí.

-Yo también me alegro de volver a casa.

Mis pies tocan el suelo y él me ayuda a cargar las valijas hasta el taxi.

-¿Y? ¿cómo te fue en estos días que no estuve? ¿alguna novedad?

-Amor, te conté todo por teléfono.

-Solo quiero asegurarme de no perderme de nada- le sonrío.

-¿Además de que Luna orinó el sillón y estuve medio día intentando limpiarlo? No, no pasó nada importante.

Me rio.

-Pobrecita, ¿no la retaste o sí?

Él suspira.

-No fui capaz.

-Sí, eso es lo que te hacen los animales. Primero te roban el corazón y luego la casa.

Cuando llegamos a nuestro departamento le doy besos a la gata y ella se frota contra mis piernas.

Levanto la vista y miro a mi alrededor.

-¿Julio que es todo esto?

-¿Te gusta? Se me ocurrió hace unos días mientras estaba acostado en el sillón descansando un poco.

-Está muy lindo, ¿lo hiciste tú?

Él asiente con la cabeza y me ofrece una copa de vino tinto.

Unas luces tenues están encendidas haciendo que la cocina y la sala estén casi a oscuras y al dar unos pasos más descubro que el piso está lleno de pétalos de rosas, me paro a su lado cuando enciende algunas velas y las deja sobre la mesada de la cocina.

-Salud- me dice levantando su copa- porque volviste después de diez días extrañándote tanto. Por nosotros.

-Salud, por nosotros- repito.

Las copas tintinean un poco y saboreo el vino cuando lo bebo.

-¿Cómo está Nicolás?- me pregunta.

-Muy bien, llora bastante pero además de eso es como cualquier bebé supongo.

Julio sonríe. Me apoyo en la mesada y él imita mi gesto, nos miramos por varios segundos hasta que ya no aguanto más y me rio.

-Perdón, es que no soy muy buena para mantenerle la mirada a alguien.

-Yo tampoco- admite- pero es divertido.

-¿Volver al tiempo atrás? ¿A aquellos años en la escuela donde nos mirábamos?

-Sí- susurra.

-Creo que nunca te lo he dicho pero yo- hago una pausa- recuerdo que pensaba que era bastante invisible para ti, y aún sigo sin creer que de verdad te fijabas en mí.

Lo increíble de ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora