Capítulo 16: El amor

10 1 6
                                    

El viaje de regreso se me hizo más largo. No parábamos de mirarnos y se notaba una tensión en el ambiente muy difícil de ignorar.

Pasamos por el edificio de mi departamento y unas cuadras más adelante entramos en una cochera.

El edificio donde vivía Julio era igual que el mio, la mayoría de las cosas blancas y modernas. Subimos en el ascensor hasta el tercer piso donde había seis departamentos. El de él era el número dos.

Estuvimos todo ese rato en silencio hasta entrar en el departamento. Era un poco más chico que el que compartía con mis amigas. Al entrar había un televisor colgado de la pared y un sillón grande con una mesa ratona. Los pisos eran de madera y las paredes pintadas de un amarillo suave estaban adornadas por estanterías con cuadros y libros, también tenía un balcón con algunas flores. En una esquina se encontraba una estufa para el invierno.

Un pasillo angosto conectaba esa pequeña sala con una cocina donde podías encontrar unas alacenas de madera que daban toda la vuelta con una bonita mesada de mármol. Y por último otro pasillo un poco más ancho que el anterior conectaba la cocina con dos puertas que deduje que serían un baño y una habitación.

-Es parecido a tu departamento pero mas chico porque es para dos personas como máximo- me explicó

Asentí con la cabeza y sonreí al ver una foto de él de pequeño con sus padres.

-Sí, pero es muy bonito. ¿Es tuyo?

-No. Por ahora solo lo alquilo. Me parece muy lindo pero no como para comprarlo y vivir siempre aquí- suspiró- ¿Quieres algo para tomar?

-Un vaso de agua estaría bien

Fue a la cocina y me sirvió agua en un vaso.

-Gracias

Me sonrió y me hizo una seña para que nos sentemos en el sillón.

El ambiente se volvía más denso e incómodo con cada segundo que pasaba. Habían pasado muchos meses desde que no tenía tiempo para mi vida amorosa, después de dejar a mi exnovio estuve un tiempo sin ver a nadie. Conocí a otros chicos pero con ninguno fue nada serio, solo cosa de una noche. Y sabía que con Julio no sería así, me daba miedo pensar hasta dónde llegarían mis sentimientos por él si empezábamos a pasar más tiempo juntos.

Dejé el vaso vació sobre la mesa ratona y me giré hacia él que estaba mirando fijamente mis labios. Me acerqué y nuestras caras quedaron a centímetros.

-¿Tienes tantas ganas de besarme como yo a ti?- mi voz sonó más aguda de lo normal.

Asintió una vez con la cabeza y acorté la distancia.

Lo besé con ganas, con pasión. No había quedado ningún rastro de nuestros primeros besos amables y dulces. Él también me besaba con más intensidad y no sabía que algo así pudiese gustarme tanto. Acaricié su pelo y besé su cuello hasta llegar de nuevo a sus labios. Nuestras lenguas se encontraron y jadeó contra mis labios.

Enredé mis piernas en su cintura y mis brazos en su cuello antes de que empezara a caminar hacia una puerta, la abrió bruscamente y caímos en su cama. Nos desquitamos rápidamente de la ropa y volvimos a besarnos.

Cuando me miró de una manera tan íntima y especial supe que aquella noche quedaría grabada en mi memoria y en mi corazón para siempre. La manera en que me hizo sentir cuidada y amada, el placer que recorrió todo mi cuerpo cuando hicimos el amor. Las risas, miradas, caricias, besos y palabras luego de eso. Mi corazón al borde del colapso cada segundo..., me di cuenta de que el sexo es un mero acto físico cuando no hay sentimientos de por medio pero cuando los hay es una de las pruebas más bonitas de demostrar amor a alguien.

Esa noche me volví a enamorar de Julio. Si es que eso era posible. Me enamoré de su risa, de su sonrisa, de su cuerpo, de su voz y de la manera tan hermosa que tenía de hacerme sentir especial y protegida en sus brazos. Esa noche descubrí que el amor es un concepto que no lo entiendes completamente hasta que no lo vives, y que tenía razón cuando le dije a Pamela que me parecía muy poco describir todo lo que te hace sentir en una simple palabra. Es algo tan profundo, tan bonito y tan mágico que te sacude por dentro y no te deja tiempo para asimilarlo, te obliga a vivirlo.

Lo increíble de ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora