Capítulo 39: Nuevos comienzos

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JULIO CORTÉS

El miércoles por la tarde salgo de aquella empresa con una sonrisa, Clara tenía razón. Lo logré. Ahora soy su nuevo gerente. La parte más difícil será despedirme de la empresa que me dio por mucho tiempo un trabajo y amigos increíbles.

Cuando se lo digo a mi jefe le agradezco una y otra vez por haberme dado esa oportunidad y él me agradece por todo lo que le he aportado a la empresa durante estos años.

Me despido de todos y cuando salgo de aquel lugar donde no volveré más siento un nudo en el estómago, la nostalgia se apodera de mi. Fueron muchos momentos compartidos con gente maravillosa donde aprendí muchas cosas.

-Clara- llamo a mi novia cuando llego a casa.

Ella me recibe con una toalla en la cabeza y otra cubriéndole el cuerpo. Acababa de bañarse.

-¿Qué pasó? ¿Cómo te fue?

-¡Me han aceptado!

-¡No puede ser!

Me abraza sin dejar de saltar y yo sonrío.

-Se me va a caer la toalla- dice riéndose.

-No tendría problema con eso.

Pone los ojos en blanco.

-¿Hoy vas a la editorial?- le pregunto mientras cuelgo mi campera en el perchero.

-No, voy a trabajar desde acá.

-Genial, así no voy a extrañarte.

-¿Qué significa eso?

-¿Tú que crees?

Me acerco a ella y rodeo su cintura con mis manos. La miro a los ojos y sonríe.

-¿Que me extrañas cuando voy a la editorial?

-Sí- susurro contra sus labios.

Nos besamos y ella deja caer su toalla al suelo, al igual que la que tenía en la cabeza. Me saca la remera y yo me desprendo del pantalón y los zapatos, nos movemos y me vuelve a besar en el pasillo. A unos pocos pasos está nuestra habitación, intento ir hacia ella pero Clara me detiene.

-Quiero hacerlo aquí.

-¿En el pasillo?

Ella asiente con la cabeza. Su respiración está descontrolada, al igual que la mía.

-¿Y después quién era el pervertido?

Se ríe antes de que la estampe contra la pared. Acabamos siendo un mar de amor y placer. No importa cuántas veces hagamos el amor, mi corazón nunca va a dejar de latir como loco al verla desnuda, al probar sus labios, al acariciar su piel y mucho menos a las sensaciones que me provocan nuestros cuerpos unidos, es como si unieran dos piezas de un rompecabezas, cada centímetro encaja perfectamente, al igual que nosotros. Cuando terminamos vamos a nuestra habitación y nos abrazamos en la cama, acaricio uno de sus brazos lentamente.

-Me haces cosquillas- se ríe.

-Tienes demasiadas cosquillas, de verdad, no es normal.

Me golpea con el codo.

-¡Au!- me quejo.

-Te lo merecías.

-Eso es lo que piensas ahora, cambiarás de opinión si te digo que voy a empezar a leer.

-¿Qué?

Lo increíble de ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora