Capítulo 44: Abrazar

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CLARA RODRÍGUEZ

El avión aterriza a las ocho de la noche en Buenos Aires, ahora solo me quedan cinco horas de viaje en auto hasta la ciudad donde viven mis padres y los padres de Julio.

En el camino voy hablando con él y me cuenta que todo salió bien, tienen que esperar a ver cómo evoluciona para que empiece con la quimioterapia.

Llego a la una de la mañana y mi madre insiste en que coma algo, después de intentar varias veces se termina rindiendo al decirle que no y me da un beso de buenas noches como cuando era pequeña.

A la mañana siguiente voy al hospital y recorro el pasillo que me indican hasta la sala catorce.

Nuestros ojos se encuentran y mi cuerpo entero parece darse cuenta de su presencia porque una energía electrizante lo recorre y el corazón me late rápido, como si nunca llegase a acostumbrarse a la presencia de ese hombre. Quizá nunca lo haga.

No dejamos de mirarnos hasta que llego a donde está él y se levanta de la silla. No dice nada, solo me mira como si quisiese asegurarse de que soy real.

Avanzo los tres pasos que nos separan y lo abrazo, él tarda pero al final me rodea con sus brazos y nos perdemos en ese acto físico tan bonito, hacía mucho que no nos tomábamos tiempo para hacer este simple gesto, nos mecemos una y otra vez y cierro los ojos mientras hundo la nariz en su cuello y huelo su perfume que tanto me gusta y que tanto he extrañado. Siempre me ha gustado abrazar a alguien o que me abracen, es una sensación muy bonita. No importa si abrazas a tu pareja, a tu papá, a tu amiga, a tu hermana o a tu gato, es algo reparador. Es un acto físico que todos necesitamos de vez en cuando porque nos impulsa a seguir adelante, es como si la persona que te abraza pudiese ver a través de ti y te dijera "Estoy contigo, te entiendo." A veces solo basta con eso para ser un poco más valientes y seguir, seguir, siempre seguir hacia delante.

-¿Por qué estás aquí?

Me muerdo el labio inferior y miro la puerta de color gris que hay a un metro nuestro.

Acaricio su mejilla lentamente al notar que tiene ojeras bajo sus ojos.

-Porque te amo- lo miro a los ojos- porque quiero estar contigo y acompañarte en las buenas y en las malas, ¿qué clase de novia sería si solo estoy contigo en las buenas?

Consigo hacerlo sonreír un poco.

-Una novia terrible.

-Oh, sí que lo sería.

Me rio.

-¿Cómo está tu madre?- me animo a preguntar.

-Quiero dejar de hablar de eso aunque sea un segundo, quiero callar las voces de mi mente que me dicen que todo saldrá mal.

-¿Y cómo puedo ayudarte yo en eso?

-Así.

Se acerca y une nuestros labios, no es un beso suave ni delicado, es un beso que me afloja las piernas y me dicen muchas palabras que sé que a él les cuesta decirlas. "Te extrañé", "te necesito".

Apoya su frente en la mía y cierra los ojos.

-Fui un completo idiota, por favor perdóname.

-No, no quiero hablar de eso ahora. Debemos centrarnos en tu mamá que es lo importante ¿sí? Hablaremos de eso más tarde.

-Está bien.

La puerta se abre y nos separamos, Ricardo nos mira con una expresión de sorpresa dibujada en su rostro.

-Clara, hola.

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