Convencer a Sofía de que Julio viviera con nosotras fue más fácil de lo que esperaba, simplemente dijo que le parecía bien mientras la dejemos dormir y respetemos su espacio personal.
Por eso allí estábamos: Julio me tomaba de la mano, Pamela dejaba sin oxígeno a Juliana mientras la envolvía en un abrazo y Sofía las miraba con indiferencia, o eso pensé hasta que abrazó durante unos segundos a Juliana dejándonos a todos sorprendidos ya que no le gustaban mucho los abrazos. Cuando llegó mi turno de despedirme de ella, la abracé, como lo había hecho Pamela.
Al separarnos vi que se limpiaba unas lágrimas que rodaban por sus mejillas.
-Cuídense, ¿sí?- nos miró a todos y se despidió de Julio antes de tener que irse para subir a su avión rumbo a Argentina.
La noche anterior habíamos decidido que Juliana se vaya a vivir a España y comparta la casa de Pamela con ella, pero antes tenía que dejar todo en orden en su país y conseguir un trabajo en Madrid, cosa que Federico había entendido y le dijo que la esperaría.
Cuando llegamos a Madrid me di cuenta de que había extrañado mucho esa ciudad, era mi hogar desde hace años y me había encariñado muy rápido con ella. Nos despedimos de Pamela cuando se fue a su casa y yo me dirigí a mi departamento con Sofía y Julio.
-Bienvenido a tu nuevo hogar- le dije cuando abrí la puerta.
El edificio era un poco viejo y solo tenía dos pisos. Pero por dentro era muy bonito, mucho más rústico que el de Miami pero tenía su encanto. El departamento en el que vivíamos estaba en el primer piso y tenía poco espacio libre pero creo que nos arreglaríamos bien si solo éramos tres personas. Al entrar te encontrabas con un pasillo de unos pocos metros que te conducía a un salón que tenía dos funciones, primero la cocina donde había una heladera, una mesada, una alacena colgada de la pared, un lavavajillas y unido a la mesada un tablón de madera para poder apoyar más cosas. Al lado de este tablón había un pequeño sillón para tres personas con una mesa ratona para poder estar sentado y mirar el televisor que estaba colgado en la pared del frente junto a unos cuadros. Detrás de sillón había otro pasillo que conducía a tres cuartos: el baño y dos habitaciones. Una era de mi amiga y la otra, que hasta el momento la habitaba yo, la compartiríamos con mi novio.
-¿Qué te parece?- le pregunté mientras habría las ventanas de mi habitación ubicadas al lado de mi cama.
-Es muy lindo. ¿Cuántos libros tienes?- señaló con asombro mis bibliotecas que ocupaban toda la pared.
-Creo que quinientos treinta, dejé de contarlos unas semanas antes del viaje.
-Me gusta que al despertar lo primero que veas sean tus libros, ya que está en la pared contraria a la de la cama.
Sonreí.
-Gracias, es lo que pensé cuando aún no me decidía que pared ocupar para los libros.
-¿Dejo mis cosas aquí?- preguntó mientras señalaba mi cama.
-Oh sí, déjame ayudarte, te haré un espacio en el armario.
Abrí las dos puertas que tenía y comencé a pasar mis cosas a un solo lugar, repartiendo entre los cajones que encontrabas debajo de las puertas y las estanterías que veías cuando las abrías. En total eran seis cajones así que le dejé la mitad a él.
-¿Te parece bien que yo tenga este lado del armario y tu ese?- los señalé.
-Sí, con unos estantes y tres cajones podré acomodar toda mi ropa, gracias.
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Lo increíble de ser nosotros
Romance¿Qué harías si el chico del que estuviste toda tu vida enamorada se vuelve a cruzar en tu camino? Clara es una editora de libros que se va de vacaciones con sus amigas pero lo que menos espera es encontrarse con el chico que, en su adolescencia, hiz...