Capítulo 5: La ¿cita?

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Estábamos con las chicas recorriendo Miami en nuestro coche de alquiler cuando me sonó el móvil. Mi corazón se saltó un latido cuando vi que "Juls" me había mandado un mensaje. Lo había agendado así hace muchos años y nunca lo cambié. Sonreí disimuladamente, o eso creí hasta que escuché un "¿quién seraá?" dicho en un tono burlón al unísono. Puse los ojos en blanco.

-No dramaticen, por favor. Solo es...

-Julio- terminó Juliana por mí antes de pisar el freno porque un semáforo se había puesto en rojo.

-Sí, ¿cómo...?

- Mi vida, te conozco desde que tienes nueve años, a mí no me engañas.

- ¿Y si es "solo Julio" porqué sonreíste así? - preguntó Pamela con una sonrisita desde el asiento del copiloto.

Sabía que me había puesto roja al instante porque Sofía comenzó a darme codazos a mi lado.

- ¿Y qué te dijo?

-No les voy a decir.

Las tres me miraron a la vez. Incluida Juliana, desde el retrovisor interior.

- ¡Vale!

-Por fin se te está pegando el español, me encanta. - dice Pame con una sonrisa

Yo también sonrío antes de contarles.

-Me ha mandado un mensaje

-Y....

- Y quiere que nos veamos hoy a la noche para cenar en un restaurante que está al lado de la playa a las nueve. Si puedo, claro. Y también dice que lleve el bikini.

-Qué raro ¿para qué será?

-Para quitárselo, seguro.

- ¡Sofía!

Todas nos reímos.
- ¡Chicas hoy a la noche tenemos una cita! - grita Juli

Todas la vitorean y yo niego con la cabeza disimulando otra sonrisa.

- ¡Que no es una cita! - protesto enfurruñada.

-Sí, claro.


Nos pasamos dos largas horas eligiendo qué ropa ponerme. Si fuera por mi hubiese ido bastante sencilla, pero con ellas como amigas, eso no iba a pasar.

Al final terminé convenciéndolas de ponerme algo sencillo; Un vestido suelto, con dos tiras. Era de color verde con unas flores blancas, lo combiné con unas sandalias que tenían un poco de base, también de color blancas y unos aros colgantes. Ah, y el bikini debajo, como él me había dicho.

Cogí el coche y conduje hasta el restaurante en el que habíamos quedado.

Cuando llegué me quedé unos segundos parada en el aparcamiento, era un restaurante increíble, grande y moderno. Tenía...

-Puntual ¿eh?

Me giré de repente al escuchar su hermosa e inconfundible voz.

No pude evitar sonreír al verlo. Llevaba una camisa hawaiana que no le podía quedar mejor y una malla azul, lisa.

-Sí, bueno. Es algo de familia.

Sonrió y me ofreció su mano.

-Sígueme.

Lo increíble de ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora