Capítulo 43: Respirar

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CLARA RODRÍGUEZ

Hace dos semanas que no sé nada de Julio. Ni una llamada, ni un mensaje, absolutamente nada, me he refugiado en mis amigas que están muy preocupadas por mi.

Decido comportarme como una persona adulta y llamo a su padre porque sé que Julio no me responderá. Ricardo responde al tercer tono.

-Hola Clara.

-Hola Ricardo, ¿cómo está Mariana?

-Van a operarla, es la única manera de salvarle la vida. Repetiremos el proceso de la primera vez.

-Que les vaya todo bien.

-Gracias.

-¿Y... Julio?

-Él no está bien, me ha contado que se pelearon y no deja de llorar todo el día, por ti y por su madre.

Retengo las lágrimas y tomo aire.

-Sí, nos hemos peleado pero estoy segura de que cuando nos volvamos a ver lo arreglaremos.

-Eso espero.

-Bueno Ricardo, tengo que dejarte. Nos vemos pronto.

-Bien, adiós Clara.

-Adiós.

Me sirvo una copa de vino y me siento en el sillón, con las manos un poco temblorosas abro el chat de Julio.

Clara: ¿Podemos hablar?

No tarda en responder.

Julio: Mejor te llamo.

-Hola- susurro cuando atiendo.

-Hola.

Trago saliva.

-Tu papá me dijo que la van a operar.

-Sí, mañana.

-¿Cómo estás?

-Mal, estoy mal Clara. Apenas puedo dormir.

-¿Cómo puedo ayudarte?

-No puedes hacer nada.

-Por favor Julio, soy tu novia. Déjame ayudarte.

-No te preocupes.

Suspiro.

-He pensado mucho en ti estos días. Y en nosotros.

-Yo también- confiesa.

-¿Vas a tardar mucho en volver?

-No lo sé. Mañana hablamos y te cuento cómo le fue en la operación ¿si?

-Vale. Que tengas una buena noche.

-Tú también.

Cuelga y me quedo mirando el celular por unos minutos, me voy a dormir sin cenar. Doy vueltas en la cama una y otra y otra vez, miro el techo frustrada y comienzo a llorar. Me duele demasiado que estemos así, salgo de la cama y busco mi computadora, compro un pasaje de avión para mañana a la mañana y una hora después el sueño me vence.


JULIO CORTÉS

Después de hablar con Clara me preparo un té y me acuesto en mi antigua cama. Parece una pesadilla que esté volviendo a vivir la misma situación pero unos años más tarde, mi padre se ha encerrado en su habitación y mis hermanas se han quedado en el hospital cuidando a mamá.

Yo he decidido venir a casa porque nunca he aguantado demasiado el olor de los hospitales, el ir y venir de las enfermeras, los médicos con sus batas blancas y viendo a personas llorando sin saber si es de alegría o de tristeza. Son lugares a los que he odiado ir toda mi vida.

Desde que llegué aquí tengo un nudo en la garganta que apenas me permite hablar y es desesperante, además tengo la sensación de que no soy suficiente para Clara y que por eso peleamos el otro día, ella es demasiado increíble para estar con alguien como yo.

Un golpe en la puerta me hace reaccionar.

-Pasa.

Mi padre entra y se sienta en la cama.

-Me han dicho que mañana a las seis de la tarde llevarán a cabo la operación.

Asiento con la cabeza y lo miro, las lágrimas se acumulan en mis ojos y sollozo muy fuerte, mi padre me abraza.

-Papá.

-¿Sí hijo?

-¿Se pondrá bien?

Él suspira.

-No puedo prometerlo pero haremos todo lo posible.

La voz de mi padre se ausenta durante unos segundos y me empieza a doler la cabeza, luego su voz vuelve pero se siente como si estuviera lejos, entonces...

-No puedo respirar... no puedo... respirar- digo.

  Papá me repite una y otra vez que inhale y exhale pero me resulta casi imposible, mi corazón bombea a toda velocidad en busca de ese oxígeno que no entra por ningún lado, entonces la aterradora idea de morir me invade y comienzo a querer respirar pero es como si estuviera en un incendio donde el aire es demasiado escaso.

-No puedo respirar- repito.

-Hijo, mírame, mírame.

Hago lo que dice pero mis pulmones no se llenan de aire, me separo un poco de él y me acurruco en la cama entre los almohadones, la cabeza me da vueltas, estoy muy mareado. Hasta que mi padre me mira a los ojos y me pide que me concentre en ellos, poco a poco vuelvo a respirar.

-Eso es, sigue respirando.

-No... puedo.

-Claro que puedes, mira, lo estás haciendo. Sigue así.

Inhalo y exhalo y la cabeza deja de darme vueltas, mi corazón se normaliza.

-¿Que ha sido eso?

-Un ataque de pánico.

-¿Un... qué?

-Tranquilo, es muy común al pasar por una situación así.

-¿Y tú cómo sabes?

-Soy arquitecto pero también soy padre. Además ya me ha pasado antes- susurra.

Lo abrazo muy fuerte mientras sigo llorando y él se queda en silencio. Le agradezco su compañía y en algún momento me quedo dormido.

Lo increíble de ser nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora