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El camino de vuelta a la villa fue realmente incomodo, la ira de shinobu invadía todo a su alrededor intimidando a Akasha, por ello decidió mantenerse cerca de tomioka para evitar presentir la esencia furiosa del pilar insecto. El pilar de agua ni se inmuto al tenerla cerca, estaba demasiado ocupado pensando en el castigo que recibiría por parte de los demás y por haber dejado que la nueva se entrometiera en su problema. El verla casi suicidarse le hizo sentir una culpa que le revolvió el estómago, el mismo sabía que defender a un demonio era una locura. Pero no por ello viviría con la culpa de que otra persona muriera solo por su locura ocasional.

Al llegar se separaron, cada uno fue por su lado. Tomioka fue a atenderse la herida de la katana y mientras era vendado observo la hoja peculiar de esta que relucía con la luz del sol. La herida había sido profunda, sangre había resbalado por su brazo manchando su ahori, sin embargo, la hoja de aquella katana no se había manchado en lo absoluto, lucia reluciente como si hubiera sido recién pulida.

Salió de la enfermería con aquella extraña katana encontrándose a la dueña de esta paseando por el jardín viendo el estanque, sus mechones dorados brillaron con la luz.

— ¿Qué haces aquí? — Tomioka musitó con disgusto al ver a la chica, ella se alejó del estanque y camino hasta él.

— Aún tienes mi katana, no puedo separarme de ella. — Vio las vendas en su mano derecha y suspiro. — Y por mi culpa estás herido.

El pelinegro simplemente comenzó a caminar lejos de la enfermería, ignorando por completo a la chica que comenzó a seguirlo, Tomioka estaba consiente de esto, sin embargo, no hizo nada por detenerla, tenía suficiente con la reunión que el patrón quería con los pilares.

Al llegar al que era su hogar, entro y cerró la puerta frente a la cara de Akasha que bufo con disgusto; negándose a quedarse sin su arma camino hasta dar con una de las ventanas y se puso de puntillas para alcanzar a ver adentro, recargo sus brazos en la cornisa, y desde ahí pudo ver cómo tomioka tomaba su katana y la metía en un pequeño armario que cerro con llave.

—¡Oye! ¡No puedes hacer eso! — Se quejo en voz alta, tomioka dio un respingo al verla recargada en la ventana, se acercó furioso.

— ¡No puedes estar aquí!

—Bueno, realmente no estoy ahí. ¿Estoy afuera no ves? - rodo sus ojos y continuo. — Devuélveme mi katana y me iré.

— Lo haré después de la reunión con el patrón.

— Eh, ¿cómo te lo explico.? — Lanzó su cabeza hacia atrás con frustración. — No puedo alejarme de mi katana por mucho tiempo, si lo hago perderá mi esencia.

— ¿Tu qué?

Akasha rodó sus ojos no muy contenta con explicar.

— La katana es especial, es de cristal único y crea una conexión con su portador por medio de la sangre. — Movió sus manos queriendo ser lo más clara posible. — Es decir, para que puedas trabajar con ella de manera ágil y sin problemas, se requiere un poco de tu sangre para que te reconozca. —Los ojos de la chica se posaron en la herida de tomioka e hizo una mueca. — Tu sangre tocó mi katana, y si no estoy cerca de ella para darle de mi sangre, Se volverá tuya y será un gran problema el trabajar con ella.

— ¿De dónde eres? — Tomioka no entendía lo que escuchaba, ¿katanas que se conectaban con sangre?

— De todos lados en realidad. — Se encogió de hombros. — Esa katana es única en su especie y me niego a perderla.

— Eso debiste pensar antes de querer suicidarte.

La mirada de Akasha se ensombreció, y bajo la vista unos segundos.

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