Parte XLII (Capitulo 148)

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Capítulo ciento cuarentaiocho


»CAPÍTULO FINAL 



Punto de vista de Amanda


La sensación agria en el estómago se torna casi insoportable y no me deja hablar. Mis manos tiemblan, eso es todo. No puedo hacer nada más. Solo mirarlo, y mirarlo y mirarlo.

—William —gimoteo antes de bajar del coche.

Corro hacia él como niña pequeña y me refugio en sus brazos.

—¿Qué estás haciendo aquí? —dijo sin aliento.

Sus ojos azules son muy oscuros.

—¿Por qué no me habías dicho lo que él te hizo? —dice a modo de reproche—. Te ha disparado. Amanda, intentó asesinarte.

—Eso no importa ahora.

El chillido de los neumáticos me congela la sangre. Volteo hacia la camioneta. Detrás de la misma el coche de Jack se acerca peligrosamente.

—¡Ana! —chillo desesperadamente.

Ella abre la puerta y sale corriendo de la camioneta hacia mi dirección.

—Mierda —masculla William—. ¡Suban al auto!

William tira de mi mano y me obliga a entrar a toda prisa por la parte trasera. Apenas Ana se acomodó junto a mí salto dentro del coche y aceleró como alma que lleva el diablo. Los ojos le saltaban insistentemente del espejo retrovisor al camino.

—¿Cómo supiste donde hallarnos?

Le da un fuerte golpe al volante.

—¡No lo sé! Solo sé que tenía que regresar. Tenía...tenía esa amarga sensación de problemas en la garganta. Entonces regreso, voy a tu casa y está...¡está rodeada de policías! He llamado a todos lados. Nadie podía decirme nada. Entonces conduje. Seguí a una corazonada, ¡y mira con lo que me encuentro! ¿Quieres explicarme qué está pasando?

—Elena fue a la casa de Christian —el coche voltea bruscamente hacia la derecha—. Nos engañó. Nos hizo creer que fue a decirnos donde estaba escondido Jack. Dijo que estaba en el sótano de Grey Publishing.

—¿Qué? —chilla alarmado—. ¿Eso como puede ser posible? ¡No tiene sentido!

—Sí, bueno, nada tiene sentido. A fin de cuentas todo era un engaño para que Christian y Ted se fueran y Jack pudiera venir por nosotras.

—¿Y cómo terminaron en esa camioneta? No creo que Christian tenga gustos característicos de la clase media o la clase baja.

—Nos tenían secuestradas. Nos soltamos y huimos.

Me mira fijamente a través del espejo.

—No sé si deba preguntar.

—Yo quiero preguntar. ¿Qué se supone que haremos ahora?

—Perderlo.

Giro la cabeza hacia atrás. No está muy lejos. Puedo ver su mirada de loco a través del cristal.

—No creo que esté dispuesto a perdernos.

—No te preocupes. Lo vamos a hacer.

—¿Cómo estás tan seguro?

El escándalo de las sirenas de la policía hace que de vuelta a la cabeza nuevamente. Una larga fila de coches está situada frente a nosotros. William frena de golpe y los neumáticos resbalan por el asfalto antes de detenerse.

Cincuenta Sombras y Luces de Theodore GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora