Parte VII (Capitulo 68-83)

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Capítulo sesentaiocho.

Amanda se acostó en la cama, dándome la espalda.

— ¿Sigues enojada?

—No, que va. 

Bufé.

—Menos mal, pensé que sí —repuse con sarcasmo.

—Ha-ha —se arropó—. Buenas noches, Theodore.

—Ah, ah —repuse—. Ese “Theodore” lo vas cortando en este preciso instante. No me gusta para nada en el tonito que lo dices.

—Como digas.

Puse los ojos en blanco, deslicé mi brazo por su vientre y la atraje hacia mí.

—Au —se quejó.

— ¿Qué? —bufé—. Estas demasiado sensible, nena.

—No entiendes, Ted. Eres un bruto.

Se giró lentamente y se acurrucó contra mi pecho. Oh, que bipolar.

—Perdona —ocultó su rostro en mi cuello—. No me siento bien.

—Ya lo he notado ¿Qué tienes?

Ella rio bajito, pero la risa acabó con un quejido de dolor. Oh…

—Estoy dolorida—musitó avergonzada.

Sonreí.

—Eso lo explica todo.

Soltó una risita bajita.

—Esto es vergonzoso. Nunca había estado con alguien y…

—Sh, nena —besé su pelo—. No pasa nada.

—Cállate —deslizó sus labios por mi cuello—. Quería una reconciliación más romántica. Que me hicieras el amor como sólo tú sabes hacerlo…

Me estremecí. Oh, nena…

—Pero la verdad no creo poder aguantar otra sesión de sexo salvaje con Theodore Grey —solté una carcajada—. No te burles. Vas a romperme un día de estos.

—Ya, no me rio. 

—Perdóname por comportarme como una niña hace un rato —se acurrucó aún más contra mí—. Agradezco lo del trabajo, pero siento que no me lo he ganado.

—Pero yo…

—Escucha, Ted —suspiró—. Desde que mis padres me adoptaron, siento que debo ganarme todo lo que me daban: comida, ropa, libros, todo. No quería que algún día me echaran en cara algo que me hayan dado sin ganármelo. Este trabajo que me ofreces no me lo he ganado, me lo das porque quiero trabajar y porque quieres tenerme cerca.

—Lo sé, nena. Trata de entender que las cosas no están muy buenas.

—Por eso mismo aceptaré el trabajo —besó la base de mi garganta—. Pero prométeme que cuando todo esto se resuelva vas a dejar que me supere por mí misma. Quiero trabajar, ir a la universidad, abrir mi propio restaurante…

Sonreí.

— ¿Quieres abrir un restaurante? —le pregunté alucinado.

—Oh, sí. Me gusta mucho la comida italiana, pero me encantaría combinarla con la comida china. Una vez intenté hacer una pasta de tres quesos con salsa de soya. Sabía buena.

—Tendrás que cocinarla para mí —la cubrí con mis brazos—. La verdad se escucha curioso.

—John decía lo mismo —suspiró—. ¿Puedo peguntarte algo?

Cincuenta Sombras y Luces de Theodore GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora