Parte V (Capitulo 52-59)

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Capítulo cincuentaidós. 

Amanda observaba la vista desde la ventanilla del avión privado. Las nubes aún estaban teñidas de un rosa ahora más claro ya que era temprano.

— ¿Cuántas veces has ido a Alabama? —le pregunté.

Ella me prestó atención.

—No recuerdo. Pocas veces, creo. La última vez que fui tenía doce años. Oh, y hace dos meses, claro. 

— ¿Estuviste allí los dos meses?

—Sí. Estaba buscando información —hizo una mueca—. Nací allí y Jack tiene secretos en ese lugar. Uno de ellos son las fotos.

— ¿Por qué decidiste hacerlo?

Se encogió de hombros

—Si hubieses pasado una vida entera huyendo de un pasado inconcluso, ¿no lo harías?

—Pues no lo sé, supongo que sí.

Sonrió burlona.

—Sospecho que usarás el tiempo que nos tome el viaje para interrogarme.

Sonreí culpable.

—No hay necesidad de responder.

—Ya, hombre —se acurrucó junto a mí lo más que pudo— Pregunta.

Por un instante dudé.

— ¿Por qué fuiste a ver a William aquella noche?

Silencio.

— ¿Qué noche?

—Aquella noche cuando fuiste a verlo a un lugar viejo y abandonado.

—Um, ¿eso como lo sabes?

—Te seguí. Salí a hacer ejercicio y te vi.

Silencio.

—Ah, ya. Tú estabas allí, ¿eh? Creí haberte visto —soltó una risilla—. Pensé que estaba loca.

—Estás loca —repuse en tono de burla.

—Gracias, cariño.

Algo caliente se removió en mi pecho. También te amo, cariño.

—William me había llamado en la mañana —explicó—. La llamada me puso muy nerviosa. No había sabido nada de él desde que éramos unos niños. Tenía la esperanza de que quisiera simplemente hablar, pero yo sabía que no era así. Él quería que lo ayudara con la venganza de Jack. Vaya venganza absurda, pues. William no me explicó nada en concreto, así que cuando se dio cuenta de que no iba a ayudarlo me dio de las palizas que solía darme niña —suspiró—. En su defensa puedo decir que Jack le dañó el cerebro.

Fruncí el ceño.

— ¿Por qué? 

—William cree que Christian trató de matar a Jack, que Ana se le ofreció a cambio de un mejor empleo y Mía, tu tía, se acostaba con él por drogas. Como Jack no le quería dar más, Mía lo culpó de secuestro.

Mis padres soltaron un bufido.

—Ese cabrón tiene una imaginación más grande que lo que lleva entre las piernas.

Amanda se sonrojó. Oh, sí. Papá era todo un maldito pervertido de la mierda.

—Christian, por favor —lo regañó mamá—. La novia de tu hijo te está escuchando.

Papá se giró un poco. Le sonrió tímido.

—Perdóname, pequeña.

Vi que Amanda le sonrió tímida.

Cincuenta Sombras y Luces de Theodore GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora