Parte X (Capitulo 100-106)

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Capítulo cien. 

Le doy un trago a la taza de café para contener la risa. Amanda estaba furiosa porque la abuela había decidido dejarla esta noche en el hospital, únicamente para asegurarse que estuviese todo en perfecto orden. 

-Ya me siento bien -dice, agitándose sobre la incómoda cama de hospital-. Quiero irme a casa. 

Vuelvo a darle otro trago al café. Mm…ya no está tan caliente. 

-Es solo una noche, cariño -le digo con toda la dulzura que soy capaz. 

Observo como sujeta el vaso plástico en sus manos y me lo lanza con rapidez. Apenas soy consciente de que lo ha lanzado. Me agacho y el vaso cae al suelo. 

-Eh -la reprendo con suavidad. 

-Los hospitales me producen ansiedad. De verdad. No te miento. 

-Te creo. 

Le doy el último trago al café y lo coloco sobre la pequeña mesa caoba junto a la cama. Tomo sus manos, las acaricio con suavidad y deposito un sonoro beso en ellas.

-Nena, mi abuela solo quiere asegurarse que todo esté bien. Y se lo agradezco. 

-Yo también, pero… 

Me coloco un poco sobre ella y la callo con el sonoro escándalo de un choque de labios. Ella me corresponde, deslizando sus brazos por mi cuello. 

-No me vas a convencer -ronronea seductora-, pero tu intento de persuasión sabe a café. Me encanta el café ¿Ya te lo había dicho? 

Sonrío contra su boca y la danza de lenguas inicia. Se aferra a mí y su cuerpo se arquea hacia el mío. Su pecho golpea mi pecho y tiemblo. Noto como mis fuerzas disminuyen y mi cuerpo cede ante ella, uniéndose con el suyo, mientras mis manos crean el camino directo al paraíso que resguarda entre las piernas. 

-Estamos en un hospital -gruñe con el éxtasis en su voz. 

Alejo lo poco de cordura en mí y acaricio sus piernas desnudas. Llevaba puesta la bata de hospital. La mayor parte de su piel quedaría descaradamente expuesta con un simple movimiento de la tela hacia arriba… 

El toqueteo de la puerta nos interrumpe. 

Me aparto de ella tan rápido que golpeo la mesa son querer y la taza de plástico con el café cae al suelo, vertiendo el poco contenido sobre éste. Amanda suelta una carcajada. Observo sus labios rojos e hinchados por el beso, los ojos brillando sensualmente perverso y el pecho subiéndole y bajándole por la agitación. 

-Adelante -gruño. 

Me acomodo sobre la cama, tomándole la mano, y respiro profundo para calmar mi agitación. La puerta se abre con una desesperante lentitud. Me giro suspicaz y descubro a William cargando un gigantesco oso de peluche junto a Tanya. 

-Sorpresa -canturrea ella. Observo a William fijamente. 

- ¿Cómo mierda consigues siempre evadir la seguridad? -gruño. William sonríe como un zorro. 

-Que no se te olvide que crecí en las calles. Son un delincuente. Si te refieres a los gorilas que tenías en la puerta: no hicimos gran cosa. 

Pongo los ojos en blanco y me levando de la cama, apartándome de Amanda, para que Tanya pueda abrazar a su hija. La envuelve en sus brazos como si fuera una niña, y observo como la sonrisa de Amanda no puede ocultar la felicidad que experimenta ante ese contacto de amor. Tanya le da un beso en el pelo y vuelve a acomodarse, de modo que la cabeza de Amanda queda recostada sobre su pecho. 

Cincuenta Sombras y Luces de Theodore GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora