Capítulo ciento treintaiocho.
Lo bueno de no haber desempacado nada es que sólo tuvimos que tomar las maletas e irnos. Antes de subirnos al avión, pedí que hicieran una revisión entera para descubrirle anomalías a tiempo (como a Jack Hyde fingiendo ser nuevamente nuestro copiloto). Ya no me puedo permitir errores. No podría soportar nuevamente casi perderla. Si pierdo a esa mujer, es como regresar a un infierno frío y solitario.
Diez minutos más tarde nos encontrábamos en la comodidad del avión, perfectamente instalados.
Amanda estuvo muy callada la primera hora de viaje. Se mantuvo sentada en una de las butacas acolchonadas, haciendo girar incontables veces su anillo de bodas. No he querido preguntarle que tiene, porque sé de lo que se trata.
Está pensando en Jack.
Está intentando recordar lo que pasó.
Está preocupada por su padre.
Sin importar cuanto lo intente, o cuanto esté dispuesto a hacer para distraerla, siempre termina preocupándose. No puede evitarlo. Mientras no estalle en una crisis, supongo que todo está bien. Preocuparse a estas alturas ya era algo bastante normal.
Cruza las piernas y se acomoda mejor contra el espaldar del asiento. Está mirándome fijamente. Tiene los ojos de un azul mucho más intenso de lo usual, y yo conozco esa mirada. Es la mirada de alguien que está creando un plan.
—He estado pensando —dice.
Aquí va. No puedo hacer otra cosa más que sonreír.
—Lo he notado —digo—. Sé que es por Jack y por Bruno.
Hace una mueca.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque te conozco.
—Bueno, sí, ha sido por ellos. Me preocupa la salud de papá.
—Él va a estar bien.
—Tal vez. Hace tan solo una semana le dijeron que al fin había vencido al cáncer.
Asiento. Recuerdo cuando le dieron la noticia. No había dejado de llorar y dar saltitos por casi quince minutos.
—Verme lo hará mejorar, es cierto. Porque sé eso es que Jack me preocupa más. ¿O es que no te has fijado que siempre sabe dónde estamos y qué hacemos?
Está hablando de un tema serio, pero no puedo darle la debida importancia cuando la tengo sentada frente a mí usando ese vestido de seda gris que le llega hasta las rodillas y los tacones negros que le alargan las preciosas piernas, como si fuera una ejecutiva en plena negociación.
—Sabe donde vivimos —continúa—. Eso no es tan importante. No es exactamente una propiedad que pase desapercibida. Pero sabía que me llevarías fuera de Seattle y consiguió estar en el avión antes que nosotros. Sabía la ubicación de la propiedad donde nos hospedamos. Sabía que el Escala estaba en venta incluso antes que el mismo Christian. Sabía la ruta de viaje de tu hermana, sabía en qué número de habitación me pusieron. Fue con una jeringuilla con Dios sabrá qué cosa para hacernos un daño irreparable.
Sus ojos se vuelven aún más oscuros.
—Sabía que estaríamos en Isla Mauricio. Sabía cuál era nuestro piso, el número de habitación, la línea telefónica. ¿De verdad no te has preguntado cómo es que sabe todo eso?
Joder. No, no lo había pensado. Todo lo que tenía en mente era mantenerla segura. Nunca me he detenido a pensar en cómo siempre conseguía darnos alcance.
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Cincuenta Sombras y Luces de Theodore Grey
RomanceEsta historia pertenece a www.facebook.com/CSDGTrilogia. Excelente escritora, desde una perspectiva muy parecida a la de E. L. James plasma una historia entre el romance y el riesgo. Vale la pena pasear nuestras mentes por este texto. Habla desde el...