Parte XXVII (Capitulo 133)

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Capítulo ciento treintaitrés.

Punto de vista de Ted

—¿Y cómo está tu esposa? ¿Qué tal le han sentado los primeros cuatro días en la isla?

Pincho el teléfono con el hombro mientras me abotono la camisa. Le lanzo una mirada a Amanda, quien está sobre la cama, desnuda, atada de las muñecas por la tira del albornoz, y con la boca tapada por la corbata que había usado anoche cuando fuimos a cenar. Le obsequio una sonrisa y ella en respuesta me da una mirada de pocos amigos. Ha estado así por casi una hora. 

—Ella está bien. Te manda saludos.

Papá suelta una carcajada. Mientras él me habla de cómo le ha ido a mamá en el embarazo y a Phoebe con las terapias, utilizo mis manos para desatar cuidadosamente el nudo que le he hecho en las manos. No ha pasado dos segundos de verse libre cuando su mano pesada golpea con fuerza mi brazo.

—Au —me quejo.

Sus ojos flamean.

—Te quiero —musito.

Está luchando con el nudo de la corbata, que le impide hablar, así que todo lo que hace es volver a golpearme. La atraigo hacia mí en contra de su voluntad y le doy un beso sobre la tela suave de la corbata. Ella forcejea y me da otro manotazo antes de lanzarse hacia el baño. Sigue intentando quitarse el nudo, pero el trabajo comienza a hacérsele imposible.

—…así que la siguiente semana ella va a iniciar terapias para dar los primeros pasos.

Parpadeo, confundido.

— ¿Me hablas de Phoebe?

Papá suspira. No está contento.

—Si te hubieses dignado a prestarme atención no estarías confundido. Sí, hablo de tu hermana.

—Bueno, no te enojes. Disculpa.

—Mm —oigo un reguero de voces al otro lado del teléfono—. Diles que esperen, voy en un minuto. Bien.

—¿Tienes una reunión?

—Últimamente tengo muchas, sí.

—Comienzo a sentirme culpable por irme de vacaciones.

—Luna de miel, no es lo mismo. Yo también dejé todo en otras manos por una luna de miel con tu madre. Además yo me he encargado de esta empresa por años, incluso antes de pensar en tenerte. No eres indispensable.

—Sería agradable que me dejes saber qué me quieres ahí.

—Ahora mismo no me sirves. Solo piensas en sexo.

Sonrío burlón, consciente de que no puede verme.

—Eso lo he heredado de ti.

—Parece que te empeñas en heredar todo lo sexualmente relacionado a mí. ¿Qué piensa tu esposa al respecto?

—Se encuentra bastante satisfecha.

—Ese es mi muchacho.

Agito la cabeza, divertido. Una Amanda gruñona sale del baño. Parece que no se ha podido deshacer del nudo de la corbata. Se coloca de espalda frente a mí y vuelvo a pincharme el teléfono con el hombro para tener las manos libres. 

—Ted, ya debo colgar. No puedo atrasarla reunión por más tiempo.

—Oye, me estaba acordando sobre el lío que hubo hace unos meses. Donde la firma de Phoebe salía en todos los documentos ¿Qué fue de eso?

—Ha sido resuelto. Había olvidado autorizar la firma de tu hermana. No sé cómo he podido olvidar eso. La pude haber metido en un problema.

—Tenías lo de Jack encima.

Cincuenta Sombras y Luces de Theodore GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora