Parte XXXVII (Capitulo 143)

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Capítulo ciento cuarentaitrés

»CAPÍTULOS FINALES 

El reloj marca las seis y treinta de la mañana. Hoy he salido temprano a correr un poco. Apenas conseguí dormir dos horas, y sigo sin comprender por qué. Sólo me quedaba en la cama mirando al techo o a través de la ventana ocasionalmente. Tengo esa molesta sensación en el pecho y el estómago que comenzaba a ser un problema, aún más cuando la oscuridad de la habitación parecía aplastarme. Así fue como el reloj dio las cuatro y treinta de la mañana, y yo decidí levantarme e ir a correr.

Ya era hora de volver a casa. Estoy a quince minutos de ella. No quise ir demasiado lejos para no preocupar a Amanda, aunque ella da unos sueños de reina. Nada la despierta, así que probablemente no se ha enterado de que he salido.

Hay muy poca luz solar y está haciendo frío, así que agradezco que mi cuerpo se encuentre caliente. Se acerca el invierno. La temperatura es cada vez más alta. Y con el invierno se acerca el cumpleaños de Amanda. Tengo que pensar que regalarle, algo que ella no pueda rechazar ni que la haga gruñirme. Esa va a ser una tarea difícil. Tal vez pueda hablar con su familia. En algo podrían ayudarme.

Me detengo un minuto para tomar aire, inclinándome hacia abajo, presionando mis manos contra las rodillas. Hace ya bastante tiempo que no salgo a correr. No estoy en mi mejor forma. Voy a considerar seriamente la idea de un gimnasio en la casa. Sólo corrí media hora. Tendía a durar poco más de una hora. Debería comer menos. Creo que sí estoy subiendo de peso.

—Ah, joder —gruño cuando al fin recupero el aliento.

Segundos más tarde vuelvo a iniciar el camino de regreso a casa. Cuando observo el reloj, noto que han pasado casi cinco minutos desde la última vez que lo vi. Estoy demasiado ansioso, mucho más que de costumbre, y no sé la razón. O tal vez sí. Anoche, antes de que Amanda cayera rotundamente dormida en la cama, conseguí sacarle todo lo que habló con Susan. Como era de esperarse, tiene un plan, y si resulta, la pesadilla de Jack Hyde se acabará en un parpadeo.

Susan estuvo detrás de más cosas de las que creíamos. Mi teléfono y el de papá estaban infiltrados. Jack sabía todo lo que hablábamos. Todo, y teniendo a Susan dentro de la empresa, también sabía lo que pasaba en el edificio. 

El plan de Amanda era muy sencillo. Susan debía comunicarse con Jack, quedar en el mismo lugar de siempre y allí, cuando estemos seguros de que no tiene como escapar, lo atrapamos. Mataremos dos pájaros de un tiro. Atrapamos a Jack y recuperamos al hijo de Susan.

Sin embargo, ese plan seguía causándome una ansiedad terrible. Si algo salía mal, Jack iba a desquitarse con el niño. Susan no nos perdonaría una cosa así y, honestamente, yo tampoco podría perdonarme.

El móvil comienza a sonar en el bolsillo. Meto la mano y respondo. Mi propia respiración agitada no me permite escuchar, así que me detengo. Pero, cuando consigo estabilizarla, el jadeo continúa.

El sonido proviene del otro lado de la línea.

—¿Bueno? —musito.

Se escucha un sonido hueco, como un golpe, tal vez el sonido de una puerta al cerrarse. Escucho un gemido, un gruñido, una queja dolorosa.

—¿Quién habla? 

Nada. Al otro lado de la línea continua el mismo ruido. Jadeos, gemidos. Aparto el móvil y observo el detector de llamadas. Un frío espantoso se cierne sobre mi pecho. Es el número de la casa.

Vuelvo a colocarme el móvil en la oreja.

—Amanda, ¿eres tú?

Sólo escucho otro jadeo.

Cincuenta Sombras y Luces de Theodore GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora