Parte XXXIII (Capitulo 139) -Editado-

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Capítulo ciento treintainueve.

Suspiro cuando veo el sobre con la lista de los empleados en mi mano. Antes de entrar a la oficina de papá, saludo rápidamente a Susan, que está concentradísima en la computadora.

—Buenas tardes —digo.

Ella se sobresalta antes de sonreírme.

—B-buenas tar-tares, se-señor.

—¿Cuándo es tu hora de salida?

—F-fue hace qui-quince minutos. So-solo est-toy termi-minando algo y-y me v-voy.

El timbre del ascensor no me permite hablar. Cuando las puertas se abren, veo a Bobby atravesando el pasillo con rapidez. Se detiene en seco al verme.

—Grey. ¿No estabas…no estabas de luna de miel?

Le sonrío burlón.

—Regresé hace menos de dos horas —me cruzo de brazos—. ¿Qué haces aquí?

Él se rasca la nuca. Se ve nervioso. Espera, ¿nervioso? Esa es una emoción que Bobby jamás ha demostrado. Pero basta ver las mejillas sonrosadas de Susan para comprender lo que está pasando.

—¿Ustedes dos están saliendo? —le doy una mirada rápida a Susan—. ¿No lo habías insultado el día que se conocieron por quererse meter a la oficina sin avisarme primero?

—¡Sí! —responde él—. Aproveché eso para hacerla cabrear. Es que pensé que se veía realmente dulce cuando se enojaba, y un día la invité a cenar a son de broma y aceptó.

—¿Y esta es la famosa cena?

Bobby se sacude el pelo antes de meterse las manos en el bolsillo.

—En realidad es la cuarta.

Abro los ojos tanto como la cuenca que los alberga me lo permite. Bobby ha salido por cuarta vez con la misma chica. Wallace está liado con mi mejor amiga. Yo estoy casado. Literalmente nos han puesto la correa. Somos un montón de cachorros que ya tienen dueña.

Hago un esfuerzo por no carcajearme.

—Hablaremos más tarde —le digo—. Necesito ver a papá.

—A menos que consiga despegarla del trabajo, probablemente siga aquí cuando regreses.

Suelto una carcajada y me introduzco por las puertas de la oficina. Papá está sentado detrás del escritorio. Hay una mujer rubia de pie junto a él, leyendo los mismos papeles que él. Yo la recuerdo. Es Andrea. Años atrás había sido su asistente. Ahora lo representaba en unos negocios que tenía en Nueva York. Es la única persona en quien, aparte de mí y Phoebe, realmente le confía los negocios.

No puedo evitar escuchar la voz de Amanda en mi cabeza.

Sí, ¿pero qué pasaría si no sólo se trata de de un par de hombres encargados de la seguridad? ¿Y si Jack ha conseguido infiltrar a alguien mucho más adentro?

Alguien mucho más adentro, como alguien que lleva años con nosotros, años trabajando para papá…

No. Andrea es familia. Si ella no fuera realmente confiable, papá lo hubiese sabido. Tiene un ojo para eso.

Cuando papá nota que estoy ahí, le pide a Andrea que le de unos minutos. Ella pasa junto a mí y me da un abrazo. Era como una especie de tía cariñosa. Desconfiar de ella era absurdo.

Él se levanta del asiento, se acerca y me da un apretón fuertísimo. No puedo más que devolvérselo. Lo he echado de menos.

Se separa y me ofrece asiento al mismo tiempo que vuelve a acomodarse en su trono.

Cincuenta Sombras y Luces de Theodore GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora