Capítulo ciento veintidós.
Cuando abro los ojos me decido mejor por volver a cerrarlos. Hay demasiada luz, lo que me da a entender que ya amaneció. Me estiro tanto como puedo. No tardo en recordar que sigo en el coche. Taylor no está dentro del mismo, tampoco Amanda. Al asomarme por la ventanilla izquierda, veo que estamos en el estacionamiento de un centro comercial. Ya he estado aquí, pero no consigo recordar el nombre. Amanda está afuera, junto al coche. Taylor igual, pero él lleva unas cuantas bolsas en la mano.
—Habrá que ponerlas en frente —la escucho decir.
Me estiro un poco y abro la puerta izquierda, que la golpea accidentalmente sobresaltándola un poco.
— ¿Poner en frente qué?
Amanda se inclina un poco y me sonríe. Lo que sea que estuviese planeando, con aquella sonrisa espectacular podría dejarle pasar cualquier cosa.
—Hola, dormilón. Mientras dormías hicimos un par de compras.
Me froto un poco los ojos.
— ¿Qué clase de compras?
—Bueno, vamos a la playa. En casa no tenemos muchas cosas, así que le dije a Taylor que se detuviera un momento y aproveché para comprar lo que necesitábamos. Además te di un par de minutos extra de sueño.
—Hubiese preferido que me despertaras.
Le lanza una mirada furtiva a Taylor.
—Inconforme ¿Lo dije o no lo dije?
Tal vez él asiente, pero no puedo verlo. Ella se desliza al interior del coche, casi totalmente recostada a mí, y Taylor coloca las bolsas en el espacio vacío. Son unas ocho o nueve bolsas, no estoy seguro. Cuando él se acomoda en el asiento del conductor, veo que coloca otro montón de bolsas en el asiento de pasajero delantero.
— ¿Pero cuántas cosas compraste? —pregunto sorprendido.
Veo que rebusca entre unas bolsas y no sé que busca hasta que extiende el recibo de compra hacia mí.
— ¿Mil setecientos ochenta y dos dólares son lo suficientemente miserables para ti?
Le sonrío burlón.
—Creo que sí ¿Qué compraste?
—Ropa, un par de zapatos, las maletas. Lo normal.
— ¿Entonces todas estas bolsas están llenas únicamente de ropa y zapatos?
—Mm, no. Hay otras cosas —me da un golpecito en la rodilla—. Tendremos un viaje larguísimo desde Seattle hasta Isla Mauricio. Mientras sobrevolemos el Pacífico…
—De hecho, es el Atlántico.
—Sí, eso. Mientras sobrevolemos el Atlántico disfrutaremos de un tiempo de calidad empacando.
— ¿Para qué empacar? Dejemos todo en las bolsas y las bajamos llegando al hotel.
—Teodoro, nos esperan veintiún horas de viaje. Podemos hacer un millón de cosas en veintiún horas.
Me sorprende no encontrar ningún rastro erótico en su explicación.
— ¿Entonces planeas que pasemos todo el vuelo empacando? ¿Tanto compraste?
—No te entiendo. Si no gasto, te molestas. Si gasto, me pides explicaciones. Tienes que organizarte, hombre.
Suelto una carcajada.
—Yo no te estoy pidiendo explicaciones, pero si supones que estaremos empacando todo el vuelo es porque has comprado mucho. No me mal interpretes, me gusta. Lo que es mío ya es tuyo desde hace mucho.
—Ajá, lo sé.
—Bueno, olvidemos el asunto. ¿Exactamente cuánto tiempo planeas que estemos allí?
—Pienso que, desmiénteme si me equivoco, un mes sería exquisito. Aunque no debemos adelantarnos. Primero hay que ver que tan bueno es el lugar y entonces decidiremos qué tal.
—No leíste críticas negativas. De hecho, fue al contrario. La verdad necesitamos un lugar pensado estrictamente para descansar.
—Claro, seguramente trabajar tanto debe agotarte.
Tiro un poco de su cabello.
—No, pero atender a una embarazada de gemelos es una jodienda y media.
Hace una expresión, fingiendo estar ofendida, mientras se frota el vientre.
— ¿Lo escucharon, verdad? Papá necesita un regaño.
Agito la cabeza.
—Papá malo —musita con voz de niña.
—Déjalo ya.
—No seas así con mamá.
—De acuerdo, de acuerdo. Lo siento. Ya deja el drama.
Hace un movimiento tan brusco que me sobresalta, pero lo único que ella quiere es estirar las piernas sobre las bolsas y colocar la cabeza en mis piernas.
—Estoy incómoda —musita haciendo una mueca.
—Eso pasa cuando tu espíritu de consumismo sale a flote. Disculpa que lo vuelva a traer a colación, pero me sorprende que hayas sido capaz de gastar mil setecientos ochenta y dos sin que tuviese que intervenir.
—Necesitábamos comprarla de todos modos, así que…
—Tienes razón —sonrío—. La verdad me ha gustado que gastaras tanto dinero. Lo vales.
— ¿Así que valgo mil setecientos ochenta y dos dólares?
—No, un poco más.
—Mm, gracias. Qué lindo.
Agito un poco su cabello.
—Estoy bromeando.
—Lo sé. Si no lo supiera, ya tendías rota de nuevo la nariz.
—Mm. Sabes golpear duro.
—Ya me disculpé.
—Sí, de hecho sí. Incontables veces.
—Bueno, de verdad lo sentía.
—Mm, bien. No inicies de nuevo con el repertorio de disculpas.
Suelta una carcajada.
—Estuve hablando con Will.
—Ah, claro. Fue cuando lo descubrimos a solas con Adriadna.
Recordarlo me dejaba algún extraño mal sabor en la boca.
—Me dijo que va a internarse en un centro de rehabilitación en Illinois durante tres meses.
—Me había mencionado que sus opciones eran lejos, pero no que ya lo había decidido.
—Adriadna lo convenció. Ya debe estar por marcharse. Se iba en la mañana. Mm, tu prima se iba con él.
Parpadeo tres veces.
— ¿Perdón? —musito.
Sus ojos se niegan a hacer contacto con los míos.
—Ella se lo sugirió.
— ¿Perdón? —chillo.
—Oye, es un detalle lindísimo. Ellos se gustan. Además de que se ven muy tiernos juntos.
— ¿Pero te volviste loca? —rebusco en los bolsillos el móvil, pero ella lo sostiene en su mano—. Dame eso. La llamaré en ese instante.
Intento quitárselo, pero ella lo aparta de mí.
—No vas a llamar a nadie y vas a dejarlos tranquilos.
— ¿De verdad crees que me voy a quedar de brazos cruzados mientras tu hermano saca a Adriadna del estado?
—Oye, tú me estás sacando del país. Te aseguro que William jamás se volvería tan histérico como tú.
—Adriadna es una niña —gruño.
—Eso dices de Phoebe y de Ava y tengo que darte una noticia, cariño, no lo son.
—Adriadna apenas ha cumplido los dieciocho ¡Tu hermano tiene veinte años!
—Tú y yo igual nos pasamos por dos años. Yo tengo veinte, tú veintidós, ¿y eso qué? De verdad, Ted, deja el drama.
—No estoy haciendo un drama.
—Sí, si lo haces.
—No lo estoy haciendo, lo único que realmente hago es cuidar de mi familia. Es lo que siempre he hecho.
—Creo que eres de esa clase de hermanos que le espanta los novios a las chicas de la familia, y eso no está bien. Imagínate que William hiciera lo mismo.
—No, nena. William es la clase de hermanos que ayuda a su padre a que te metan un arma en la boca.
—De acuerdo, entonces John.
—Es de la clase de hermano que “si haces llorar a mi hermana, te tumbo los dientes”. Eso me quedó clarísimo.
—John no haría eso.
—Me lo dijo con todas sus letras.
— ¿Entonces cuando te pregunté si habían hablado de mí y me dijiste que no me estabas mintiendo?
Mierda.
—Fue una conversación muy ligera la que tuvimos, muy emotiva. No era necesario que te contara.
— ¿De qué hablaron?
—Me contó cosas sobre ambos. John te quiere. Se le ve hasta en los poros.
Aunque está oscuro, sé que sonríe.
—También me contó que no se llevaban muy bien —continúo—. Ahora habla de ti con mucho cariño.
—John es muy lindo cuando quiere, aunque tiende a ser un poco sobre protector a veces. Tal vez demasiado.
Amanda suelta un bostezo.
— ¿Aún tienes sueño? —le pregunto mientras le acaricio el pelo.
—Un poco.
— ¿Quieres dormir un poco en el camino?
—No, no tengo tanto sueño. Mejor platiquemos.
— ¿De qué?
—No sé, cualquier cosa.
—Mm. ¿Qué harás esta noche?
Ella suelta una carcajada.
— ¿Estás de broma?
—Al menos te hice reír. Descuida, sé lo que harás en la noche.
—Estaré sobrevolando el Pacífico…
—El Atlántico —la corrijo.
—El maldito mar que sea, Dios.
Suelto una carcajada.
—En fin —prosigue—. Tengo planeado sobrevolar el Atlántico contigo.
—Sí, criatura. Yo igual.
— ¿Acabas de llamarme criatura?
—Ajá.
—Bueno, lo agregaré a la lista de apodos.
— ¿Cuántos llevas?
—Tendría que revisarla.
— ¿La tienes junto a la lista de mis sombras y luces?
Sus ojos azules miran los míos fijamente.
— ¿La encontraste? —chilla.
—No es el secreto militar mejor guardado, pero sí. La encontré cuando buscábamos nuestros papeles.
— ¡Eso esa privado!
—Es algo tierno.
—Pero es privado —hace un puchero—. No tenías por qué leerla.
Me inclino un poco, de modo que puedo presionar mis labios con cariño sobre los de ella.
—Privado, pero sigue siendo tierno, y solo tú podrías perder el tiempo en una cosa como esa.
—No es una pérdida de tiempo. Esa lista me ayuda a conocerte mejor.
—Creí que ya me conocías bastante bien.
—Sí, lo hago, pero…Ah, ya olvídalo.
Sonrío.
— ¿Desde cuándo has estado haciéndola?
Se mueve un poco incómoda.
—Comencé a hacerla la primera noche que dormimos en la casa, cuando Christian nos la regaló. No podía dormir. Me inquietabas —suelta una risita—. Siempre consigues quitarme el sueño, de alguna u otra manera.
— ¿Por qué te inquietaba?
—No lo sé. Aún había cosas que no sabía de ti, cosas que tú no sabías de mí. Sin embargo dormíamos en la misma cama como si nos conociéramos de toda una vida.
—Bueno, cariño, tenemos mucho tiempo para conocernos un poco más.
Ella sonríe como una niña.
—La verdad me siento un poco culpable por estar haciendo este viaje —musita.
Frunzo un poco el ceño.
— ¿Por qué?
—Tus padres son los que deberían estar haciendo este viaje, no nosotros. Quienes lo han pasado peor son ellos. Estoy segura de que un viaje tranquilo como el que vamos a hacer nosotros le caería de maravilla a tu mamá, sobre todo por el embarazo.
—Estoy de acuerdo en que se merecen un viaje, pero te aseguro que papá sabrá cómo hacer sentir a mamá muy tranquila. Él cree que solo sabe mantener el control, pero es mi papá. Sé lo que hace y lo que sabe hacer. Ser padre lo ha hecho madurar año tras año, eso me ha dicho mamá —agito un poco su pelo—. Tú también te lo mereces, por ser una mujer maravillosa.
Su sonrisa se hace más amplia.
—Posiblemente en este momento estaría levantándome temprano para ir a trabajar si no te hubiese conocido —suspira—. No creí que fueras a darme trabajo. La verdad no cumplía con el perfil.
—Sólo te contraté porque tenías bonitas piernas.
Ella me hace una sonrisa burlona.
—Y por ser una calienta-braguetas, ¿eh?
Hago un pequeño esfuerzo inútil por no recordar ese día.
«— ¿Entonces? ¿Todo esto ha sido provocado por Amanda? ¿Acaso te gusta o qué?
—Amanda es la típica zorra-calienta-braguetas —la miré frío—. Una mujer así no me produce ni un mal sueño.
Repentinamente el sonido del cristal roto al chocar contra el suelo me sobresalta un poco. Amanda estaba allí de pie, con el rostro lívido y los ojos vidriosos. En una mano sostenía un vaso invisible y en la otra un par de pastillas. La miré fijamente, sin el más mínimo arrepentimiento. La oí jadear y su pecho comenzó a moverse a medida que la respiración se le alteraba.
—L-lo siento. Buscaré otro vaso.
Y abandonó de la oficina.»
—Mm —musito—. Lo siento. La noche anterior papá me había dicho que Jack tenía dos hijos. Cuando mencionó tu nombre, pues, automáticamente pensé que eras tú. Todo encajaba. Estabas muy atractiva, así eras capaz de distraer a cualquiera, me pareciste sincera y dulce, así que era imposible pensar que tramabas algo. Me dijiste lo de tu padre, lo del cáncer, y me conmoviste. Creí que habías actuado de esa manera para meterte en mi vida.
—Igual terminé en ella.
—Sí —sonrío—, pero jamás te pedí disculpas por haberte tratado de esa manera. Ya tenías tus propios problemas.
Ella sólo sonríe.
— ¿Qué? —inquiero.
—Es solo que ese día te odié con ganas, porque no suficiente con haberte puesto como un patán me obligaste a ir contigo al antiguo zoológico de papá.
—Mm. Es verdad. Hablaré con papá.
— ¿Para qué?
—Para devolvérselo. ¿Crees que todavía lo quiera?
Sus ojos azules se conectan a los míos. Llueven emociones dentro de ellos, tanto así que yo mismo me estremezco.
— ¿De verdad lo harías? ¿De verdad se lo devolverías?
—Dime una cosa, ¿de verdad Egmont le robó el zoológico a tu padre?
Ella asiente.
—Se aprovechó de que estaba enfermo. Perderlo lo empeoró.
—Entonces ya está. Hablaré con papá y arreglaremos el asunto.
Amanda se cubre el rostro con ambas manos.
—Lo vas a hacer muy feliz, Ted —se mueve en el asiento, de modo que termina sobre mis piernas—. Gracias.
Le sonrío cariños.
—Sé que ver feliz a los que quieres también te hace feliz.
Ella asiente como una niña. Yo cierro los ojos cuando sus pequeños dedos se entierran en mi cabello. Sus caricias son mágicas y siempre me hacen estremecer. Solo ella me hace estremecer. Siento en mi abdomen el golpecito de su vientre hinchado y vuelvo a estremecerme. Muero por verlas nacer. Anhelo tanto cargar a mis dos hijas, tanto como anhelo pasar toda mi vida junto a esta magnífica e inigualable mujer.
— ¿Sabes una cosa? —desliza los dedos por el mentón—. Will me estaba preguntando qué nombre le pondríamos a las nenas.
— ¿Cuáles le respondiste?
—Le dije que eso debía hablarlo contigo. ¿Cuáles nombres te gustarían?
—Amanda y Vanessa Grey.
—Mm, no. Para nada.
— ¿Por qué? Ambos nombres son preciosos.
—Ya lo hablamos, no.
—Mm. Bien, como quieras. ¿Cuáles te gustan a ti?
—Makeyla. Oh, oh. ¿Qué tal London y Paris?
— ¿De verdad quieres nombrar a nuestras hijas con nombres de capitales?
— ¿Qué tal Ana, como tu mamá, y Stella como la mía? —gimotea un poco—. No se puede. Mamá Tanya podría sentirse celosa.
— ¿Quién te manda a tener dos madres, eh?
—Oh, oh. Se me ocurre algo. Una podría llamarse Abbie y la otra Tianna, ¿entiendes? Abbie, porque mi nombre es con a, y Tianna, porque el tuyo es con te.
—Mm —sonrío con los ojos cerrados—. Me gusta. Lo agregaremos a la lista.
— ¿A la lista? Pero pensé que te gustaban.
—Nena, tenemos meses enteros para decidirnos. No es algo que debamos hacer a la lijera.
—Mm. ¿Me estoy apresurando, verdad?
Abro un poco los ojos y la luz del día la ilumina como a un ángel.
—Yo también quisiera que nacieran ya, mi amor, pero las cosas buenas toman su tiempo.
Ella sonríe antes de lanzarse a mi boca.
—Me encanta que me digas mi amor, o cariño, o cielo. Se siente rico.
Le sonrío como crío enamorado.
—Es que tú eres mi amor, mi cariño y mi cielo.
Amanda sonríe, pero el frenazo me hace extender los brazos hacia ella para que no se caiga hacia atrás.
—También eres mi constante infarto —gruño.
Suelta una carcajada.
—Lo lamento, señor —Taylor abandona el auto y en un parpadeo lo tengo al lado, abriendo la puerta—. Le fallan los frenos a su coche. Mandaré a repararlos.
—Gracias —frunzo el ceño—. ¿Ya llegamos?
—Sí, señor.
Él se aparta de la puerta para que Amanda pueda salir. Me desperezo lentamente y salgo del coche. No sé por qué está haciendo calor. Apenas ha amanecido. Tomo a Amanda de la mano y la atraigo hacia mí. Ella envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y como la tengo cerca le doy un beso en el pecho. Observo el amplio aeropuerto, y el jet privado de papá a solo pasos de nosotros.
—Hay que bajar todo lo que mi mujer compró —musito.
Amanda suelta una carcajada.
—Anda, yo tengo brazos fuertes. Empecemos.
—No, nena. Tú sube. Yo ayudo a Taylor.
Taylor se coloca junto a mí.
—Si quiere puede subir, señor. Alguien más me ayudará.
—No, yo te ayudo —tiro un poco de Amanda, guiándola hasta las escaleras del jet—. Te alcanzo en un rato, preciosa.
—De verdad puedo ayudar.
Le sonrío, agitando la cabeza.
—Ponte cómoda.
—Conste que si quise ayudar.
Espero a verla abordar para caminar de vuelta al coche. Taylor tiene un par de bolsas en la mano, las que estaban en el interior. Abro la parte trasera y mis ojos se dilatan considerablemente cuando veo todas esas bolsas. Agarro todas las que pueda y me dirijo al interior del jet. Amanda estaba presionando los botones de un estéreo pequeño mientras se soltaba el cabello. La melodía melosa de una canción hace que mueva un poco el cuerpo, lentamente, persiguiendo el ritmo. Ella está de perfil, de modo que veo como sus labios rojos se curvean en una sonrisa. El cabello, ahora suelto, le cae muy seductoramente por los hombros. Se cubre el vientre con ambas manos de una manera encantadoramente protectora mientras cierra los ojos. La oigo canturrear, un poco más alto que la mujer, “When you say you love me, Know I love you more”.
El cuerpo entero se me estremece, tanto así que hasta la boca se me seca. Dios mío, decir que esta mujer era hermosa es quedarse muy corto. Cuando la miro, en su pequeño mundo privado, entregada a la música y lo que ella le hace sentir, comienza a tener efectos en mí que van más allá de mi propia voluntad. No puedo apartar mis ojos de ella. La forma en la que su cuerpo se movía, la forma en la que sus manos acariciaban su vientre, la forma en que sus labios cantaban, podrían desquiciar a cualquier hombre.
Dejo caer las bolsas al suelo y me acerco a ella. Cuando poso mis manos sobre las suyas, atrayéndola hacia mí, ella sonríe. Sus labios siguen moviéndose, cantándome, y yo me derrito. Me derrito porque la amo, porque ella es espectacular, porque no hay lugar en el mundo que prefiera ocultarme de todos que en sus brazos, en su piel. Porque no hay amor más hermoso que el suyo, que aquél que ha conseguido despertar en mí. Porque su cariño es tan inmenso como el mismo cielo. Y aquí, ahora, solo puedo pensar en que sus brazos me envuelven, que su boca me canta, y que su cuerpo acuna el milagro más hermoso que puede darme.GRACIAS POR LEER.
BESOS Y ABRAZOS.
ESTE CAPITULO ESTA DEDICADO PARA TODAS ESAS MUJERES FUERTES Y LUCHADORAS, QUE SIEMPRE TIENEN LA VISTA PUESTA EN EL FUTURO, AQUELLAS QUE NO NECESITAN A UN HOMBRE PARA SALIR ADELANTE. ESTO VA PARA USTEDES.
Y PARA MIS HOMBRES FIELES QUIERO DECIRLES QUE NO LES HACE MENOS HOMBRE SER DE UNA SOLA MUJER, EN CAMBIO LOS HACE UN SER VALIOSO Y DE INDESCRITIBLE ASOCIASION.
TAMBIEN QUIERO MANDARLE MI ENHORABUENA O FELICIDADES A AQUELLOS QUE ESTAN TERMINANDO O TERMINARON SUS ESTUDIOS ACADEMICOS, AQUELLOS QUE CIERRAN UN CIRCULO, TERMINAN UNA ETAPA O COMO QUIERAN LLAMARLO. TERMINA UNA EPATA ESCOLAR DONDE NADA SERA IGUAL, PERO HAY QUE SER FIRMES Y SOBRE TODO SER NOSOTROS MISMOS. FELICIDADES A TODOS AQUELLOS QUE PRONTO ESTARAN EMPEZANDO UNA ETAPA UNIVERSITARIA. ESTE CAPITULO TAMBIEN ES PARA USTEDES.
ESTÁS LEYENDO
Cincuenta Sombras y Luces de Theodore Grey
RomanceEsta historia pertenece a www.facebook.com/CSDGTrilogia. Excelente escritora, desde una perspectiva muy parecida a la de E. L. James plasma una historia entre el romance y el riesgo. Vale la pena pasear nuestras mentes por este texto. Habla desde el...