Parte XIX (Capitulo 125)

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Capítulo ciento veinticinco.


La tengo envuelta de diferentes maneras; con los brazos, con la piel. Se ha quedado dormida y esta vez, afortunadamente, ha sido por más tiempo. Ha estado dormida durante cuatro horas. Yo no he podido dormir, no sé a qué se deba, así que he perdido mi tiempo viéndola dormir. Cuando se mueve, frunce el ceño a modo de advertencia, así que me aparto antes de conseguir otro golpe en la nariz, que por fin duele menos. Hace un ruidito extraño al realizar pequeños estiramientos, pero se rinde con igual rapidez a la comodidad y al sueño. Lo más curioso es que suelta palabras al azar mientras golpetea los dedos contra mi pecho. En varias ocasiones he pensado que estaba despierta, pero no. Está dormida.

Se estira ágilmente y parte de su cuerpo termina sobre el mío. Comienza a hacérsele costumbre, consiente o no, pero no debo engañarme a mí mismo. Que su cuerpo tenga contacto con el mío, aunque a veces me envuelva como una serpiente, es mucho mejor que despertarse solo. La cama es menos fría, menos grande, menos vacía. Los días en que vivía en el Escala me parecían ahora recuerdos lejanos, de hace muchísimos años. Para ese entonces solía pasar varias noches en vela, generalmente tomando hasta perder la mitad de la conciencia. Me salteaba a las mujeres. Una esta semana, ésta la otra. Pero nunca, nunca, me sentía satisfecho. Me pasaba las noches enteras pensando en qué estaba mal. Tenía más dinero del que podría desear, tenía a mi familia, grandiosos amigos, mujeres disponibles a todas horas.

Tuve que esperar a que Amanda cruzara la puerta de la oficina de papá y acabara por dejarme días más tarde para comprender qué demonios me hacía falta.

La susodicha vuelve a acurrucarse contra mí. Joder, no tengo como moverme. Descansa la cabeza sobre mi pecho y deja caer el brazo sobre mi abdomen. Lo siguiente que escucho es un quejido pequeño, protestándole a su propio sueño. Después, todo lo que hace, es no volver a moverse. Me he quedado totalmente inmovilizado. Aunque quisiera moverme, no quiero despertarla. Sé que si hago el más mínimo movimiento se despertaría. Ha estado durmiendo por periodos muy pequeños. Necesita descansar.

Pero joder, no se le puede ocurrir mejor manera para dormir que sobre uno.

Gimotea un poco y abre los ojos.

—No, no —musita incoherente.

Se levanta de golpe y la veo correr hacia el pequeño baño del avión. Mm. Creo que le han regresado las náuseas. Me levanto de la cama y voy hasta ella. Está en el suelo y las arcadas le sacuden el cuerpo. El baño es demasiado pequeño para acompañarla, así que espero a que termine. Minutos más tarde se incorpora, un poco tambaleante.

—Compré un par de cepillos y pasta dental —coloca ambos brazos sobre el vientre—. ¿Puedes traerme uno?

Me doy la vuelta rápidamente y asalto las bolsas hasta encontrar lo que me pide. Se lava la boca dos veces, por dos minutos. Se tambalea hasta mí, y yo la atrapo antes de que caiga al suelo. La sostengo en mis brazos y la llevo de vuelta a la cama con cuidado, para no moverla demasiado. En cuanto me recuesto junto a ella, mi preciosa niña se acurruca contra mí, con el rostro escondido en mi cuello. Mm.

—Tus hijas no se están portando muy bien —musita.

Sonrío.

— ¿Cuándo se portan mal son mis hijas?

—Sí, porque yo no causo tanto problema. Regáñalas.

—Pero…

—Yo me creo que serás muy suavecito con ellas —gimotea, fingiendo estar indignada—. Tendré que regañarlas yo y te van a querer más a ti, papá malo.

Suelto una carcajada.

—Se te da bien decir tonterías.

—Papá aburrido —musita con voz de niña.

—Debo suponer que ya estás mejor.

Se aparta de mí, acomodándose en su lado de la cama.

—Ya te lo dije. He descubierto que olfatearte el cuello espanta mis náuseas.

—Cierto, cierto —le sonrío, acercándome—. Te adoro.

Ella sonríe. Le beso la nariz, los ojos, la boca.

—Sabes a menta —ronroneo.

—Mm. ¿Y la menta te gusta?

—Es que sabe mejor en ti. Todo sabe mejor en ti.

— ¿Sabes qué se me antoja? Un té de canela con unas galletitas de nueces de macadamia.

—Mm. ¿Quieres que vaya a preguntar?

—No, no —sonríe—. Me conformo contigo.

Deslizo la mano por su costado hasta alcanzarle el vientre. En respuesta ella choca sus labios con los míos.

— ¿Dormí mucho?

—Creo que tres o cuatro horas. ¿Por qué?

—Curiosidad. Me duermo enseguida cuando te tengo cerca.

— ¿Por eso te despertabas a cada rato? —la miro enternecido—. ¿Por qué no estaba contigo?

—Es que detecté una amenaza. Una voz en mi cabeza que decía “Peligro, peligro. Rubia cerca de mi marido”.

Suelto una carcajada.

—Tú mejor que nadie deberías saber que yo solo tengo ojos para ti.

—Si no los tuvieras te los arrancaba. O es a mí o es a ninguna.

—Venga, arráncalos.

—No dije que iba a hacerlo —hace un puchero—. Son demasiado bonitos para esconderlos, y tengo fe que las nenas saquen tus ojos, incluso tu pelo, tu todo tú.

Le beso la nariz.

—Yo espero que salgan como tú.

—No, no. Como tú.

Le sonrío.

—Ya veremos —le acaricio el pelo—. ¿Ya no tienes sueño?

Agita la cabeza.

— ¿Quieres empacar?

Vuelve a agitar la cabeza.

— ¿Comer, entonces?

Y otra vez.

—Dios te dio una boca muy bonita que no sirve solo para besar, sino para hablar.

Suelta una carcajada.

— ¿Por qué no solo platicamos? 

— ¿Sobre qué?

—Sé tú color favorito.

— ¿Ah, sí? ¿Cuál es?

—El anaranjado.

Le sonrío.

—Es verdad.

—Sé que te gusta el chocolate más que la vainilla.

—Ajá.

—Y el café con crema y dos de azúcar.

Vuelvo a sonreír.

—No te gusta tomar alcohol caliente, prefieres el jugo de naranja recién exprimido y siempre te han gustado los Camaros. Lo sé porque te compraste uno me llevaste a California. Desde luego, sé qué prefieres a las pelirrojas.

Tiro cariñosamente de su cabello mientras le sonrío.

—Sé que hablas francés y danés, que ere un cerebrito con los números y que al igual que tu padre derrochas el dinero en lo que se te plazca —me acaricia el rostro—. Pero no sé qué tipos de vinos te gustan. Tampoco sé cuál es tu comida favorita, ni tu lugar favorito en el mundo, ni que libros prefieres. Siento que hay muchas cosas que me faltan por conocer sobre ti.

—Mm —tomo la mano y le deposito un beso—. Me gustan los vinos secos, mucho, aunque en realidad me gustan diferentes tipos de vinos. Mi vino favorito es el Lewis Cellars, un vino trabajado en Napa, California. Mi lugar favorito en el mundo, mm, por mucho es cualquier lugar donde estés tú. Los libros que prefiero…Caramba, es difícil. Soy abierto a todo tipo de géneros.

Ella sonríe.

— ¿Cuál es tu desayuno favorito?

—Tostadas francesas y jugo de cereza.

—Mm. No lo sabía. Te lo haré algún día, lo prometo. ¿Prefieres té, café o vino?

—Detesto el té. Café en la mañana, vino en la noche.

— ¿Te gusta la playa?

Asiento.

— ¿Practicas deporte?

—No. Solía correr en las mañanas.

—Yo ya no te veo salir.

—Es porque siempre estoy ocupado contigo. Además salía a correr para olvidarme de que despertaba solo —la envuelvo por la cintura y la atraigo hacia mí—. Gracias a Dios que llegaste a mi vida.

Cierra los ojos y deja que la bese.

—Es mi turno de las preguntas —mordisqueo cariñosamente de su labio—. Sé que tu color favorito es el azul. No eres buena con los tacones, pero te gusta usarlos. No te gusta usar vestidos con escotes en la espalda para que no puedan ver la cicatriz. Cuando lees, olvidas el resto del mundo. Como lo hiciste en el trabajo. Eso te convierte en la peor asistente que hemos tenido. Te gusta verle el lado bueno a todo el mundo. Comienzas a valorar tus propias luces. Me deslumbras con ellas. El rojo te queda de muerte. Tienes bonitas piernas.

Suelta una carcajada.

—Creo que estás desviándote a características físicas.

—Espera. Te gusta la vainilla y un poco del sadomasoquismo, como a papá, que por cierto es escalofriante. Son excesivamente parecidos.

—Jamás he dicho eso.

—Por algún motivo no quieres, por eso, pero da igual. Mm. Amas cocinar. Eso hasta un gusano podría notarlo. No te gustan las serpientes, pero sí los —hago una mueca— sapos.

Sonríe burlona.

—Usaré más o menos las mismas preguntas. ¿Qué tipos de vinos te gustan?

—No soy de vinos. Solía tomar cervezas. La Blue Moon es buena.

—Correcto. ¿Tu comida favorita?

—Oh —chilla—. Me encantan los mariscos. Cualquier marisco con una buena salsa y, bam. Delicioso. Si es algo más específico, mm…camarones en salsa Bloody Mary.

—Mm. Sí. Recuerdo esa salsa, y otras cosas.

Se ruboriza un poco.

— ¿Lugar favorito?

—La cocina.

Suelto una carcajada.

—Eso ya lo sé.

—Mm. Contigo, sí. Cualquier lugar contigo.

Le sonrío.

— ¿Qué libros prefieres?

—Fantásticos, sin duda. Mientras más alejado de la realidad esté, mejor.

— ¿Hay algún lugar al que te gustaría viajar?

—Mm. Cuando tenía catorce años hicimos un viaje a Italia. Aún no me sentía cómoda con la familia, así que no pude disfrutarlo mucho. Me gustaría regresar.

—Ese viaje debes hacerlo con tu familia.

—Sí, pero tú ahora eres mi familia. Mía, mía.

Sonrío como crío enamorado.

— ¿Se acabaron las preguntas? —parpadea divertida—. Ya me está gustando esto. Pregunta, pregunta.

— ¿Te mencioné que mamá tiene un par de manuscritos aquí?

— ¿Aquí, en el avión?

Asiento.

—Son de Phoebe. Se los dio a mamá para que le diera su opinión. Aunque no lo comenta con todo el mundo, quiere convertirse en escritora. Yo los he leído. Son buenos. ¿Te gustaría darle una ojeada? 

— ¿A tu hermana no le molestará?

—No lo creo, ¿quieres?

Ella sonríe culpable. 

—Está bien.

Le doy un beso en la nariz antes de ponerme en pie. Pero…mm. Hay una cosa que repentinamente acude a mi mente.

—Cariño —me giro hacia ella—. ¿Por qué?

Ella frunce el ceño.

—Um, ¿por qué tú me lo ofreciste?

—No es eso. ¿Por qué lo dejaste? Le dijiste a mamá una vez que lo echabas de manos. Las escuché.

Se acomoda en la cama, de modo que termina sentada. Se cubre el cuerpo desnudo con la sábana.

— ¿Realmente quieres hablar de eso ahora? ¿Por qué?

—Porque jamás hemos vuelto a hablarlo, pese a que habíamos quedado en que lo haríamos. Y quiero comprender por qué lo dejaste si te gustaba.

Aparta un poco la mirada.

—No estoy juzgándote —me apresuro a decir—. Realmente solo quiero entender, eso es todo.

—Es…es complicado.

—Sé que puedes explicarme.

Me acerco hasta ella. Me siento al borde de la cama y le tomo las manos. No quiere mirarme. Me pregunto vagamente si hablar de esto realmente puede cambiarle el humor.

—Me da un poco de… —arruga el entrecejo—. Sé que esto no es tu tipo de…mm, relación.

—Quiero entender por qué te gusta a ti.

Me sostiene la mirada.

—Se sentía bien, Ted. Eso era todo. Tuve mi primera vez con Baxter a los trece años, pero no me hizo sentir nada. Ni placer, ni dolor. Nada. Quería algo que compensara esa enorme pérdida de tiempo —me acaricia la mano con el pulgar. No quiere que arda ante la confesión, pero lo cierto es que no me provoca nada, ni celos. Quiero que siga abriéndose a mí—. Mi segunda vez mejoró mucho. Tuve mi primer orgasmo, pero…pero necesitaba más. Quería sentir algo más que solo una chispa de placer. Por eso el siguiente y el siguiente y el siguiente. Uno tras otro. Tenía que encontrar a un hombre que me encendiera el cuerpo entero, que me hiciera quemarme. Ellos no eran malos amantes, yo solo era…era terriblemente insaciable. Siempre queriendo más.

»Después conocía este hombre, Cris Bells. Cuando lo conocí me sentí terriblemente intimidada, ridículamente pequeña. Mi mente sabía que él podía darme lo que yo estaba buscando. La primera noche que pasé con él, me hizo explotar. No fueron chispas como los otros. Fue una explosión tan fuerte que me sacudió por completo, por dentro y por fuera. Estuvimos viéndonos por un tiempo. Pero…pero todo comenzó a ser insuficiente. Así que decidimos subirle un poco el calor.

Me mira cautelosa.

—Comenzó con simples e inocentes amarres de manos. Con el tiempo las corbatas se convirtieron en esposas y las esposas en cinturones de cuero. Eso estaba bien, más que bien. Obtenía un placer incomparable a través de los golpes, de las palabras inadecuadas, de cómo me usaba para su propio placer. Pero las cosas se salieron de control. Cuando cumplí los dieciocho dejé a mi familia para pasar ese día con él. Me ató las manos con la corbata y usó la misma alrededor de mi cuello. Cada vez que me envestía tiraba de mis manos y cuando lo hacía me apretaba el cuello, me ahorcaba. Intenté decirle que me estaba lastimando, pero odiaba que le hablara. Hablarle lo transformaba en una bestia. Acabé desmayándome.

Frunce el ceño mientras se muerde el labio.

—Me dejó tirada en una húmeda acera, desnuda. Cuando llamaron a papá del hospital él pensó que me habían violado. No tuve más remedio que decirle lo que había pasado. Papá estaba desilusionado. John también, pero…él estaba…particularmente molesto. Le…le habían dado horas atrás la noticia de que papá tenía cáncer.

Me suelta las manos, solo para cubrirse el rostro con ellas.

—Me prometí que esa sería la última tontería que cometiera, aunque el vientre se me quemara por la necesidad de contacto. No volvería a darle motivos a papá para sentirse desilusionado nuevamente.

—Cielo —musito, apartándole las manos del rostro—. Sólo fue una mala experiencia. 

—Yo lo sé, pero detesto la sensación de gusto. Porque me sigue gustando, pero no es…

Suelta un gruñido.

—Había estado buscando la manera de contarte todo esto, pero entonces encontraste el cuarto de juegos de tu padre. La desaprobación estaba en tus ojos. ¿Cómo iba a contártelo si visiblemente es algo que te resultaba desagradable? 

Se me seca la boca.

— ¿Y qué pasa si nos sucede lo mismo que te sucedió con ese sujeto? ¿Si algún día lo que tenemos no es suficiente para ti?

—No, no —se aparta la sábana y camina con las rodillas hasta posicionarse sobre mí—. Jamás digas eso, no. Siempre pensé que aquello que hacía con él era lo que necesitaba para sentirme viva, pero eso fue hasta que tus manos tocaron mi cuerpo.

Choca su boca tan rápido contra la mía que acabo por caer de espaldas sobre la cama.

—Desearía poder sacarme el corazón, el sistema nervioso, y que vieras todas las cosas que me haces sentir cuando me tocas. Yo te necesito a ti. No necesito todas esas cosas, ni fustas ni correas de cuero, solo a ti. 

Toma mi rostro entre sus pequeñas manos y sigue besándome. Me arden las manos cuando toco su piel. Le toco la espalda, los glúteos. El obsceno y repentino terror de perderla ha sido una terrible tortura.

—Te amo —gruñe—. Nunca vuelvas a pensar que podría sacrificarte por cualquier otra cosa. Eres lo que le da sabor y sentido a mi vida, te amo.

Gimoteo por el alivio.

—Yo también te amo, mi cuelo. Te amo demasiado.

______________________________ 

Ha salido bastante bien, incluso mejor de lo que pensaba. En estos momentos mi esposa se encuentra en la cama leyendo uno de los manuscritos de Phoebe, disfrutando plenamente de la magnífica dicha postcoital. A la mierda el hotel. Ninguno de los dos iba a estar dispuesto a esperar un par de horas más después de aquella plática que, lejos de resultarme incómoda, ha sido excitante. Habría que estar mal de la cabeza, pero así fue.

Mientras ella lee, yo estoy hablando con papá por e-mails. Un buen consejo es lo que necesito ahora. 

De: Theodore Grey
Fecha: 16 de septiembre. 1:15 p.m
Para: Christian Grey
Asunto: Hijo que necesita al padre

Hola, papá.
Am y yo nos encontramos de camino. Escogimos el destino de Isla Mauricio, es un viaje de veintidós horas. Te escribo porque necesito un consejo. Respóndeme en cuanto sea posible. 

Minutos más tarde recibo una respuesta.

De: Christian Grey
Fecha: 16 de septiembre. 1:19 p.m
Para: Theodore Grey 
Asunto: Hijo que necesita al padre (¿De verdad?)

Pensé que estarías ocupado. Hay una muy buena cama ahí. Lo sé, porque el avión es mío, y tu madre y yo pasamos ahí la noche de bodas. 
Es un viaje largo. Sé dónde está esa isla. Es magnífica.
Ahora dime, ¿para qué necesitas a este viejo?

Christian Grey
Presidente, y cotizado padre, de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Sonrío por la respuesta.

De: Theodore Grey
Fecha: 16 de septiembre. 1:22 p.m
Para: Christian Grey
Asunto: ¿Tenías que contarme?

Estoy seguro de que me has dado demasiada información.
Claro, mi problema. Va a sonarte extraño, dado que estoy casado y mi mujer espera gemelos, pero va de sexo. Usted es el maestro en esto. Jamás te pedí un consejo sobre ese tema, pero estoy a punto de introducirme en aguas desconocidas. ¿Tendrías tiempo?

______________

De: Christian Grey
Fecha: 16 de septiembre. 1:26 p.m
Para: Theodore Grey 
Asunto: Mm  

Creo que sé por dónde va esto.
¿Quién lo ha propuesto?

Christian Grey
Presidente, y consejero matrimonial temporalmente, de Grey Enterprises Holdings, Inc.

______________

De: Theodore Grey
Fecha: 16 de septiembre. 1:31 p.m
Para: Christian Grey
Asunto: Mm, ¿qué?

Nadie. Ni siquiera hemos hablado sobre intentarlo.
Verás, Amanda es mucho más parecida a ti de lo que hubiese querido aceptar. Quiero decir. Viejo, tú no eres un hombre fácil. Ahora imagínate ese carácter tuyo en una mujer embaraza de gemelos. Ella me ha contado que ha realizado ciertas…prácticas. Prácticas que tú conoces, pero yo no. ¿Cómo estoy seguro de que es suficiente para ella? El mundo en el que tú has estado es totalmente…ajeno, sí. Ajeno a mí. Pero no para ella. ¿Cómo me aseguro de hacer un balance?

______________

De: Christian Grey
Fecha: 16 de septiembre. 1:42 p.m
Para: Theodore Grey 
Asunto: Tan parecido a mi Ana…

Ted, la única manera de saberlo es hablándolo con ella.
Mi consejo rápido es que lo hagas. No dejes pasar demasiado tiempo. Hay momentos en que debes comprender cuando algo es importante. Confía en mí. Cuando te involucras con alguien que tiene otros gustos totalmente distintos a los tuyos, o que tú tengas gustos que la otra persona no conoce, al principio es un poco complicado llegar a un balance. 
Eso es lo que tu madre y yo hicimos: un balance.
Solo lo hice para no perderla, y otra parte de mí quería probar algo nuevo, algo bueno, con ella. ¿Y sabes qué? Eso estuvo muy bien. Aprendí que existen otras maneras de compartir en la cama con la persona de la que te has enamorado.
Tal vez deberías hacer lo que hizo tu madre, niño. Probar.
Tal vez termine gustándote a ti también.  

Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

______________

Un guiño de papa. Oh, oh. Los guiños de papá siempre me han confundido. Cierro la pantalla del computador y la observo. Sonríe, y es preciosa. Es feliz, lo que me hace el hombre más dichoso de este mundo, porque uno de sus motivos para ser feliz es tenerme en su vida.

Y ella ha sacrificado tanto…

Ha hecho cambios progresivos. Es honesta conmigo. Si me equivoco, me lo dice con cariño. Ella es el amor de mi vida. Ha hecho más por mí que yo por ella. Incluso se ha callado esto. Si ella ha hecho cambios en su vida por mí, entonces ya era hora de que le correspondiese de la misma manera.

AQUI ESTOY BELLEZAS, LO PROMETIDO ES DEUDA! 

PUERTORROOOO: DESDE MI ISLA HERMOSA (DIGO MÍA PORQUE ME ENCANTA PUERTO RICO NO HE TENIDO EL PLACER DE IR, PERO SI DE LEER ACERCA DE LA ISLA, NIÑAS CUANDO VALLA QUIERO QUE ME LLEVEN A PIZZACONO, Y DE FIESTA POR DONDE USTEDES SABEN) BESOS A MIS BORICUAS:

- @Alexandra_Princess

- @nitzalizmanso

- @yashiriita

VENEZUELA: MI PAÍS, MI TIERRA QUERIDA, (SOY VENEZOLANA), HERMANA DE PATRIA, SALUDOS A TI PRINCESA, DÉJAME EL NOMBRE DE TU CIUDAD.

- @farloacarolina

MÉXICO: OH POR DIOS MÉXICO LINDO Y QUERIDO, NO PUEDO CREER LA MAGIA DE LA TECNOLOGÍA, TAN LEGOS PERO TAN CERCA. UFF CANCUN.. JAJAJA 

- @odette21rosas

ARGENTINA: QUE BELLA ARGENTINA, DE QUE PARTE ERES? TANGO, FÚTBOL, COMIDA, JAJA DE TODO UN POQUITO. CUNA DE UNO DE MIS ESCRITORES FAVORITOS JULIO CORTAZAR. sALUDOS:

- @BarbaraMagaddino

CHILE: VINOOOOO!!! HERMOSURA NO SABES CUANTO AMO EL VINO CHILENO, ME ENCANTA!! NO SE MUCHO DE CHILE ASÍ QUE AYÚDAME AMIGA JAJA..

- @morena1977

ESPAÑA: ESTAS CERCA DE ERIKA L. JAMES, MESSI, RONALDO, NEYMAR, JAMES, QUIERO SER TU, SI AMIGA YA RESOLVÍ TODOS LOS PROBLEMAS, GRACIAS. TENGO QUE IR A VISITARTE, SI ALGÚN DÍA MADURO RENUNCIA, VOY POR ALLÁ, BENDICIONES Y GUARDARME PAELLA Y TORTILLA DE PAPAS.

- @IsaOspina

HERMOSURA YA CUMPLÍ CON MI PROMESA, QUIERO AGRADECERLES POR TANTO SE LES QUIERE MUCHO BELLEZAS, GRACIAS DE NUEVO, SON PERSONAS MARAVILLOSAS, OJALA ALGUN DIA PUEDA CONOCER SUS PAISES Y COMPARTIR CON USTEDES. BENDICIONES PARA TOD@S!!

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Cincuenta Sombras y Luces de Theodore GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora