Parte XXII (Capitulo 128)

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Capítulo ciento veintiocho.
»Punto de vista de Amanda

Caminamos lentamente por el borde de la piscina, tomados de la mano. Ted mira todo el tiempo hacia el suelo, aunque tiende a mirarme de vez en vez, mientras sonríe. Yo estoy embobada viendo como los rayos del sol le convierten el cabello castaño en bronce, como Christian. Con otro golpe de luz sus encantadores ojos azules se le tornan grises, como Christian. Estoy segura de que si Ana lo viera se echaría a llorar mientras Christian sonríe del puro orgullo.
Tomo discretamente el móvil, que lo tiene guardado en el bolsillo izquierdo de su pantalón, y consigo una foto. Observo la fotografía, luego a él, y me maravillo de su absoluto atractivo. No se ha dado cuenta. Él solo sonríe, feliz. Busco el contacto de su padre y me dispongo a escribirle un texto corto antes de enviarla.
“Adivina a quien se parece  –A”
Le doy a enviar. Me oculto el móvil en el escote del vestido. Ted realmente no se ha dado cuenta de nada. Debe estar pensando en algo importante, porque entonces no podría comprender como no ha visto todo lo que he hecho con el móvil. Incluso lo saqué de su propio bolsillo. Lo agito un poco.
— ¿Mm? —es todo lo que dice.
Suelto una carcajada.
— ¿En qué estás pensando?
Sigue mirando hacia el suelo, sigue sonriendo. El corazón se me vuelve un volcán a punto de hacer erupción. Adoro verlo sonreír, verlo feliz.
—Estaba pensando en nuestra casa. Me gusta como está, pero ¿no te gustaría hacerle cambios? Hacerla más nuestra.
Sonrío enternecida.
— ¿En eso has estado pensando?
Él me sonríe culpable.
— ¿Es mala idea?
—No, no. A mí también me gusta como está, pero la idea de hacerla más nuestra me parece mejor.
Dirige sus ojos a los míos.
— ¿Sí?
Asiento frenética.
—Ya tienes tres cosas que hacer al regresar.
Frunzo el ceño, confundida.
—Primero el embarazo —sonríe—. Luego escoger que haremos con la casa y lo del restaurante.
Pongo los ojos en blanco.
—Ya habíamos hablado de eso.
—Ya sé. Pero, cariño, de verdad…
—Ted —gimoteo.
—Quiero que lo tomes. Cariño, ni siquiera necesitas ir a una universidad salvo que quieras. Cocinas magnifico. Todo el mundo amará lo que prepares. El lugar ya es tuyo, firmaste los papeles. Siempre voy a ayudarte, incluso si lo que necesitas es una mano extra en la cocina.
—No creo que esté lista.
—Oh, Dios mío —se detiene frente a mí y me toma las manos—. Confía en mí, lo estás. Nena, he subido un par de kilos devorándome lo que preparas. Cuando tú cocinas, la gente tiene la necesidad de comerse todo lo que hay en el plato. Cielo, de verdad, estás lista y totalmente capacidad para una cosa como esta. Te juro que no vas a tener éxito porque el apellido Grey esté involucrado. Le gente iría a ese restaurante solo porque la comida es absolutamente irresistible.
Me escuecen los ojos. Oh, no. Me va a hacer llorar.
—Voy a costear lo que necesites, todo. Si no quieres que lo haga porque es como si estuviese manteniéndote, entonces tómalo como una magnifica inversión a futuro.
Le suelto las manos y me cubro en rostro.
—Te juro que me harás llorar.
Suelta una tierna carcajada, apartándome las manos de la cara. Me mira tierno, y yo me derrito por dentro. Me besa despacio, sin prisa, y caigo rendida a sus pies. Me tiemblan las rodillas, como si fuera la primera vez que me besa. Recuerdo automáticamente el beso en aquel asesor. Él iba a ser mi perdición, yo lo sabía, pero también iba a ser mi cielo. Me siento como un ángel flotando sobre las nubes, así que cuando sus manos acarician mis brazos es como caer en el sueño profundo más hermoso.
— ¿Cielo?
Parpadeo como una boba.
— ¿Mm? —musito.
Él suspira.
—Siempre consigues darme buenos sustos.
Aún me siento en el limbo, así que no consigo entender a qué se refiere.
— ¿Ah?
—Creí que ibas a desmayarte —me observa fijamente—. ¿Estás mareada?
—No, solo estoy enamorada.
Me lanzo a sus brazos y lo beso. Él gruñe.
—Vas a acabar conmigo.
Escucho a lo lejos, en algún lugar, a Beyoncé canturrear “Crazy in love”. Sonrío por la ironía.
—Got me looking so crazy right now. You’re love got me looking so crazy right now.
Teddy sonríe contra mi boca.
— ¿Habrá alguna canción que no te sepas?
—Lo podemos averiguar más tarde, aunque sé de una que es muy apropiada para nosotros.
Mordisquea mi labio. Mm. Adoro que haga eso.
— ¿Sí? ¿Cuál es?
Le sonrío burlona.
—Wake you up in the middle of the night to say I will never walk away again. I'm never gonna leave this bed.
Él sonríe justo antes de besarme. Oh, sus besos…Jamás podría cansarme de ellos. 
—Muy acertado, señora Grey.
Sonrío como una boba. Su tono de voz es cálido, dulce y cariñoso.
—Ya no me dices Sandford.
—Es porque ahora eres mi señora, porque mi mujer eres desde que puse los ojos en ti.
— ¿Te refieres a cuando me acosabas en el trabajo?
— ¿Hasta cuándo seguirás con eso?
—Hasta que lo admitas.
—Yo no estaba acosándote.
— ¿Entonces qué hacías?
Sus ojos se vuelven un poco agrios.
—Creí que ayudabas a Jack, así que pensé que si lograba enamorarte terminarías por revelarme sus planes.
Le sonrío un poquito. En realidad no duele, ni un poco. Una parte de mí lo sabía. Cuando trabajaba para él había tenido cambios de humor demasiado bruscos conmigo. Un día quería besarme, al otro me llamaba golfa. Inmediatamente supe que Jack había estado molestando a su familia en el pasado, las cosas comenzaron a parecerme demasiado obvias.
— ¿Cariño? —me toma la barbilla y mis ojos se conectan a los suyos—. Eso fue hace mucho tiempo, cuando todo lo que tenía era a mi familia. Pero, nena, yo te amo. Lamento haber tenido la intención de utilizarte. Cuando sentí que te perdía, aquel día que te fuiste y cuando Jack te apartó de mi lado, fueron los días más grises de mi vida. Y luego cuando te abandoné…
Quiero protestarle, pero él no me deja hablar.
—Te dejé tan sola y desprotegida. Tal vez por eso no me siento capaz de dejarte sola cinco malditos minutos.
—Pero Teddy, has hecho que olvide esos días. Créeme, me has compensado más de lo necesario.
Él agita la cabeza.
—Theodore Raymond Grey —gruño—. Estamos en nuestra luna de miel, compórtate. Eso pasó hace ya algún tiempo. Estamos bien, por favor, olvídalo.
Hace una mueca.
—Por favor —le suplico.
Suelta un suspiro.
— ¿Quieres una piña colada?
Le sonrío.
—Solo procura que no tenga alcohol.
Me revuelve el pelo.
—No estoy tan loco ¿Vienes conmigo?
—Buscaré un par de sillas vacías.
—Bien. Te veré en un par de minutos.
Le sonrío coqueta, deslizando las manos por su pecho. Le desabrocho los primeros dos botones.
—Hace calor.
Él agita la cabeza, sonriendo.
—Ve a sentarte. El calor está haciéndote daño.
Suelto una carcajada antes de separarnos. Lo observo caminar hacia el puesto de bebidas. Lo atiende una mujer muy guapa, pero él solo está pendiente al tablero del menú. Sonrío. Oh, sí. Él es mío. Me doy la vuelta y camino junto a la piscina para encontrar un par de sillas vacías. Me apuro a llegar a ellas antes de que las ocupen. Me recuesto sobre una y me sorprendo de su comodidad. Oh, pero este lugar es maravilloso. Compensa muchísimo el dinero que se deja, aunque esa gran cantidad por noche me seguía pareciendo excesiva.
Debo dejar algo en la silla continua a la mía o podrían ocuparla, pero no he traído nada conmigo. Ni una bolsa, ni una toalla, nada.
—Las sandalias —musito para mí.
Me impulso hacia adelante y me desabrocho las sandalias. Observo una sombra rápida que pasa delante de mí, acomodándose en la silla vacía. Alzo la vista con la esperanza de toparme con Ted, pero no es así. Es un sujeto que nada en las aguas de los treinta años, rubio y de rarísimos ojos verdes ocultos por unas gafas rarísimas.
—Amigo, esa silla está ocupada —le digo.
Él me sonríe, recostándose. Se deshace rápidamente de la camisa y las sandalias. El sujeto era guapo, sí, pero joder, era el asiento de mi marido.
—Yo creo que no, preciosa.
—Te aseguro que sí —le espeto.
—La silla estaba vacía, niña. Ahora, si lo que te molesta es no estar en ella, puedo hacerte espacio.
Le sonrío burlona.
—No. Lo que quiero es que te muevas.
Se impulsa hasta sentarte.
— ¿Vienes sola?
Pongo los ojos en blanco.
—Busca otra silla —gruño.
—Venga, no puedes enojarte por haber tomado una silla vacía, ¿verdad? ¿Por qué no solo la pasamos bien?
Le sonrío.
—Tengo una tremenda fama con los golpes de mi mano derecha. A menos que quieras saber el por qué, yo que tú me iba en este instante.
Él solo sonríe.
—Te invitaré un trago.
Me pongo de pie, cabreada.
—No quiero un maldito trago. Y en vista que no piensas moverte, yo buscaré un mejor lugar donde los asnos no molesten.
Me alejo caminando, furiosa. Hombres idiotas. Una viene a pasarla bien y siempre hay alguno que anda molestando y fisgoneando. Respiro profundamente. No quiero enojarme por esa tontería. Descanso las manos sobre el vientre y me calmo casi al instante, aunque tengo el pequeño impulso de voltearme y golpearlo justo en la nariz.
Noto a alguien caminar junto a mí. Hago acoplo de toda mi fuerza de voluntad cuando descubro que es el sujeto.
—Seguiré insistiendo por esa copa.
—No tomo.
— ¿Una piña colada? 
—Ya la pedí.
—Entonces te acompaño con una. Hace demasiado calor.
Me adelanto un par de pasos y cuando él comienza a caminar por el borde de la piscina le doy un empujón. Él cae limpiamente, salpicándome de agua en las piernas. Cuando asoma la cabeza por encima del agua, sonrío.
—Lo siento, pero creo que dijiste que tenías calor ¿No?
Chapotea en el agua, mojándome un poco más arriba de las rodillas.
—Zorra —gruñe.
—Sería una zorra si te aceptara el trago —le enseño el anillo—. Estoy casada, bruto.
Me doy la vuelta, satisfecha. Me acerco dando saltitos hasta el puesto de bebidas, donde Ted sigue allí. Me le acerco calladita y envuelvo los brazos alrededor de su cintura antes de darle un beso en la espalda.
—Te eché de menos —musito.
Hecha la cabeza un poco hacia atrás y me da un beso en la frente.
—Pedí una ensalada de frutas ¿Se te antoja?
—Suena rico, sí. 
Extiende la piña colada hacia mí.
—Pruébala, a ver qué tal está para ti.
Le doy un sorbo. Mm. Está rica. Ni muy agria, ni muy dulce. 
—Está perfecta.
Se da la vuelta y deposita el vaso en mis manos.
— ¿Encontraste sillas vacías?
Sonrío culpable.
—Eso creo.
Él sonríe.
—Qué me estarás ocultando.
Parpadeo inocente.
—Nada.

—Mm —agita la cabeza antes de tomarme de la mano—. Vamos a sentarnos. ¿Hacia dónde encontraste las sillas vacías?
Tira de mi mano para hacerme caminar.
—Por ahí.
—No encontraste ninguno, ¿cierto?
—Bueno, sí, pero no —le señalo hacia la parte izquierda de la piscina—. Allí había dos sillas. Para ser un hotel muy caro hay mucha gente.
Le da un trago a la piña colada.
—Olvídate del precio. La piña colada está rica.
Estoy viendo las mismas sillas donde estuvo el sujeto, salvo que él no está. Sonrío victoriosa para mis adentros. Ted se sienta en el lugar donde había estado ese sujeto. Sonrío. Él se ve mucho más guapo sobre ella, y eso que seguía totalmente vestido. Me acomodo despacito en el asiento. 
Una extraña melodía comienza a sonar. Ted rebusca en su bolsillo y segundos más tarde frunce el ceño. Oh. Está buscando su móvil. Me lo saco del escote y reviso. Es un mensaje de Christian.

“Cuidado. Tal vez sea más parecido de lo que crees 
Espero que estén disfrutando del lugar”

Luego llega otro, pero es de Ana.

“Críos, espero que la estén pasando bien. Ted, tienes que llamarme. Te quiero x”

—Disculpa, ¿puedes decirme cómo demonios conseguiste mi teléfono? ¡Lo tenía en el bolsillo!
Suelto una carcajada.
—Es que estabas distraído.
— ¿Y de quienes son los mensajes?
—De tus padres.
—A ver, dámelo.
Le extiendo el teléfono. Él agita la cabeza, divertido.
— ¿Y la foto, cuando la tomaste? ¿También estaba distraído?
Asiento frenética.
—Sales guapo —musito con voz de niña.
—Eres un peligro. Haces las cosas y no me doy cuenta.
Observo desde lejos que el sujeto aquel regresa. Oh, perfecto. Está secándose el pelo y la ropa con una toalla color crema. Cuando me ve, sus ojos flamean. 
—Zorra —musita al pasar junto a nosotros.
Ted frunce el ceño. Parece un poco molesto.
— ¿Te lo dijo a ti?
Parpadeo inocente.
— ¿Decir qué?
—Dijo zorra.
Le doy un sorbo a la piña colada.
—No, yo creo que dijo gorra. Seguramente la olvidó.
—Amanda, él dijo zorra. ¿Te lo dijo a ti?
—Ted, cariño, dijo gorra. No te alteres. Yo no lo conozco de todas maneras. Estoy segura de que oíste mal.
Él no parece muy convencido.
— ¿Te ha estado molestando? Oye, si lo hizo, solo dime. Te prometo que lo pongo en su lugar.
Sonrío feliz mientras agito la cabeza.
—Si lo hiciera yo puedo sola.
Él parpadea.
—Claro que sí. Tienes una buena derecha.
Le sonrío burlona.
—Oye —le digo—. Nos fuimos sin la ensalada.
—Nos la van a traer, no te preocupes.
Me levanto de mi silla y me acomodo en la suya junto a él. Aún tiene la foto que le tomé en la pantalla.
—Te pareces mucho a tu padre —le digo.
Él sonríe.
—Siempre he sido muy parecido a mamá.
—Eso es físicamente, pero en lo demás eres como tu padre —recuesto mi cabeza en su hombro—. Se le nota que te adora. 
—Él también te adora, le agradas.
—Al principio no fue así. Cuando decidimos iniciar una relación me daba mucho miedo que tu padre no me aceptara como tu pareja. Creo que si eso hubiese iniciado un problema entre ustedes…
— ¿Te hubieses marchado? —pregunta angustiado.
Suspiro.
—Sí.
—Oh, no digas eso. No puedo imaginarme una vida sin ti, Am.
Sonrío.
—Yo tampoco.
Envuelve el brazo alrededor de mi cintura.
—Gracias a Dios que no hubo problema —musita.
Sonrío. Una mujer de cabello oscuro se acerca con una bandeja. Coloca el enorme plato cargado de frutas picadas en cuadros sobre una mesa redonda entre las dos sillas.
—La ensalada de frutas que pidió, señor.
Él asiente y la mujer se marcha. Ted toma el plato y lo coloca en sus piernas. Toma dos pedazos de frutas en el elegante tenedor antes de guiarlo hasta mis labios. Abro la boca obedientemente y mastico. Una explosión de sabor estalla en mi boca. Mango y fresa. Mm.
— ¿Te gusta?
Asiento.
Toda dos pedazos de frutas y se los lleva a la boca, masticándola lentamente. Oh. Es sexy incluso cuando mastica. Le doy un sorbo a la piña colada. La mezcla de sabor es ahora mucho más explosiva, mm.
—Dilo —musita antes de darle un sorbo a su piña colada.
— ¿Qué diga qué?
—No lo sé. Siempre tienes algo que decir sobre la comida.
—Pero es fruta. La fruta siempre es buena.
—Sólo dilo.
Suelto una carcajada.
—La mezcla de mango y fresa fue como una explosión increíble. Cuando incluyes el sabor de la piña colada se torna aún mejor. Se forma un éxtasis que inicia desde las mordidas hasta el momento que la corriente de sabor se desliza por el interior de la garganta.
Él sonríe.
—Tú y tu poesía.
Le saco la lengua.
— ¿Tienes pensado que quieres cenar?
—No sé que ofrecen aquí.
—Solo tienes que pensar en lo que quieras comer. 
—Sí, pero…
Hago silencio al comprender a lo que se refiere.
—Le pagarás dinero extra al chef.
Él sonríe.
—Eres un zorro.
—No, nena. Solo hago lo que sea necesario para consentir a mi mujer y a mis hijas.
Sonrío embobada.
—Consentidor —musito.
Se encoge de hombros.
— ¿Qué más puedo hacer? Las mujeres son mi debilidad.
— ¿Qué será de ti cuando tengan la edad de tener novio?
Teddy hace una mueca.
— ¿Realmente tienes que mencionarlo? Aun falta mucho.
— ¿Vas a ser el típico padre celoso?
—Oye —gruño—. Tal vez.
Suelto una carcajada.
—No seas tan cruel con ellas. Imagina como se sintió papá.
—No, no. Oye, no compares. Cuando tu padre se enteró tú estabas embarazada. No quiero que una de mis hijas me diga “Papá, estoy embarazada, así que voy a casarme”.
—Espera ¿Te casaste conmigo por el embarazo?
—No, joder, no. ¿Sabes qué? Olvídalo. Yo no quiero hablar de eso.
— ¿Y si una de ellas viniera con algún amigo para…?
—Te dije que no quiero hablar de eso. 
Me muerdo el labio para no reírme.
—Creo que sí serás un papá celoso, Christian Grey. Digo, perdona, Ted.
Él hace una mueca.
—No quiero preocuparme por eso ahora —dice—. Sé que van a crecer, que se van a casar algún día, pero no quiero pesar en ello. Aún no han nacido si quiera y me da miedo a que crezcan y hagan su vida lejos de nosotros.
Sonrío enternecida.
—Cariño —le tomo la mano—. Eso es algo dulce. Yo sé que ellas siempre te van a amar. No hay como no hacerlo. Yo estoy enamorada de tu corazón y de todo lo hermoso que es capaz de sentir.
Teddy sonríe.
—Siempre le encuentras el lado bueno a todo.
—Tus lados siempre son buenos —deslizo la mano por su pecho—. De hecho, todo lo que tienes lo es.
Toma mi mano, besándome en la palma.
—Cariño, no me hagas caer en tentaciones. En público siempre vas a ser una dama.
— ¿Y si la dama quiere que le falten el respeto?
Sus ojos se oscurecen.
—Solo te faltaría el respeto en privado.
Sonrío.
—Cuando termines de comerte las frutas, podemos ir a dar un paseo en la playa. ¿Se te antoja?
—Oh, Ted. Cualquier lugar sería el cielo si estoy contigo.
Él me sonríe, y yo me dejo besar por mi marido.

LO PROMETIDO ES DEUDA BEBES, AQUI ESTA!!

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PARA EL CAPITULO 130, QUIERO HACER LO MISMO QUE HICE CAPITULOS ATRAS ES DECIR QUIERO QUE DEJEN EN UN COMENTARIO, SU PRIMER NOMBRE Y SU PRIMER APELLIDO SEGUIDO UN GUION Y EL NOMBRE DE SU PAIS. EJEMPLO: "Maria Ramirez - VENEZUELA". ESO ES PARA AGREGARLOS EN UN SALUDO ESPECIAL!! 

BUENO BESITOS ME DESPIDO!! 3/4

Cincuenta Sombras y Luces de Theodore GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora