Parte IX (Capitulo 96-99)

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Capítulo noventaiséis.

»Punto de vista de Amanda

Ted me recuesta sobre la cama y me mira con dulzura. Como he extrañado a este hombre. Le he echado de menos en todos los sentidos. Al verlo aquí de nuevo, queriéndome llenar de mimos, no puedo evitar recortar todas y cada una de las noches vacías que no estuvo conmigo. El millar de llamadas que no contestó. Los mensajes que jamás respondió. Recuerdo el frío insoportable de cada una de las noches. Me había acostumbrado a dormir pegada a su piel caliente, envuelta como una cría en sus brazos. Recuerdo la mesa vacía en los desayunos, la cena silenciosa. Recuerdo los pasillos deshabitados, la casa a oscuras. Recuerdo las noches en la piscina: una piscina que ahora estaba vacía porque no había con quien usarla.

— ¿Qué tienes, nena?

El corazón se enloquece con el tintinar de su voz preocupada. Sé que su arrepentimiento es verdadero, sé que su deseo de arreglar es innegable, pero la sola idea de levantarme en la mañana luego de darle toda una noche para pensar me hacía temblar. Podría reconsiderarlo todo y marcharse a plena luz de la mañana. Me estremezco violentamente y Ted entorna los ojos, analizando la fina expresión en mi rostro.

—No voy a irme —murmura, y sus palabras automáticamente destroza cada una de mis tensiones.

Me acurruco como una niña entre las sábanas y sonrío.

— ¿Cómo sabias en lo que pensaba? —pregunto.

Me cubre con la sábana blanca, acaricia suave mi rostro y se sienta. Presiona ambos brazos junto a mi cabeza y se inclina, sonriéndome como un ladrón de cine.

—Porque últimamente es lo que mejor hago: irme —su sonrisa se debilita—. Pero no lo haré, nena. Voy a quedarme aquí.

Contengo un deseo insufrible por gritar. Va a quedarse. Por fin ha decidido regresar conmigo. Sé que una parte de mí está furiosa por haberle aceptado de vuelta tan pronto. Pero es que lo he necesitado tanto…He necesitado todo de él: su voz, sus fugaces sonrisas, su mirada intuitiva, sus comentarios furtivos. Y sobre todo por los gemelos. Una sonrisa se forma en mis labios. Dos niños, o niñas, estaban por llegar. No iba a permitir que pasaran por lo mismo que yo. No podían verse solos y desamparados. No mientras sus padres aún pueden recuperarlo todo.

—Creo que es mejor que no durmamos juntos —digo sin pensar.

La expresión de Ted me hace comprender que no está de acuerdo. Necesito pensar en lo que acabo de decir y cuál es el fin de ello.

—Necesitamos un tiempo —comienzo a decir—. Nos saltamos un periodo de parejas muy importante, Ted. No nos conocemos muy bien.

Él asintió en silencio.

—Deberíamos dormir separados por unos días —prosigo—. Creo…creo que eso nos podría ayudar. 

Parpadea lentamente, y sé que lo está pensando. Su semblante se torna oscuro, acusatorio, y tengo la sensación de que va a negarse.

—Está bien —responde—. Lo haremos a tu manera.

Suspiro desconcertada.

—Creo que te enojaste, ¿verdad?

Ted sonríe como pirata y mi corazón late rápidamente.

—No, no estoy enojado. Desconcertado, quizá. Pero no enojado. Además —suspira—, es lo justo.

—No era eso a lo que estaba refiriéndome. Sólo pensé que, quizá, un poco de espacio entre ambos nos daría la oportunidad de arreglar las cosas. Ninguno de los dos piensa con claridad cuando está con el otro.

Cincuenta Sombras y Luces de Theodore GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora