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HORAS ANTES

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HORAS ANTES

―¡Vamos, muchachos! ¡Arriba, arriba!

David Sosa entró a la habitación de cada uno de sus tres hijos, golpeando una olla con una cuchara para despertarlos.

―Pa, son las dos de la mañana, me dormí hace media hora ―dijo Gabriel somnoliento.

―Jodete por boludo, el vuelo sale a las seis, así que en una hora salimos para Ezeiza.

―¡Falta un montón, papá!

Carolina pasó por la habitación de su hermano, en dirección al baño, con su toalla en los hombros y el cepillo de dientes en la boca. Parecía que caminaba con los ojos cerrados de lo hinchados que los tenía.

―Te dije que te duermas, bobo.

―Callate, Carolina.

Gabriel volvió a tirarse a la cama tapándose la cabeza con una almohada.

Ella se encogió de hombros y siguió su camino, iba a darse una ducha antes de subirse al avión porque sabía que era un vuelo largo y quería estar cómoda durante todas esas horas.

Habían pasado casi dos semanas desde que recibieron la noticia de que iban a viajar para ver jugar a la selección de su país. La noche que lo supo, Carolina no pude dejar de pensar en el número trece del equipo ¿había alguna chance de que lo volviera a ver?

Honestamente no quería ni cruzarlo, pero otra parte de ella anhelaba volver a verlo aunque sea una vez más.

Lo que Carolina no sabía era que la suerte iba a estar del lado de aquella parte que quería volver a ver a Romero.

―Nena ¿Cuánto vas a tardar? Quiero ir al baño también ―reconoció la voz de Agustina del otro lado de la puerta.

―Ya salgo ―dijo calmadamente. ―Hincha pelotas ―susurró.

Media hora más tarde se encontraban subiendo todas sus pertenencias a la camioneta blanca, sus valijas y bolsos iban en la caja. David puso su CD de Rodrigo, Carla iba con su celular en mano para avisarle a Fabián que ya habían salido.

Agustina se durmió en cuanto se sentó, Gabriel iba en el medio de sus hermanas intentando buscar una posición cómoda para volver a dormirse y Carolina se había puesto sus auriculares y miraba la ruta como si estuviera en un video musical.

No era un trayecto muy largo ni muy corto hasta el aeropuerto, pero a Carolina le gustaba la sensación de perder la noción del tiempo escuchando música y sumergirse en sus pensamientos aunque en realidad no pensaba nada. Ella estaba ahí, presente en forma física, pero su mente estaba en otro lado que ni ella sabía.

Así que sin darse cuenta llegaron a su destino muy rápido.

Otra vez volvieron a despertar a sus hermanos y bajaron las cosas entre todos tratando de hacer solo un viaje, adentro se encontraron con el resto de su familia sentados esperando por ellos.

Carolina dejó su valija y bolso, casi corrió a sus sobrinos para abrazarlos y besarlos. Valentín y Román estaban recién despiertos, por lo que no entendían mucho lo que estaba pasando.

―Tía Caro ―dijeron los dos al mismo tiempo, sujetando a la chica por el cuello.

Carolina era la tía que más amor recibía de los niños. Gabriel era el tío divertido que hacía cagadas con ellos y Agustina era la que más regalos materiales les hacía.

Así que los dos estaban más que contentos con los tíos que les tocaron. Ni hablar de los abuelos, eran unos babosos por los chiquitos.

―Viste, recién van a ser las cinco, viejo. Nos hubiéramos quedado otra hora en casa, durmiendo cómodos ―dijo Gabriel cruzándose de brazos y poniéndose la capucha de su buzo. ―ya fue yo me duermo otra hora acá.

David fue a darle una cachetada en la nuca que asustó al chico y se enderezó de golpe, mirando enojado a su padre y apretando los labios para no decirle lo que quería decir.

―Despertate, tarado, vamos a llevar las valijas con tu hermano y vos vas a ayudar.

―Que hincha pelotas, loco ―David se volteó a verlo lentamente, como si estuviera en una película de terror. ―sí, pa, dale te ayudamos con Fabi.

Sin rechistar se puso de pie y casi salió corriendo a tomar las valijas de sus hermanas y madre.

―Así me gusta, carajo.

Romina cebaba mates para las mujeres, los nenes estaban sentados en una manta en el suelo jugando con unas cartas.

Carolina en su celular respondía a los mensajes que sus amigos le habían enviado mientras ella dormía, muchos deseándole suerte diciéndole que disfrutara otros pidiéndole que por favor los metiera en su valija y los llevara.

Más tarde los tres hombres de la familia volvieron, continuaron tomando mates y minutos antes de que llamaran a los pasajeros de su vuelo, habían comenzado a juntar los papeles de las cosas que comieron y los juguetes de los pequeños. Así que estaban listísimos.

¿Cómo no estarlo? Si su papá hace una semana venía advirtiéndoles que si alguno se retrasaba se jodía, volvía a casa como podía, pero él a ese avión se subía porque se subía.

"Perdóname, mi amor, pero si alguno de estos boludos se las manda y queda atrás. Yo sigo, ellos que vuelvan haciendo dedo no sé."

Le había dicho a Carla, la cual no se lo tomó enserio pero sabía que su marido era capaz.

Y como Carolina esperaba, el vuelo había sido una tortura, haciendo más escalas de las que le hubiera gustado y casi teniendo problemas con sus pasaportes que pudieron resolver enseguida por suerte.

Ya ni tenía noción del tiempo, su celular decía que eran las cinco de la tarde en Argentina pero ella ya había cenado dos veces. Quería bajarse de ese avión ya mismo, todavía le quedaban más de seis horas ahí.

Agradecía que no hubiera bebés, ese hubiera sido el borde de su colapso. Pero cuando estaba a punto de perder la cabeza decidió conectar sus auriculares, abrió Spotify y se mandó directo a su playlist de Taylor Swift.

Enseguida se tranquilizó, murmuraba la letra de las canciones hasta que sin darse cuenta se quedó dormida y abrió los ojos cuando sintió golpecitos en su cara.

―¡Tía Caro, llegamos a donde está Messi!

Fue lo primero que escuchó cuando se sacó los auriculares, no entendía nada, la gente ya se estaba bajando y su familia se había asustado porque no podían despertarla.

Fue un quilombo bajar del avión, conseguir sus maletas y un taxi para llegar al hotel. Para ser honestos ninguno de los Sosa se manejaba muy bien con el inglés, solamente Carolina pero tampoco era la gran cosa.

Así que ustedes imagínense una persona que recién se despierta pidiendo un taxi, e indicándole al taxista a donde tenía que ir, no ayudaba que su padre le repitiera las cosas mil veces de diferente forma.

―Dale, Caro, hablá ¿Para qué mierda te pagué el instituto ese?

―¡Para, pa! No puedo si me estás gritando lo que tengo que decirle, decime bien la dirección o cállate y yo hablo.

David se volteó a mirar por la ventana, se había enojado, Carla bufó.

―Una más y los cambio a los dos por un par de camellos.

KARMA ✶ cuti romero CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora