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Más tarde, pasada la medianoche, Carolina había ido al lugar que Cristian le pidió

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Más tarde, pasada la medianoche, Carolina había ido al lugar que Cristian le pidió.

Le pareció extraño que la citara allí tan seriamente "te tengo que decir algo" esa parte del mensaje la había dejado picando con curiosidad.

Afortunadamente el tiempo pasaba rápido cuando disfrutas lo que haces, que en este caso, Carolina se había quedado con la hinchada argentina dando vueltas por Qatar.

Hasta que Agustina, que sorprendentemente quiso quedarse a su lado, comenzó a quejarse sobre sus pies adoloridos. Volvieron en taxi al hotel, y lo primero que vio Carolina en su celular fue el mensaje de Cristian que estaba esperándola.

Así que ahí estaba, en el ascensor aún con la camiseta argentina, transpirada y con pintura (ya corrida) de color celeste y blanco. Trato de lucir más presentable haciéndose una cola, agradeció llevar una liguita para el pelo a todos lados en su muñeca, junto a la pulsera roja de Cristian.

La terraza seguía siendo el lugar más oscuro del hotel, Carolina se preguntaba si les faltaba presupuesto para iluminar el lugar. Vio a Romero apoyado en la baranda de vidrio, mirando a la ciudad.

Llevaba ropa casual, un buzo negro, con pantalones cortos y medias con ojotas. Parecía un viejito con frío.

―¡Boo!

Carolina lo agarró de la cintura desde atrás, haciendo que este diera un salto del susto.

―La puta que te parió ―le dijo Cristian con una mano en el pecho. ―mira si me caía para abajo, tarada.

―No seas exagerado.

Ambos se sonrieron, ese día la felicidad brotaba por todos lados para ambos.

―Ganamos ―dijo Romero con una sonrisa enorme.

―Sí, felicidades ―Caro sonrío.

―Dah, re floja tu felicitación, dame un abrazo por lo menos.

Carolina rodó los ojos. ―Mucha confianza vos.

―Solo acepto lo que me das.

No respondió, rodeó con sus brazos al más alto y se pegó a su pecho disfrutando de la calidez. Cristian sonrió e igualmente la abrazó apoyando su mentón sobre la cabeza de Carolina, rogaba que ella no oyera lo rápido que latía su corazón.

Romero entre toda esa felicidad en su interior, cargaba con una pizca de duda, había algo que lo estaba haciendo sentir nervioso casi incómodo. Por supuesto sabía que era.

―¿Suficiente?

Preguntó Carolina separándose apenas de él, sus brazos aún lo rodeaban, Cristian miró hacia abajo. Los ojos cafés de Caro brillaban bajo la luna, aquel brillo que solo él veía en ellos.

―Sí, fea ―respondió soltándola.

Mentira, si fuera por él seguiría sosteniéndola contra su pecho toda la noche.

KARMA ✶ cuti romero CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora