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Habían pasado dos días desde el partido, dos días desde que Carolina y Cristian se habían visto y dos días desde que Román se había escapado para buscar a Lionel Messi

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Habían pasado dos días desde el partido, dos días desde que Carolina y Cristian se habían visto y dos días desde que Román se había escapado para buscar a Lionel Messi.

El ánimo de Carolina había cambiado notoriamente ante su familia, era la que más emocionada estaba por el viaje y animaba a todos a salir del hotel. Sin embargo, esos dos días los había pasado encerrada en su habitación.

No podía dejar de pensar en Romero ¿De verdad le había pedido perdón? Ella lo tenía como un forro después de la noche en que la dejó a través de un mensaje por WhatsApp, no habían llegado a ser novios pero eran exclusivos y estaban en camino a tener una relación.

―Sos un forro, la concha de tu madre, te odio.

Mientras más lo pensaba más lo odiaba, no quería que Cristian este 24/7 en su mente otra vez. Se estaba obligando a sí misma a sentir aquel rechazo por él.

―¿Estás bien, Caro?

Agustina y Gabriel entraron a la habitación, venían de cenar fuera con sus padres. Fue una sorpresa que Carolina se negara a salir del hotel, pero su excusa fue que estaba descompuesta.

―Sí, me duele un poco la panza ―mintió.

―Mamá te trajo una sopa media rara de donde fuimos a comer ―Gabriel le dejó la sopa en la mesita de noche.

Carolina se sentó en su cama, cruzando las piernas y extendiéndose hasta tomar la sopa.

―¿Y la cuchara? ―preguntó al ver que no tenía utensilios para empezar su cena.

―¿Qué te pensas que somos sirvientes tuyos?

Carolina bufó.

―¿De dónde mierda saco una cuchara, manga de boludos?

Gabriel se encogió de hombros.

―En el coso boluda, allá donde está la comida abajo. Hay banda de cucharas.

―Sí, para los que comen la comida del hotel, boba.

―Bueno, si no ya fue, róbate una que es tu especialidad.

Y no le quedó otra que ir por la famosa cuchara.

―Me llegan a mandar a la horca por robarme una cuchara y me muero ―hablaba sola mientras entraba a la recepción y se dirigía al gran comedor.

Algunas de las luces ya estaban apagadas, otras tenían una iluminación tenue, dándole a todo el lugar un ambiente más terrorífico. Ya no andaba mucha gente a esa hora, las luces de la cocina estaban apagadas y el hombre de la recepción tampoco estaba.

Carolina fue hasta la larga mesa cubierta por el mantel blanco, sobre esta había algunos platos y utensilios de más. Y sus ojos vieron los pequeños vasitos de vidrio, no tenía idea de que eran, pero estaba segura de que se trataba de algún postre.

KARMA ✶ cuti romero CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora