XXVI

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— ¿Dónde está? — preguntó a la pelinegra mientras caminaban por los pasillos.

— En sus antiguos aposentos, Majestad.

— ¿Te dijo exactamente por qué?

— Algo con la Guardia de la ciudad, mi reina, sus mariposas aún no me han informado — Daeelyn asintió.

Después de unos momentos caminando llegaron a la puerta de la habitación que antes se había mencionado, ambas se detuvieron frente a esta.

— Gracias por tu servicio, Leima, como siempre — dijo regalandole una pequeña sonrisa, ella dió una leve reverencia y correspondió la sonrisa antes de retirarse.

Daeelyn dió algunos golpes en la madera de la puerta, extrañada porque estuviera cerrada, segundos después esta fue abierta y ella entró cerrando tras de sí.

— Aemond, qué...

Sus palabras no terminaron de formar una oración al ver los brazos del príncipe.

Él se acercó a ella quedando a unos pasos y le vió a los ojos.

— ¿Quién es?

— Los hombres de la Guardia de la ciudad lo encontraron esta mañana junto a una mujer, frente a uno de los orfanatos que habilitaste.

Ella volvió a ver a los brazos del hombre, ahora detenidamente, sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas al ver a la pequeña criatura apoyada en ellos. Tenía el cabello plateado como un Targaryen pero sus ojos eran castaños.

— ¿La mujer?

— No lo saben, ella simplemente se acercó llorando a dos guardias diciendo que el bebé debía ser protegido porque era uno de los bastardos de Aegon — arrullo levemente al niño en sus brazos — después salió corriendo y no han dado con ella.

Él volvió su mirada al niño y ella estiró levemente sus brazos, pidiendo cargar al bebé con esa simple acción. Aemond obedeció y lo pasó a sus brazos, viendo como ella lo cargaba con experiencia en su cuerpo, acunando totalmente al bebé contra ella y meciendolo levemente, siendo incapaz de detener la lágrima que rodo por su mejilla derecha.

— Encuentren a la mujer, le será devuelto su hijo y será protegida por mi, ninguna madre merece sentir miedo de la seguridad de su hijo.

Comenzó a caminar por el lugar, tarareando una pequeña canción viendo al bebé en todo momento, como si tuviera miedo. El niño no se veía tranquilo, no lloraba, pero no estaba en un estado de paz.

— Así será, Alteza — respondió después de unos largos segundos en un silencio profundo mientras la observaba.

Escucho un pequeño sollozo, casi como un suspiro y caminó hacia ella con preocupación.

— Cuando Baelor nació — comenzó a hablar con voz ahogada — estuve mucho tiempo con un dolor insoportable y gritaba por ayuda a los dioses mientras las parteras que me sostenían soportaban mis manos apretando con fuerza las suyas — una leve risa salió de sus labios mientras las lágrimas comenzaban a bajar con fluidez — maldije un par de veces y rogaba por que todo terminará rápido. Pero cuando te entregan a tu precioso hijo, cuando lo ponen en tus brazos y escuchas sus primeros llantos, cuando puedes al fin tenerlo junto a ti, esos dolores parecen haber validó la pena y nada más importa, nada más que esa pequeña cosa en tus brazos. — sonrió ampliamente ante el recuerdo — Lo extraño — su vista se dirigió hacia Aemond, quien tragó tratando de deshacerse del nudo que empezaba a formarse en su garganta — lo extraño con cada aliento que doy, todos los días me levanto con tristeza en mí y todas las noches antes de dormir pienso en él, en mis sueños puedo protegerlo de ellos.

The Name of Blood - HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora