XXIII

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El cuerpo en el colchón empezaba a removerse, cosa que alertó automáticamente a las dos personas al pie de la cama. Ella estaba sentada en el borde y él estaba parado a su lado.

Cuando él abrió los ojos se sintió cegado debido a la luz del sol que se colaba por las ventanas, tapando ligeramente con su antebrazo sus ojos. Cuando logró captar sonidos los susurros algo fuertes de los dos adultos habían parado.

— Gracias a los dioses — la exclamación de quien reconocía como su tía y hermanastra había sido lo primero en resonar en la habitación.

Escuchó un suspiro pesado salir de los labios de su tío y entonces decidió hablar.

— ¿Qué ha pasado?

— Casi mueres por imbécil — el hombre fue el primero en responder segundos después de su pregunta, con un tono fuerte y desdeñoso.

Se ganó una mirada de advertencia de la reina que lo hizo callar.

— En Driftmark. Estabas muy herido — ella se levantó y caminó con lentos pasos hasta un banco que se encontraba al lado de la cama donde el príncipe se encontraba, a su lado derecho, sentándose ahora en ese lugar — te traje aquí para que te atendieran.

— ¿No habría sido más fácil en Driftmark?

Su voz sonó acusatoria y eso no era lo que él quería, tenía miedo y sin duda un poco de molestia acerca de haber sido raptado, pero no era tonto y sabía con quien trataba.

Vió a su tío abrir la boca para hablar.

— No. No estaba en mis planes que te vieran así de herido, tampoco estaba en el plan que estuvieras allí, príncipe Jacaerys, no te traje aquí como rehén y tampoco estás aquí bajo amenaza. No soy un peligro — ella se adelantó a Aemond.

Él analizó la situación unos momentos, tenía razón, de haberlo querido muerto lo habría dejado allí para morir, o podría haberlo matado ella misma, no estaba en una celda, tampoco había más gente y habían paños limpios en la mesa que estaba unos pasos más allá. Intentó reincorporarse pero inmediatamente sintiendo dolor en su pierna y abdomen.

— No te levantes — la vió pararse de donde estaba sentada y lo ayudó a volver a recostar su cuerpo sobre la cama — tus heridas son profundas, sanaran pero habrá cicatrices.

— Desearía que te hirieran en la cara, al menos habríamos tenido una a juego — la broma de Aemond no sonó divertida.

— Te dejaremos para que descanses y puedas pensar con tranquilidad, tienes permitido hacer lo que desees pero habrán cosas en las que deberás ir a preguntarme directamente. Los sirvientes te lo dirán cuando lo estés por hacer — dijo ignorando a su hermano.

— ¿Puedo salir de aquí?

Se habría sentido estúpido en otra situación, hasta que vió como el semblante de Daeelyn se relajaba un poco y daba una pequeña sonrisa.

— Como he aclarado antes, príncipe Velaryon, no está aquí como mi preso o algo parecido, puede salir del cuarto y hacer cosas como comer en mi mesa. Usted sigue siendo un príncipe descendiente del antiguo rey Viserys. Pero trate de no moverse hasta que los maestres le digan, mientras tanto, tiene algunos sirvientes cerca al igual que guardias por si alguna necesidad se le presenta.

Aemond pensó en hacer otro comentario con filo, pero vió como Daeelyn presionaba su brazo con la mano y lo sacaba de la habitación. Cuando ella cerró la puerta detrás de sí y ordenó a los Guardias cuidar del príncipe comenzó a caminar, aún arrastrando el cuerpo de su hermano.

— Deja al niño en paz.

— Por favor, déjame tomar diversión del bastardo — él simplemente se dejaba arrastrar por ella.

The Name of Blood - HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora