Memorias I: El primer beso

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Ambos se encontraban sentados bajo un árbol al azar ubicado entre tantos de los que existían entre los jardínes.

Ella tenía trece años y él catorce, ambos adolecentes se escondían de todo lo que a su alrededor pasará, él más específicamente de su entrenamiento y ella de sus clases de bordado, no es como si no sirviera para hacerlo pero Helaena siempre había sido mucho mejor en eso que ella.

— No entiendo porqué huyes, Sol, se ve divertido.

El jóven abrió la boca con un gesto de indignación y soltó un poco de aire en reproche.

— Si estuvieras allí no dirías lo mismo, bella, Sir Criston es muy estricto cuando se lo propone.

Ella rió levemente, casi como una respiración y sonrió ampliamente hacia él.

— No viste a los Martell — aseguró — el entrenador de la casa nos hacia pelear entre nosotros y cuando alguien soltaba la lanza al día siguiente tenía un entrenamiento extra.

Aegon abrió los ojos con sorpresa.

— ¿Cuántas ganaste?

Su tono de voz hizo que Daeelyn soltara una sonora carcajada, notando que él parecía orgulloso, como si el logro fuera suyo.

— Perdí solamente dos veces — sonrió con falso ego.

— Como se esperaba de tí — sonrió con sorna — digna hija de Daemon Targaryen, el príncipe canalla — dijo poniendo su voz más grave, imitando la voz de su abuelo.

Entonces ella comenzó a reír y él la acompaño por unos minutos, solamente riendo entre ellos.

— Al menos heredé su habilidad con las armas.

Ella volteó a verlo cuando vió como se levantaba y caminaba hasta quedar frente a ella para después sentarse. Ella tenía su espalda apoyada contra el tronco  y él estaba sentado a su lado viendo hacía su rostro con sus piernas apuntando hacia árbol.

Se sorprendió cuando segundos después él se inclinó y dijo: — ¿Puedo?

A lo que ella asintió sin saber a qué se refería con su corazón latiendo desenfrenado en su pecho, no importaba, sólo quería su cercanía en realidad.

El muchacho asintió con su cabeza y, después de unos segundos, apoyó su cabeza en su regazo, viendo hacia la copa del árbol.

Como parte de sus nervios ella dirigió sus manos a sus costados, temiendo incomodar.

— ¿Podrías peinarme? — cerró sus ojos — madre no me peina desde hace tanto tiempo que olvidé como se siente.

No era mentira que su madre no lo había peinado desde que cumplió los diez años, pero lo que sí era mentira era que no sabía cómo se sentía, él simplemente quería que ella lo peinara. Anhelando su toque.

Ella asintió con una bella sonrisa dibujada en sus labios y comenzó a pasar una mano por sus largos cabellos con cuidado de no lastimarlo.

Él se encontraba hipnotizado por su bello toque y el ligero tarareo de una canción que no reconocía, de no haber sido por el sonido de algo corriendo entre los arbustos hubiera quedado dormido entre sus dedos.

Ambos se alarmaron temiendo lo peor, no importaba si ya estaban comprometidos o no, la parte que daba pánico era el hecho de que los encontrarán evadiendo sus responsabilidades.

La última vez que ambos se escabulleron a la biblioteca vieja en la Fortaleza para escapar de sus tareas y fueron encontrados los habían separado por dos semanas por orden de la reina, quien a pesar de todo, muy en el fondo encontraba divertida la situación.

The Name of Blood - HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora