XXVII

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El castaño se encontraba acostado sobre una banca algo vieja que estaba en los jardines de la fortaleza, con su cabeza en las piernas de la mujer.

— No quiero que te vayas — su tono era de reproche, casi como un berrinche.

Ella sonrió con dulzura ante la infantil actitud del príncipe.

— No me iré por siempre, además, dentro de poco seré tu prometida.

Jacaerys se incorporó casi de un salto, con gran entusiasmo.

— Dijo "quiero que seas feliz", pero estoy seguro que no es por mi sino por tí — rió levemente tomando las manos de Helaena entre las suyas.

Ella sonrió grandemente.

— Lo sé, por eso debo irme, Dae quiere que este tranquila y segura, en Oldtown lo estaré.

El jóven hizo una mueca tonta que hizo a Helaena soltar una risa melodiosa.

Jacaerys no quería que ella se fuera, habían logrado pasar bastante tiempo juntos esos dos días pero a la mañana siguiente ella dejaría la capital por un tiempo indefinido y verdaderamente no quería, pensó bastante la noche anterior por rogarle a la reina que lo dejará ir con Helaena pero siempre recordaba que según el otro bando estaba muerto, y debía mantenerse así.

Él besó el dorso de las manos que sostenía y dejó una leve caricia sobre estas.

— Serás mi reina algún día, después de todo, lo logramos.

Ella sonrió, posiblemente su madre estaría furiosa por eso y ya habría ido a querer ahorcar a su hermana, pero ambos jóvenes podían poner la excusa del "deber" para con su reina, cosa que era cierta pero no en esa ocasión.

— Estoy feliz de escuchar eso — concedió acercándose a él para apoyar su frente sobre su hombro, él apoyando su mejilla sobre su cabeza.

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— Despertó.

— ¿Hace cuánto?

— Poco. Esta todavía demasiado ido en sí mismo y sus dolores, le están dando leche de la semilla y lo mantienen limpio.

Ella cerró sus ojos e hizo una mueca en respuesta.

— Si los negros se enteran que mi esposo ni siquiera está muerto y yo ya tengo la corona sobre mi cabeza me acusarán de...

— No pasará — Aemond se acercó a ella, rodeando la mesa de la biblioteca y tomando una silla para sentarse a su lado.

— Escucha, llevarás una parte del ejército contigo, no regreses hasta asegurarte de que todo está bien. No he tenido noticias sobre mi padre aún y ya van cinco días desde mi coronación.

— ¿Te quedaras con el pequeño entonces?

Ella sonrió gentilmente, guiando su mirada hasta él y quedando en silencio unos momentos.

— Su madre ha muerto y yo he buscado un hijo.

— El destino.

— O los dioses, quizás. Mientras ese pequeño niño este vivo, supongo que lo veré crecer.

Aemond sonrió ante la confesión.

Ambos habían estado demasiado ocupados en  último tiempo como para compartir conversaciones largas, ella lo vió levantarse, disculpándose con ella, para después salir del lugar.

The Name of Blood - HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora