XXXV

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Se encontraba en la playa, descalza mientras veía a los ojos a Sir Aron Dayne, sobrino del señor de Starfall, un segundo hijo como muchos podían nombrar y uno de los caballeros de su Guardia personal.

Tenía su lanza, con una punta brillante y afilada y un asta de madera, un arma simple.

— Buena suerte, Sir.

El caballero de cabellos negros asintió con una sonrisa en su rostro y su espada en su mano izquierda, mientras adquiría una postura favorable para pelear y entonces esgrimió su espada.

Baela, la hermana menor de la reina, se encontraba viendo desde cierta distancia la pelea de entrenamiento que tenía Daeelyn.

Escuchaba el metal a veces rozar entre sí, pero lo que más robaba su atención cuando iba a observar eran los movimientos de Daeelyn. Jamás repetitivos, jamás predecibles. Movía su lanza con habilidad y usaba su cuerpo completo para atacar y engañar a su contrario, a veces parecía danzar con el arma entre sus brazos, atacaba las piernas del caballero con seguridad para descomponer su postura y usaba el pico de la lanza para detener ciertas veces los golpes de la espada.

El caballero solía apuntar a la madera de la lanza, la parte débil de esta, una vez entre sus entrenamientos incluso pudo ver cómo Sir Aron había partido el asta del arma y ella había tenido que cambiar esta.

La vió dar una vuelta completa para esquivar uno de los ataques certeros del hombre obligándola incluso a inclinar su postura. Cuando se recompuso vió como movía su lanza en círculos con habilidad y práctica para que la fuerza de la espada no fuera suficiente.

La vió resbalar cuando esquivó un golpe, dejándola de rodillas frente a él, el caballero esgrimió contra ella y en un rápido movimiento ella cambió la posición de su arma, dejando el asta hacía arriba y el filo hacia ella, empujó con todo su cuerpo y debido a la complexión del hombre logró moverlo, se puso de pie y usó la misma parte sin filo para golpear el cuello del hombre también con fuerza, cuando este intentó defenderse dió en la parte trasera de sus rodillas haciéndolo doblarse sobre estás.

— Me rindo. — fue lo único que pronunció antes de soltar su espada.

Ella sonrió y Baela celebró para sus adentros, algunas veces en esas dos semanas quiso pedirle que le enseñara un poco, al menos a corregir sus posturas.

— Vamos, Sir Aron, no te golpee tan fuerte. — extendió su mano para ayudar al hombre a levantarse de sobre la arena.

— Es fácil decirlo cuando no lo siente, Alteza.

Ella arregló los cabellos que se había soltado de su coleta cuando el hombre estuvo de pie y pudo alejar su mano con la que no sostenía su arma.

— Es la segunda que se destruye en la semana. — dijo viendo el asta que había sido cortada casi por la mitad.

— No es muy práctica el arma, mi reina.

— Lo es si la sabes usar, pero debes llevar más de una a la batalla, o hacerla completamente de metal.

— ¿Son estas de entrenamiento?

— Si, por eso son de madera, mi arma de batalla es completamente de acero.

— ¿Tiene un nombre?

Ella comenzó a quitar la tela que cubría sus manos, le habían enseñado a cubrirlas antes de entrenar o ampollas comenzarían a salir debido a la fuerza.

— Luciérnaga.

El caballero la vió extrañado, sintiendo repentinamente curiosidad ante el nombre.

The Name of Blood - HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora