Memorias V: El padre

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— No lo harías. — dijo viendo directamente a sus hermosos ojos violáceo claro, bellos como los de Rhea.

— Lo haré, no esperarías que te diera una muerte digna y rápida.

Él nego con la cabeza con desesperación y en lo único que ella pudo pensar es en todo el tiempo que deseo tenerlo de esa manera ante ella.

Lo veía desde arriba, él de rodillas frente a ella mientras era sostenido por cadenas.

— ¿Escucharán al menos mis últimas palabras?

Ella hizo una mueca.

— Mi poco tiempo en el Norte me ha enseñado aquello. — respondió, aún sin mover su mirada.

Daemon asintió aún cabizbajo.

— Baela te admiraba, cuando supo que irías a Dorne a entrenar me pidió que le enseñara a blandir una espada también. — hubo un corto silencio — Rhaena también anhelaba llegar a tu estatura en la Corte, tan bella y pulcra, siempre mostrando tus destrezas como dama sin descuidar tu fuerza, con una familia y siendo alabada por ser una buena esposa, pero había algo más importante aún para ella que solamente eso — lo escuchó sollozar — tú no tenías un dragón, y ella tampoco.

— ¿Qué deseas para con tus hijas?

— Protegelas, de Rhaenyra si es necesario, ellas sólo me tenían a mí.

Y eso último hizo que la paciencia que ella tuvo se derramara por completo.

— Así será, consideralo bondad.

Dijo para caminar fuera del calabozo que era alumbrado solamente por algunas antorchas y, al estar en la puerta, permitió que los demás hombres entraran.

Criston quiso obligarla a irse, ella no pudo.

Se quedó fuera del lugar, simplemente escuchando todo y, cuando el ruido era demasiado para ella, se permitía cerrar sus ojos con fuerza para contener sus lágrimas de terror.

Se recordó a su yo de pequeña, aquella que vió a su padre regresar a la Capital, cuando sólo recibió un poco de su atención antes de que él volviera a contraer matrimonio.

— ¡Daeelyn!

Otro golpe secó. Ella tembló.

Recordó aquella vez en la que solamente la vió en Driftmark, para el funeral de su madrastra, ni siquiera un "hola".

— ¡Hija, escuchame, por favor!

Un grito, uno desgarrador. Él sabía que no se había ido.

Recordó su bebé, aquel que había sostenido cuando llegó al mundo, su Baelor.

Recordó la muerte de su hijo, frente a sus ojos, no pudiendo hacer nada más que llorar por meses porque era lo único que tenía h se habían arrebatado. La luz de sus días.

— ¡Perdón!

Recordó su vientre, aquel que ya estaba abultado y podía notarse un poco, la sensación de felicidad cálida en su pecho, su sueño de ver a una pequeña niña.

Recordó el té, cada segundo después de haberlo tomado, todos sus sueños siendo destrozados.

— ¡Si te amaba, busca en DragonStone, allí lo verás!

No había vuelta atrás, no lo detendría, las propias acciones de su padre lo habían marcado para su futuro, y su odio había ganado.

Después del último grito decidió que no escucharía más, salió del lugar y se encerró en su cuarto, mientras pensaba tantas cosas al mismo tiempo y su sangre hervía bajo su piel.

Tres horas después fue avisada de que había terminado, el hombre había sido deshecho, con su mirada llena de furia y su voz cargada de rencor ordenó que la parte que había guardado fuera enviada a Rhaenyra.

Tomó un trozo de papel y de la manera más descuidada posible había escrito "Ojo por ojo".

"Hiciste lo que el inútil de tu esposo no pudo, vengar a tu bebé".

The Name of Blood - HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora