XXXIV

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— El príncipe Daeron ha vuelto, Majestad, se encuentra en el Gran Salón.

Daeelyn agradeció y ofreció un asentamiento al soldado que había dado el aviso, salió del lugar con gran prisa con la ventaja de que ahora podía moverse con más facilidad dentro de los pasillos.

Siete días habían pasado desde que Daeron partió hacia Highgarden y había sido una espera tormentosa, carecía de espías de ese lado del reino.

Cuando entró en la gran habitación y lo vió parado frente a la mesa revisando las fichas sobre esta, un alivio llenó su pecho.

— ¿Cómo ha sido el viaje? — dijo, Atrayendo su atención.

— Bastante tranquilo, Alteza, para mi sorpresa. — había una amplia sonrisa dibujada en su rostro.

— Me alegra saber eso, querido hermano.

Él asintió con seguridad y agradecimiento, aún sin borrar su sonrisa de completo orgullo.

— Lo he conseguido, su Majestad, al principio la casa Tyrell de Highgarden no había mostrado apoyo hacia ningún bando, pero han cambiado de opinión y moverán su ejército se su favor.

Sonrió ampliamente ante lo dicho por el jóven, sabiendo que dejar aquella gran misión en sus manos había sido lo correcto.

— Ve y descansa, príncipe, toma una ducha y cambia tus ropas. Tu esfuerzo será recompensado por la mañana.

— Si, Alteza. — realizó una pequeña reverencia.

— Muchas gracias, Daeron.

Escuchó una pequeña risa de su parte.

— Gracias, Daeelyn. — dijo para retirarse del lugar.

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A la mañana siguiente ambos hermanos fueron llamados a desayunar en uno de los salones de DragonStone, eran ellos cuatro, contando al pequeño que se encontraba en brazos de la reina.

La comida fue tranquila, en realidad era la primera vez que Daeron era enviado solo a una tarea.

— ¿Has pensado en un nombre? — Aemond habló hacia ella.

Aún distraída con la pequeña criatura en sus brazos ella negó con la cabeza, alcanzando su copa con agua y bebiendo un poco.

— ¿Qué tal Daeron? Es un buen nombre. — el homónimo del nombre propuesto mencionó.

Daeelyn soltó una carcajada con diversión ante lo mencionado.

— Sin ofender, príncipe, pero no es un nombre que desee ponerle. — arrugó un poco la nariz en falsa señal de disgusto.

— ¿Targaryen será su casa?

Ella solamente soltó un sonido dubitativo, sin responder en concreto.

— No es que lo hayan pensado aún, pero — acarició un poco la nariz del pequeño —, seguramente tendré una respuesta pronto.

Ambos hombres en la mesa decidieron callar y dar paso a la tranquilidad que antes reinaba en el Salón hasta que el desayuno terminará.

Para cuando eso sucedió ella había dado al bebé a una de las nodrizas, permitiendo que lo llevarán a tener un descanso apropiado.

A veces, pedía que arreglaran el cuarto donde el bebé se encontraba, durmiendo allí o velando por su sueño.

— Necesito que vengan conmigo, tengo algo que enseñarles a ambos.

Los dos asintieron sin reproche alguno, siendo guiados a otro Salón que, suponían por el cómo se veía, era el lugar donde eran entrenados los jóvenes Velaryon cuando vivían allí. Incluso había una espada bastante pequeña, seguramente del hijo menor de Rhaenyra.

Cuando detuvieron sus pasos, ella giro para poder ver a los dos hombres al rostro, a cierta distancia.

— Grandes guerreros como ustedes no han ganado títulos por tonterías. — comenzó a hablar, caminando hacia una mesa a su derecha sin darles la espalda — Para ganar una batalla necesitan una buena arma, un arma capaz de hacer que otros la deseen y que cuando pase a través de las generaciones sea un orgullo.

Con ambas manos, alzó una espada de tamaño mediano, estaba enfundada y solamente se notaba la empuñadura que era de un color dorado y se podía ver de lejos el detalle.

— Daeron Targaryen; el osado.

El mencionado dió un pasó al frente desde donde se encontraba, viendo como su mayor se acercaba con la espada entre sus manos, extendiendola hacia él para que la sostuviera con sus manos.

— Un regalo de la reina.

Notó la manera en la que los ojos del menor se iluminaron con orgullo e ilusión, siendo que esa sin duda alguna era más grande y bonita que la suya.

— ¿Tiene un nombre, su Alteza?

Ella negó, tratando de no perder ningúna de sus expresiones, sintiendo ese brillo maternal volver a emanar de su pecho.

— No, puedes nombrarla como desees.

— Gracias, hermana. — realizó una pequeña reverencia antes de volver a su puesto.

— Aemond Targaryen; el verdugo verde. — ella volvió a pronunciar, pero está vez un soldado se acercó a ella, colocándose a su lado izquierdo. En sus brazos portaba una tela, y entre sus manos algo más.

Aemond dió un pasó al frente, su postura rígida y potente, luciendo lo más serio e intimidante que podía.

El soldado se acercó a él aún con aquella tela cubriendo el objeto y ella hizo un gesto para que este entregará el misterioso regalo en las manos de Aemond. Cuando así fue ella ordenó que se retirará y este lo hizo.

Se acercó al mayor de los hermanos, retirando la tela sobre este revelando la espada. Era del porte de Dark Sister, algo más grande que la que ahora Daeron portaba, a diferencia de la anterior mencionada, la empuñadura tenía detalles en color negro y rojo.

Aemond, cautivado por ella, desenfundó el arma creando un sonido metálico que hizo eco en el lugar, la hoja estaba afilada y tan pulida que podía ver su reflejo en la misma, en la parte más gruesa de la espada podía leerse "sangre" en Alto Valyrio. Por simple curiosidad el menor se había acercado para ver el regalo de su hermano y al notar la palabra desenfundó la suya también, la palabra escrita en la suya era "fuego".

— Con el ejército y el apoyo de la casa Tyrell tenemos una ventaja más grande, tenemos a los Velaryon como prisioneros y ya han sido enviados cuervos a los Greyjoy.

Ambos dejaron de prestar atención a sus armas para poder escuchar atentamente a la reina, expectantes acerca de lo que Daeelyn tenía en mente.

— He enviado a buscar al niño de mi padre que está siendo guardado en Pentos, pronto vendrá. Para sacar a la zorra de la madriguera debes hacer lo necesario. — la última oración la pronunció en voz baja — Y cuando lo tengamos necesitaré de mis guerreros, y mis guerreros necesitan buenas armas para la batalla.

— ¿A dónde nos enviará, mi reina? — Aemond preguntó.

— Harrenhal.




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Ojo

Cortito pa agarrar cuerpo.

- winterfaaall

The Name of Blood - HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora