XXXI

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Los primeros rayos del sol comenzaban a pintar el cielo, ella estaba siendo preparada por sus damas, había tomado un baño y su cabello largo había sido peinado, atado en una coleta alta para permitirle volar de una manera más cómoda.

Al salir la brisa golpeo su rostro, caminó por el campamento, el cual había ordenado recoger hacia pocas horas y comenzaban a faltar algunas carpas y veía soldados corriendo por todas partes. No comió nada antes de ir hacia su dragón, caminando en completo silencio hasta llegar a su hermoso animal.

Buenos días — habló acercándose a él, captando rápidamente la atención del animal quien dió un resoplido — ¿Estas listo, bello? Volaremos un poco hoy.

El animal, tan entendido como ella sabía que podían llegar a ser, alzó su cabeza del suelo donde se encontraba descansado y se arrastró un poco hasta golpear levemente su hocico en la mano que estaba siendo extendida por su jinete, soltando un pequeño ronroneo.

Claro que lo estás, voy por mi hijo y nos iremos, prometo alimentarte bien por tu esfuerzo de estos días.

El animal produjo un pequeño sonido, como si de una conversación se tratase.

No había señales de Jacaerys aún si en cierto modo aquello no le sorprendía, un joven que valoraba el honor y peleaba con una devoción hacia su madre, él definitivamente elegiría a su familia.

Ir a Oldtown era tal vez solo una excusa para hablar de Aemond, su corazón aún se negaba a la idea de que había muerto y necesitaba que Daeron se lo dijera y la viera a los ojos mientras le afirmaba lo que en ese papel había leído, porque si había una mínima oportunidad de salvar al dragón tuerto, como fue llamado después de su masacre en el Valle, ella iría sin preguntar absolutamente nada.

Suspirar era lo único que le quedaba, llamar hijo al pequeño que había llegado a sus brazos también era una de las pocas luces y finos hilos de cordura que se aferraban a su mente, elegía creer.

Decidió dar un tiempo más a Jacaerys por Helaena, ellos se amaban y aunque lo hacía por ella, reconocía que tener al príncipe Velaryon con ella por meses le había hecho desarrollar sentimientos fraternales.

Para su gran sorpresa él si acudió a su llamado, aquel que había hecho durante la corta conversación de la tarde anterior y, con una sonrisa, ella le saludo.

— Cuando lleguemos a Desembarco reclamaras un dragón, ya se ha vuelto incómodo volar los tres.

Él asintió, aún algo inseguro de sus acciones, ella lo sabía.

El pequeño niño dormía sobre su pecho, para volar solía aferralo a su pecho con una manta para no tener que sostenerlo pero para que su viaje fuera seguro. Después de largas horas de vuelo, llegaron cerca de mediodía, cuando el sol esta en lo más alto y comienza a incomodar la vista.

Nadie en Oldtown la veía con respeto, nadie la veía a los ojos pero sabía que más de uno no deseaba su presencia allí. Como si ella también lo deseará.

La primera persona que vió después de dejar al bebé encargado con algunas sirvientas, fue a Alicent.

— Ha muerto.

— Ambos han muerto — dijo la mujer castaña con amargura en su voz y mirada, la cual estaba posada en la ventana — dos de mis hijos están muertos.

"Dos de los míos también" pensó, "y no se lo digo en la cara todo el tiempo".

— Y vengare la muerte de ambos.

Lo único que recibió de ella fue una mala mirada y una mueca, a pesar de todo era una reina, y ahora ella simplemente una dama.

— Deseo hablar con Daeron.

The Name of Blood - HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora