Capítulo 18. Guíame

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Stefano luego de ayudar a bañar y  cambiar  a la pequeña Lugg, se recostó en la cama  con ella en su pecho y con ellos Pierina.
Le leyó un cuento de princesas  mientras la pequeña cerraba sus ojitos  se dormía y es que tenían una conexión ya fuerte, que el tiempo no la destruiría jamás.

Pierina acostada a su  lado, tomó su móvil y como siempre, capturaba eso momentos memorables de padre e hija  y por qué no, En familia.
La acomodaron en su cuna, besaron sus cachetes rosados y regordetes, ellos se giraron y se quedaron de frente, perdidos en sus miradas, ella con sus brazos rodeó la cintura de su hombres, y el acunó su rostro en sus manos, unieron sus labios en un beso, y en un susurro entre sus labios le dijo.

— Te amo. Te amo mi Pieri, eres el amor de mi vida, son el amor de mi vida, tú y nuestra hija.

Volvió a besar eses labios embriagadores, ella se habría para él se dejaba explorar con esa lengua caliente, que le hacía sentir descargas de emociones que mojaba sus bragas. Subió sus manos por la espalda de él y las envolvió en su cuello, el beso se hizo más intenso que les faltaba el aire, se separaron por falta de oxígeno en sus pulmones.

— Esta noche tengo una sorpresa para ti. — Dijo ella dando besos cortos en sus labios.  
— Mmmm, ya quiero ir a la habitación.

Exclamó él, en susurro mordiendo muy suave su cuello y dejando besos hasta llegar al lóbulo de su oreja, la apretó más contra su cuerpo para que sintiera su dureza.

— ¿Sientes  como me tienes? — Dijo rozando su mano sobre su miembro, Pierina tiñó sus cachetes de rosa intenso.

Se tomaron de las manos y bajaron las escaleras, para ir al jardín y despedir al resto de los invitados encontrando a su Nana en el camino.

— ¡Hija! Yo estaré al pendiente de mi pequeña, ve a disfrutar un poco más.

— ¡Gracias nana! — Dio un beso en la frente, la Nana subió y ellos se fueron al jardín con los demás.

Por otro lado  las cosas para Adelle, no estaban muy bien, su manager, le pedía que regrese por que la empresa para la que trabajaba la requería con urgencias.

— No puedo volver ahora Gino, tengo que hacer algo que Ártur aún no me da solución.
— ¿Que puede ser más importante, que cumplir con tu compromiso de trabajo? ¡Adele! Te quiero aquí en menos de lo que canta un gallo.

Adelle tenía que agilizar sus planes.

Dos horas después, ya todo se habían despedido y marchado cada quien a su lugar de residencia. Pierina se despidió de su padre y subió a su habitación, mientras Stefano se quedaba con su suegro tomando una última copa de vino.

— Ahijado, Tengo que viajar a Francia, en dos días, hay problemas en  la sucursal de Marcella y después a Toulouse, en esta última, tengo que buscar a un gerente general, por qué el que estaba cometió desfalco.

Dijo mientras caminaba hacia el escritorio y señalando el asiento  dónde se sentaría Stefano.

— Tío, tu sabes que de manejar una empresa se tanto, como tú sabes de medicina.

El hombre mayor soltó una carcajada, por la respuesta de su ahijado, sobrino, yerno.

 ¿Que mismo era este hombre? Pero lo que fuera lo hacía bien.

— Yo sé perfectamente eso, lo que quiero es que acompañes a Pierina a la oficina, para que trate de llevar las cosas, lo mejor que pueda.

— Ni falta que hace tío, ellas son mi prioridad.

Así continuaron por media hora más, sumergidos en conversa ya triviales.

Mientras tanto en la habitación, Pierina luego de mirar a Lugg dormir en su cuna, fue a la habitación, se duchó lo más rápido que pudo y se preparó para esa sorpresa que le daría a su esposo.

Se puso una fina tanga que cubría solo un mínimo, de la parte delantera, colocó sus media de encaje y tacones altos, el brasier era de lo más pequeño.

"¿A quien se le ocurría hacer algo así?  Y sobre todo ¿quien en su santo juicio usaría eso?.
¿Será que no estay bien de la cabeza?"

Eran pensamientos que le hacían dibujar una sonrisa y acelerar el corazón a Pierina.

Es  verdad pues, al carajo con la discreción ella lo usaría se colocó esos triángulos que cubrían sus pezones se puso un camisón del mismo color negro y se fue al baño a darse un toque de maquillaje.
Sale del baño y se encuentra con Stefano quitándose el reloj.

Se giró y lo que vio, le causó un flechazo directo a su polla que le dio un tirón dentro de sus pantalones, ella caminó en su dirección, en sus ojos había deseo se la comía con la mirada, mirándola de arriba a abajo, y es que era tan sensual.

— ¡Oh! Pieri, me vas a matar — Dijo abrazándola por la cintura, ella fue desabrochando su camisa botón a botón, mientras él la besaba era un beso urgido, cargado de pasión quitó lentamente su camisón conforme iba dejando besos por su hombro, nuevamente subió a su cuello mientras le ayudaba a quitarse el pantalón, ya solo en boxer era todo un espectáculo para sus ojos, fue dejando besos por su pecho, se puso de rodillas,  miró su polla, tragó grueso y se lamió los labios, pasó su mano por toda su longitud, acarició sus bolas, lo masturbó por un momento, el líquido preseminal salía de su punta, pasó su lengua saboreando ese rico dulce, a Stefano ese acto encendió su cuerpo mucho más de lo que estaba.
Sentía como miles de hormiga recorrer su cuerpo, Pierina no estaba ni se sentía diferente a él, ardía en deseo jadeos salían de sus gargantas, volvió a pasar su lengua por la punta, lo saboreó todo con su lengua, lo lamía chupaba, mordía suavemente,

— ¡Aaaaaah! Mi pequeña traviesa, te voy a castigar por torturar me así.

Dijo Stefano, mientras tiraba su cabeza hacía atrás y tomaba de los cabello a su mujer, sentía su inexperiencia, tomo su cabello en una cola y la guío.

— Abre bien la boca y luego sin rozar los dientes trata de cerrar con los labios,
— ¡Guíame! — Le pidió ella con una seductora sonrisa.

Stefano, empezó a mover la cabeza de adentro hacia afuera hasta que ella tomó el ritmo.

Poco a poco fue introduciendo esa dureza en su boca, unas arcada le llegaron, sus ojos lagrimearon.
— Si te molesta lo podemos parar, no te  fuerces. — Le pidió Stefano muy lejos de desear que Pierina le obedeciera. Esa boca caliente le hacía estremecer hasta la última fibra de su ser.
Pierina ahí de rodillas alzó la mirada para encontrarse con eso ojos oscuros por el deseo. Siguió el ritmo entrando y saliendo, lamiendo todo el glande, y deslizando la lengua en toda esa longitud.
Mientras que sus manos una acariciaba sus testículos y la otra apretaba esas duras nalgas, y sus firmes piernas, producto de horas de gimnasio.
Stefano la guiaba agarrando su cabello, luego ella lo tomó con su mano y lo hacía como toda una experta, chupaba y mordía suavemente hasta que sintió que Stefano apretó su cuerpo hizo amago de apartarla de ahí, por qué sentía que se corría.

— !Aaaah¡ Pieri, me correré en tu boca. — Expreso apretando sus dientes, tratando de aguantar.

— Hazlo mi amor, córrete en mi boca — Le ordenó, y volvió a meterlo en su boca y acelerar el ritmo.
—  !Aaaah¡ — Gemidos roncos salían de su garganta.
Pierina siguió hasta que sintió que su boca era llena del producto de su buen trabajo.
Alzó la mirada mientras Stefano se corría en su boca, la expresión de placer en el rostro de su hombre, le dio a entender que lo hizo bien.
Tragó todo el contenido en su boca, lamió y dio las últimas chupadas a ese rico dulce, Stefano la ayudo a ponerse de pie, la tomó en sus brazos y la llevó a la cama.
Besó sus labios en ellos probó el sabor de su esencia.
La depositó en la cama y empezó a recorrer cada centímetro de su cuerpo, dejando besos y suaves mordidas a su paso.
El día los sorprendió amándose y jurando se amor por siempre.

Lejos de imaginar que aquella noche de entrega era la última que tendrían. 

PEDACITO DE CIELO, Un Amor Sin ADN. Libro #1 De La Saga Cielos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora